VIII
PARTICIPACIÓN FUNCIONAL DE LAS LUNAS
Quedó señalado más arriba que era Jehová con sus
ángeles, y también arcángeles, quien dirigía el
gobierno de todas las lunas del sistema. El destino o
lugar de residencia perentorio de los rezagados de
cada planeta son sus lunas. En ellas, por tanto,
impera la ley, pues Jehová es el Señor de la Ley así
como lo es de la fecundación y de todo lo tocante a
las formas y lo referente a las religiones dadas por
él, al igual que las distintas lenguas. Y es por medio
sacrificio y esfuerzo en el riguroso cumplimiento de
las leyes establecidas a los lunáticos seres
evolucionantes, que éstos, presuntamente, podrán
progresar lo suficiente en su iluminación espiritual y
regresar al planeta-madre para continuar de manera
ordinaria la evolución perdida. En otro caso, estos
Egos, irremediablemente perdidos debido a la
disolución de sus vehículos (segunda muerte) serán
expelidos hacia Urano, puerta de salida hacia el
espacio interplanetario, donde deberán esperar una
oleada nueva de vida con la cual poder continuar
evolucionando. Una vez que un módulo lunar ha
quedado deshabitado por completo, la fuerza de
atracción ejercida por el planeta-madre comienza a
disminuir, por lo que su órbita se ensancha
progresivamente hasta ser expelido fuera del ámbito
del sistema solar para, en un segundo paso,
desintegrarse en el espacio interestelar y ser
disuelto en el Caos.
Las leyes jehovísticas son, sin duda, leyes de rigor,
duras y difíciles de cumplir, por lo que con ellas son
prescritos dolores y consiguientes sufrimientos para
sus transgresores, ya que, desde el primer momento
de su implementación han supuesto y suponen un
enfrentamiento entre el temor de Dios y los deseos
de la carne del hombre. Así se instauró el "pecado"
en el mundo. Recordemos, como acontecimiento
fundamental en el decurso humano, que fue en la
Época Lemúrica, en sus comienzos, cuando la luna
fue arrojada al espacio procedente de este planetamadre,
la Tierra. ¿Por qué? La necesidad devino del
grado de cristalización en que habían incurrido los
rezagados durante el período Terrestre, hasta tal
punto, que se hizo necesario "sacarlos" al espacio
exterior a fin de que el conjunto total que habitaba la
Tierra no cristalizase de igual forma y, en
consecuencia, pudiese la inmensa mayoría de la
Humanidad proseguir el camino evolutivo.
Preguntémonos más aún: ¿quiénes son los
rezagados, quiénes los transgresores y qué les
espera? Ello dio comienzo en el denominado "Jardín
del Edén", cuando los seres humanos de entonces
presentaban una conformación – física y espiritual -
muy distinta a la de los actuales. "Jardín del Edén"
hace alusión a cuando el hombre tenía una
conciencia ampliamente vívida en los mundos
invisibles, en los cuales compartía aún la visión
celeste de las Jerarquías Creadoras y la certidumbre
de que era hijo de Dios y, por contra, apenas
disponía de percepción alguna del mundo material
en que en realidad vivía y se desarrollaba, motivo
por el que, una vez que le sobrevenía la muerte,
tenía lugar en él una solución de continuidad de
conciencia puesto que, ante el hecho de reemplazar
un cuerpo físico por otro, ni siquiera podía percibir
los cambios a que había lugar; era el tiempo en el
que teniendo en cuenta líneas interplanetarias
propicias – fundamentalmente las del Sol y la Luna –
el incipiente ser humano, y una vez al año, era
guiado en masa por los ángeles hacia la parte
oscura de la luna, donde en lugares sagrados, a
modo de templos, se procedía al apareamiento de
forma inocente y prácticamente inconsciente del acto
que se llevaba a cabo. Lo que todavía denominamos
como "Luna de miel" no vendría a ser sino
reminiscencia de semejantes viajes ancestrales.
Y, asimismo, fue precisamente en este tiempo
cuando tuvo lugar la tan llevada y traída "tentación
de Eva", hecho éste que sólo a grandes rasgos
procuraremos dejar ahora delineado aquí: los
Ángeles Caídos eran - y algunos aún lo son -
rezagados dentro de su correspondiente oleada de
vida. Estos ángeles, junto a su jefe, Lucifer, -
espiritualmente el más elevado ángel después del
mismo Jehová - tras haber sido derrotados
previamente en la guerra de los cielos por Miguel y
sus huestes, habían sido apartados y recluidos en
Marte, con pérdida de los beneficios propios de la
evolución que en su orden normal les hubiera
correspondido. Por tanto, en dicho momento, estos
ángeles caídos se encontraron en un status de
extrema dificultad para poder seguir evolucionando:
por un lado, no podían seguir a sus compañeros
auténticos; pero, por otro, al no se hombres, puesto
que en su etapa evolutiva nunca habían llegado a
descender a nuestro plano de densidad material y
por tanto lo desconocían; se hallaban en
consecuencia a medio camino entre el hombre – si
bien muchísimo más avanzados – y sus propios excompañeros.
De ahí que, y como medio de adquirir
experiencias que les permitieran evolucionar a sí
mismos y eludir semejante estado de postración,
recurrieran a penetrar en el canal serpentino de la
mujer, canal espinal o columna vertebral – de ahí la
visión que la mujer tuvo de ellos, en forma de
serpiente – y acceder a su conciencia, a través de la
cual se propusieron hablarle en definitiva "¿ No
sabéis – dijeron a la mujer - que si queréis podéis
ser inmortales como Dios, porque aunque comáis
del fruto prohibido no moriréis porque podréis
construir nuevos cuerpos ?" Con lo que con su
advertencia comunicaron al hombre la posibilidad de
darse cuerpos físicos a sí mismos a fin de ir
tomándolos sucesivamente cuando perdiera el
antiguo, que por cierto ocurría muy a menudo y con
extrema facilidad. El resultado fue que la norma
impuesta por Jehová, consistente en que podían
"comer" del fruto de todos los árboles del Paraíso a
excepción del denominado Árbol del Conocimiento
del Bien y del Mal, a partir de entonces fue
transgredida no sólo de forma creciente sino
multitudinaria, hecho éste que habría de conducir
progresiva e irreversiblemente a que el hombre
concentrara la conciencia en el mundo material con
la consiguiente pérdida, cuando no el olvido total, del
contacto directo y la visión celeste de las Jerarquías
Creadoras de que había gozado hasta entonces.
Una vez centrada su visión y conciencia en el mundo
denso en que nos encontramos, el mundo
propiamente material, perdido "su estado de original
pureza e inocencia" y llegado que fuera hasta aquí,
ello iba a implicar que inevitablemente y por vez
primera se encontraría cara a cara con el dolor y la
muerte. ¿… y por qué el dolor y la muerte?
Sencillamente porque, dada su ignorancia al
efectuar el acto de la generación sin atenerse a las
líneas propicias para llevar posteriormente a cabo
un parto sin dolor, éste, en su consecuencia,
devendría difícil y doloroso, al tiempo que el hecho
de la muerte se le habría de presentar como
calamidad, cual pérdida inaudita de la que
anteriormente no había tenido idea ni constancia
alguna. Por tanto, la solución de continuidad en su
conciencia quedaría interrumpida entre una muerte,
con la pérdida de su cuerpo, y su nuevo acceso a la
vida mediante la siguiente encarnación, retorno que
conlleva en sí mismo, efectivamente, la necesaria
construcción de un cuerpo nuevo.
Así, pues, la popularmente denominada maldición de
Jehová no fue tal en ningún caso para el hombre o
hacia el hombre; sus palabras no fueron sino
anunciadoras de un estado ciertamente nuevo, sí,
pero consistente en haber abierto los ojos físicos y
descubrirse desnudos – es decir, su propia
constatación anatómica y fisiológica - con la
consiguiente inminencia de tener que afrontar, aun
de forma dramática, pero precisa, este designio de
andar errante por la Tierra, ganarse el pan con sudor
y tener que parir los hijos con dificultad y dolor.
*
del libro "Los Rosacruces" de Antonio Justel
* * *
Muchas gracias hermanos por compartir invaluables conocimientos que nos aclaran el pensamiento, desmitificando o mejor dicho arrojando luz sobre mitos. De modo que uno mismo puede vivir el ser religioso en el pleno sentido en lugar del sometimiento autómata de los preceptos. Fraternal abrazo. Fabíán.
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