Adoración
Tras la altura espiritual alcanzada mediante la
contemplación, ha de darse un paso más elevado
aún: el de la adoración. Por media de ella, el
aspirante se unirá él mismo con la Fuente de todas
las cosas, última realización posible a lograr por el
hombre, unión que permanecerá hasta el final del
Gran Día de esta Manifestación actual.
Hemos de dictar que tanto la contemplación como la
adoración sólo son alcanzables con la ayuda de un
instructor. Sin embargo, el aspirante no debe temer
no encontrarlo, pues una vez que sus vehículos
comiencen a brillar en los mundos internos, el
Maestro aparecerá con toda seguridad; no en vano
fue dicho: "buscad y encontraréis". No queremos
decir con ello que el hecho de ir de un instructor a
otro consiste en buscar, puesto que la luz que
en teoría buscamos, esa, debe ser encendida dentro
por nosotros mismos; es la estrella que, irradiando,
nos ha de traer, nos ha de acercar al verdadero
instructor, ya que éste nunca es elegido por el
aspirante, sino a la inversa, dado que será el
Maestro quien se acerque al aspirante.
Referente al tiempo requerido para obtener
resultados por medio de los diversos ejercicios de
que hemos hablado, dependerá de cada uno
en función de su aplicación, de su estado de
desarrollo y del destino pendiente; por ello no es
posible referirse a un tiempo general. Los hay que a
los pocos días o semanas los obtendrán, otros
deberán trabajar durante meses o años, y quizás
durante una vida entera sin palpar resultados
concretos, si bien el esfuerzo quedará siempre
hecho, latente, por lo que el aspirante fiel, de
persistir en su empeño, no cabe duda alguna de que
en esta u otra vida se encontrará con la recompensa
debida a su paciencia, a su perseverancia y a su
paciencia.
Una vez que sus ojos se abran a los mundos
internos - y constantemente desde entonces, y ya se
encuentre vivo o haya muerto - su conciencia será
ininterrumpida. Su existencia será continua y
consciente, cosa que le permitirá elevarse más
rápido a escalones superiores y prestar más arduos
y desinteresados servicios en favor de la humanidad.
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del libro "Los Rosacruces" de Antonio Justel
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