XVII
LA ORACIÓN DEL PADRENUESTRO: su exégesis
Dada por el mismo Cristo, no se trata sino de una
composición abstracta y algebraica de naturaleza
espiritual que sirve para ayudarnos a mejorar y
purificar todos y cualquiera de nuestros vehículos.
Se compone de siete oraciones, de las que tres de
ellas hacen alusión a los vehículos del Ego, otras
tres al mismo Ego, o triple espíritu (no tres espíritus,
sino tres fuerzas de un espíritu único) y una más, la
final, que lo hace respecto de la mente. La
introducción, que dice "Padre nuestro, que estás en
los cielos", en realidad no conforma sino una mera y
cabal introducción, algo sinónimo a la dirección que
pudiéramos poner sobre la cubierta del sobre de una
carta que tuviésemos intención de enviar a alguna
parte a su destinatario.
Siendo tal su estructura, pasemos a continuación a
analizar sus partes una a una. Tras la invocación de
hacia dónde se dirige, enseguida, mediante el
vehículo inferior de nuestro triple espíritu, el Espíritu
Humano, nos acercamos para adorar al aspecto
inferior y en correspondencia de la deidad, el
Espíritu Santo (Jehová) al decir: "Santificado sea Tu
Nombre".
Por medio de nuestro segundo vehículo o fuerza del
triple espíritu, cual es el Espíritu de Vida, nos
postramos ante su correspondiente contraparte, el
Hijo, (Cristo) y decimos: "Venga a nosotros tu reino".
Y, ante el Padre, nuestro tercer aspecto del Yo
Superior, el Espíritu Divino, se arrodilla y dice:
"Hágase Tu voluntad".
Entonces, y llegados aquí, es cuando el Espíritu
Divino pide al Padre, el más elevado aspecto de la
deidad, por nuestra parte más densa o contraparte, y
pide: "El pan nuestro de cada día dánosle hoy".
El Espíritu de Vida, continúa la súplica ante el Hijo y
pide por su contraparte en la naturaleza inferior, el
cuerpo vital, diciendo: "Perdónanos nuestras deudas
así como nosotros perdonamos a nuestros
deudores".
Y por fin el Espíritu Humano, nuestro aspecto
personal divino inferior, pide a la deidad por su
correspondiente contraparte, el cuerpo de deseos,
de la siguiente manera: "No nos dejes caer en la
tentación".
Para finalizar, nuestros tres aspectos se acercan, se
aúnan, para postrarse ante Dios para rogar con esta
oración: "Más líbranos del mal".
Los Guías de la humanidad han proporcionado
siempre a los hombres motivaciones suficientes para
que pudieran obrar y obtener experiencias por medio
de las cuales pudieran aprender y evolucionar. El
Amor, la Fortuna, la Fama y Poder constituyen los
cuatro asientos sobre los que descansan todas las
ambiciones humanas, de modo que aislados o
conjuntamente han estado presentes en todos y
cada uno de los eventos que han conformado la
historia global e individual de la humanidad, y siendo
el deseo a la vez motor y tentador en las almas, a él
corresponde la idea de venganza, que en forma de
memoria imprime en el cuerpo de deseos. En
consecuencia controlar y dominar el cuerpo de
deseos es de la mayor importancia en quien aspire a
gobernarse a sí mismo. Más útil a estos efectos que
las meras oraciones dictadas por la iglesia, ello
podrá alcanzarse mediante la concentración en altos
y nobles ideales y vigorizando el cuerpo vital, salvo
en aquellos casos en que la oración se deba a una
devoción de una gran pureza, pues aquélla llevará
sin duda el aliento del devoto ante el mismo trono de
la deidad.
En consecuencia, y bajo este prisma de carácter
estrictamente espiritual, al igual que decimos que el
amor al que debe aspirar el alma debe estar referido
a todos los seres de la humanidad; que la fortuna a
que se aspire debe encuadrarse en cuanto al
número de oportunidades para servir a los demás, y
la fama deberá atender a la capacidad hallada para
dar y trasmitir la buena nueva, tocante al amor y al
servicio que se desean prestar, el poder debe
consistir, en conclusión y en definitiva, en aquél que
se ejerce propiciando prácticas que sirvan para
ayuda y mejora de la humanidad.
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del libro "Los Rosacruces" de Antonio Justel
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