I
CIENCIA Y RELIGIÓN: APROXIMACIÓN A DOS
CONCEPTOS CUYOS CONTENIDOS DEVIENEN
COMPLEMENTARIOS ENTRE SÍ
- El hombre posee órganos sensoriales, cuya
expresión son los sentidos, y a través de los cuales
se pone en contacto con el mundo circundante, pero
una vez que han recogido y enviado
una percepción determinada hacia el cerebro, es
éste el que en exclusiva la ha de calificar para, de
inmediato, proceder a dictaminar la correspondiente
reacción.
- Nadie ha visto jamás en términos científicos un
"campo gravitatorio", es decir, la fuerza que actúa
atrayendo los objetos hacia el centro de
la Tierra según la ley de gravedad conocida; pero
tampoco nadie ha visto un electrón y mucho menos
a uno de los neutrinos de electrón, de muón o tau, y,
sin embargo, se aceptan porque lo razonable es
aceptarlos a fin de conseguir explicar determinados
fenómenos. Tal ocurre cuando es
producido calor por una corriente eléctrica, dado que
se explica diciendo que la causa consiste en que
chocan electrones contra átomos en el
correspondiente cable y que, ese choque, es el que
produce el calor que indudablemente percibimos. Y
ya que hablamos del calor ¿alguien lo ha visto
deambular alguna vez de acá para allá? en cuanto
entidad ¿alguien lo ha visto detenerse en alguna
parte? El calor, pues ¿no será en nosotros sino una
mera sensación o detección a la que hemos tenido a
bien denominar mediante el término "calor”? Por
tanto, en base a estas cosas, o en base a
la observación de ciertos fenómenos, es que se
elaboran leyes de física o, en su caso, se
formulan teorías.
- De otra parte, existen cosas que ni siquiera pueden
ser percibidas, más aún, sin que puedan siquiera ser
inferidas (ni siquiera a través de determinados
efectos derivados de la más reciente observación
astronómica) y es aquí donde la religión es capaz de
venir en nuestra ayuda para ser aceptada, puesto
que ninguna Gran Religión ha sido meramente
inventada ni por capricho ni nacida de la casualidad,
sino que todas y cada una han sido dadas
consciente y proverbialmente por quien podía
hacerlo y para quienes las necesitaban en ese
momento de sus peculiares y concretas carreras
evolutivas. En consecuencia, tanto el ser que nos ha
prescrito cada religión - Jehová - como sus
"delegados", se encontraban uno y otros
absolutamente capacitados para la percepción y
desciframiento de los mundos supra físicos, mundos
en los que radican las verdaderas causas, aquéllas
que posteriormente darán lugar en el ámbito
tridimensional tanto a los hechos como a las
concreciones materiales que de cualquier tipo pueda
tratarse. Algunos de los delegados han descrito con
exactitud leyes que rigen estratos del mundo no
visible y han considerado oportuno
proporcionárnoslas para beneficio de nuestra
marcha terrestre. Por ello, y en un primer estadio, la
fe se torna irremediablemente necesaria
para poder acercarse a la lógica que concierne a los
acontecimientos con todo el compendio de sus
respectivas leyes.
- Los hombres observamos la relación causa-efecto,
ciertamente, pero de ordinario no podemos hacerlo
respecto de las causas de naturaleza espiritual, que
son, como acabamos de señalar, las
verdaderamente rectoras no sólo de cuanto toma
cuerpo y existencia, sino a la vez de cuanto en ello y
a través de ello acontece en nuestro mundo.
- Sabemos bien que si, por ejemplo, la masa Alfa
actúa físicamente sobre la masa Beta, Beta, como
respuesta, actuaría a su vez sobre Alfa con una
fuerza igual y opuesta. Por tanto, en coherencia con
la máxima analógica y hermética de que "como
arriba es abajo y como abajo es arriba", podemos
colegir que si Pedro llegase a actuar sobre Juan en
cualquiera de los planos no visibles, ya fuese en el
emocional, en el mental o espiritual, aquella
actuación o fuerza ejercida sobre Juan retornaría
sobre Pedro y, en algún momento, de uno u otro
modo, sería percibida por éste.
- Por tanto, debidamente razonados y explicados,
determinados contenidos religiosos no vendrían a
ser sino un adelanto científico basado en la fe para,
ya, en un momento posterior, poseer toda la
capacidad de percibir y comprobar cuanto acabamos
de exponer. Por consiguiente, ciencia y religión - en
compañía del arte, en cuanto que configuración y
expresión de la belleza - deben entrelazarse y ser
complementarias a fin de conformar la misma y
única cosa: el mundo, el universo.
- Científicamente, todo cuanto pueda ser puesto
en movimiento, pesado o medido, o en otro caso,
sentida su resistencia, puede ser tenido por
existente, del mismo modo que es considerado real
el sublimado capaz de recuperar la masa
previamente poseída: tal el vapor de agua que
procediera de un kilo de hielo. Pero ya, en 1905,
Einstein lo resolvió con su famosa ecuación de E =
m.c2 (al cuadrado) y actualmente sabemos que la
masa se puede recrear a partir de
una radiación electromagnética en los denominados
"eventos de producción de pares", mediante la
generación de un cuerpo y su correspondiente
anticuerpo, así como, de manera inversa, ambos
habrían de desaparecer al encontrarse,
permaneciendo únicamente la radiación
electromagnética sin residuo de masa alguno. El
resultado consiguiente habría de ser que, dicha
radiación, conservada sin merma, sin pérdida, y en
cuanto que masa-energía, podría, o bien dar paso a
la re obtención de la masa primitiva, o bien a ser
considerada tan real como las partículas o masa de
que procede.
- En el ámbito científico se ha admitido que todo
aquello que tiene capacidad para variar el status en
sí mismo o de otras cosas, es debido a que dispone
de energía, por lo que se dice que es real, que forma
parte de la realidad. Sin embargo, existen personas
que pueden ver perfectamente
las ondas electromagnéticas en sí mismas.
¿Recuerdan…? Sin masa.
- Hacia 1820 Pierre S. La place llevó a cabo una
afirmación con las siguientes características: "…
conocidas que fuesen la posición y velocidad de
cada una de las partículas del universo, podríamos
predecir…, todos los acontecimientos futuros". En su
virtud, gentes de buena fe creyeron que todo se
encontraba ya determinado y que, por tanto, el
hombre no tenía control alguno ni sobre sí mismo, ni
sobre el futuro de lo que le rodeaba tampoco ni
sobre el mundo. Desde el campo de la ciencia, ello
habría de constituir, evidentemente, un aldabonazo
de primera magnitud para las conciencias religiosas
a lo largo de todo el siglo XIX. Tendríamos que
esperar hasta 1927 para que Werner Heisemberg
construyese el Principio de Indeterminación para
rebatir aquella tremenda teoría de Laplace, al
concluir afirmando que resulta imposible determinar
con exactitud tanto la posición como la velocidad de
una partícula de forma simultánea.
- Resulta sobradamente obvio que, ni en
su estructura ni en su funcionamiento, la verdad
puede albergar contradicción alguna, por lo que, una
vez hayamos alcanzado conocimiento suficiente,
podremos darnos cuenta de que, en efecto, en su
lento caminar, la armonía reinante entre ciencia y
religión es perfecta o logrará ser perfecta. Así, el ya
citado Principio de Indeterminación, provocó la
aparente paradoja de que el pensamiento científico
pudiese acercarse sin horror y de manera serena a
la premisa religiosa no sólo en cuanto hace a
la interacción de espíritu y materia, sino también en
lo tocante al postulado religioso último, acerca de
que el universo (cristalizado o no) no consista en
ninguna otra cosa sino en espíritu mismo.
- El hombre no es una máquina, no es un androide
propiamente dicho, con sus correspondientes
connotaciones. Los humanos actuales no somos ni
siquiera animales ni supuestas plantas de tipo
alguno, mucho menos minerales bajo determinada
condición, y, ello, aunque dentro de nosotros, en
cuanto recapitulación de otras edades, contengamos
(sea permisible decirlo así) un "pack" a modo de
simbiosis de todos los reinos. Es cierto que en un
tiempo pasado hubimos de asumir estadios que nos
depararon ciertas "similitudes" con los minerales, las
plantas, y con posterioridad con los animales, pero
sin que de ningún modo pueda desprenderse de
aquí una identificación cerrada que se hubiese dado
en tiempo pasado, puesto que cada oleada de vida
conlleva su propio ser, su propia circunstancia, y su
propia conciencia y condición. Así,
las máquinas actuales, las que el hombre diseña y
construye, únicamente albergan materia y forma
porque la mente del hombre atraviesa
su estado "mineral" y sobre el mineral trabaja; sin
embargo, en el devenir, si bien aún lejano, el hombre
podrá proporcionar a sus máquinas vida propia y,
por tanto, capacidad de movimiento; incluso podrá
más tarde dotarlas de sentimiento, de emoción y
deseo, para, últimamente, tras haber traspasado
eones de evolución, tener el privilegio de dotarlas de
mente germinal, a fin de que se encaminen, cual
nosotros mismos, a su consecución de dioses. De
aquí que, y primeramente, las máquinas de ahora
mismo, las actuales, al compás de una
transformación paulatina, hayan de convertirse en
algo "similar", que no idéntico, a las plantas;
alcanzarán posteriormente un status similar al de
nuestros animales actuales, y por último - dentro del
presente plan y ciclo - acceder al de seres humanos.
Y la pregunta que quizá cabría demandar en este
instante sería: y ya humanas ¿qué espíritus
habitarán dichas máquinas, espíritus que el mismo
hombre creará? Pero la respuesta habría de ser
contundente: no, puesto que los espíritus, cual
chispas desprendidas de su llama o llamas no
nacen, sino que están; por lo que cada máquina será
habitada (como nosotros habitamos nuestros
cuerpos) por el espíritu que, de acuerdo con su
status evolutivo precise de ella para vivir,
adquirir experiencia y continuar evolucionando. Será
justo aquí, en el momento en que el hombre esté
capacitado para dotar de mente a las máquinas,
cuando realmente alcance la perfección prevista
para él conforme al plan evolutivo diseñado y llevado
a cabo por Dios, es decir, se habrá transformado en
un creador y, por tanto, habrá conseguido hacerse
semejante a su Padre. A partir de esa consecución,
infinitas y esplendorosas metas se abrirán de nuevo
ante él.
*
del libro "Los Rosacruces" de Antonio Justel
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