La Panacea Universal
Puesto que ya se dijo más arriba, tal vez recuerden
que previamente al advenimiento del Cristo, las
condiciones reinantes en los vehículos sutiles de la
Tierra eran de naturaleza abominable y la oscuridad
espiritual era muy densa, pues la evolución de la
humanidad se había basado principalmente en la
separatividad, el egoísmo y la sensualidad, por lo
que apenas si había vida celeste para los que
entonces morían. Por tanto, de no haberse previsto
la intervención del Cristo el devenir de la evolución
corría serio peligro, no sólo porque limpió con
su sangre las condiciones atmosféricas y de deseos
imperantes, sino por haberlo hecho desde dentro del
propio planeta y continuar entrando periódicamente
en él por la Navidad a fin de abastecerlo de Vida, y
volver a hacerlo un año tras otro para subir después
al trono del Padre por la Pascua de Resurrección.
Cuando se dan ciertas enfermedades y muy
prolongadas, el Ego se deja arrastrar de tal forma
por el sufrimiento que deja de vivificar las células, lo
que permite que la enfermedad física provoque
inactividad mental, situación que puede conducir a
que se haga prácticamente imposible desprenderse
de la enfermedad a menos que, primeramente, se le
dé un impulso especial y se disipe aquella nebulosa
mental, momento a partir del cual la actividad celular
pueda ser estimulada de nuevo.
Por tanto, siguiendo la estela del axioma hermético
de "como arriba es abajo" y viceversa, de igual forma
a como la Vida del Cristo comenzó a disipar en el
Gólgota la costra de temor creada por la inexorable
ley que hubo hasta entonces, la ley de Jehová,
costra que colgaba como un palio sobre la tierra; así
como esa Vida encaminó a millones de seres
humanos por la senda de paz y buena voluntad, así
también ocurre cuando se aplica la Panacea
universal, cuando la vida crística concentrada en ella
irrumpe a través del paciente e infunde en
cada célula la vida y el ritmo despierta al Ego,
prisionero de su letargo, consiguiendo devolverle la
vida y la salud.
Max Heindel describe la Panacea Universal por
medio de una experiencia personal, la cual tuvo
lugar en el Templo Rosacruz: durante una noche le
fue mostrada una sustancia con la que el Espíritu
Universal podía combinarse instantáneamente.
Había - dice - tres esferas suspendidas, una sobre
otra, en el centro del Templo, encontrándose la del
medio a mitad de altura entre el suelo y el techo,
siendo además mucho mayor que las otras dos, las
cuales respectivamente se encontraban por encima
y por debajo. Dentro de la esfera central, la mayor,
había un recipiente con un número de paquetes que
contenían dicha sustancia. Una vez colocados los
Hermanos en determinada posición, y cuando una
determinada armonía musical hubo preparado el
camino, fue cuando, de forma súbita, los tres globos
comenzaron a brillar con los tres colores primarios:
azul, amarillo y rojo. Para la visión del testigo
presencial era evidente que, durante el
encantamiento de la fórmula, el recipiente que
contenía los mencionados paquetes empezó a brillar
con una esencia espiritual que antes no estaba allí.
Algunos de esos paquetes fueron utilizados
inmediatamente por los Hermanos con
un éxito instantáneo. Ante ellos, las partículas
cristalizantes que envolvían los centros espirituales
del paciente se habían disipado como por arte de
magia, por lo que el enfermo se despertó con una
sensación de plena salud y bienestar.
Puesto que ya se dijo más arriba, tal vez recuerden
que previamente al advenimiento del Cristo, las
condiciones reinantes en los vehículos sutiles de la
Tierra eran de naturaleza abominable y la oscuridad
espiritual era muy densa, pues la evolución de la
humanidad se había basado principalmente en la
separatividad, el egoísmo y la sensualidad, por lo
que apenas si había vida celeste para los que
entonces morían. Por tanto, de no haberse previsto
la intervención del Cristo el devenir de la evolución
corría serio peligro, no sólo porque limpió con
su sangre las condiciones atmosféricas y de deseos
imperantes, sino por haberlo hecho desde dentro del
propio planeta y continuar entrando periódicamente
en él por la Navidad a fin de abastecerlo de Vida, y
volver a hacerlo un año tras otro para subir después
al trono del Padre por la Pascua de Resurrección.
Cuando se dan ciertas enfermedades y muy
prolongadas, el Ego se deja arrastrar de tal forma
por el sufrimiento que deja de vivificar las células, lo
que permite que la enfermedad física provoque
inactividad mental, situación que puede conducir a
que se haga prácticamente imposible desprenderse
de la enfermedad a menos que, primeramente, se le
dé un impulso especial y se disipe aquella nebulosa
mental, momento a partir del cual la actividad celular
pueda ser estimulada de nuevo.
Por tanto, siguiendo la estela del axioma hermético
de "como arriba es abajo" y viceversa, de igual forma
a como la Vida del Cristo comenzó a disipar en el
Gólgota la costra de temor creada por la inexorable
ley que hubo hasta entonces, la ley de Jehová,
costra que colgaba como un palio sobre la tierra; así
como esa Vida encaminó a millones de seres
humanos por la senda de paz y buena voluntad, así
también ocurre cuando se aplica la Panacea
universal, cuando la vida crística concentrada en ella
irrumpe a través del paciente e infunde en
cada célula la vida y el ritmo despierta al Ego,
prisionero de su letargo, consiguiendo devolverle la
vida y la salud.
Max Heindel describe la Panacea Universal por
medio de una experiencia personal, la cual tuvo
lugar en el Templo Rosacruz: durante una noche le
fue mostrada una sustancia con la que el Espíritu
Universal podía combinarse instantáneamente.
Había - dice - tres esferas suspendidas, una sobre
otra, en el centro del Templo, encontrándose la del
medio a mitad de altura entre el suelo y el techo,
siendo además mucho mayor que las otras dos, las
cuales respectivamente se encontraban por encima
y por debajo. Dentro de la esfera central, la mayor,
había un recipiente con un número de paquetes que
contenían dicha sustancia. Una vez colocados los
Hermanos en determinada posición, y cuando una
determinada armonía musical hubo preparado el
camino, fue cuando, de forma súbita, los tres globos
comenzaron a brillar con los tres colores primarios:
azul, amarillo y rojo. Para la visión del testigo
presencial era evidente que, durante el
encantamiento de la fórmula, el recipiente que
contenía los mencionados paquetes empezó a brillar
con una esencia espiritual que antes no estaba allí.
Algunos de esos paquetes fueron utilizados
inmediatamente por los Hermanos con
un éxito instantáneo. Ante ellos, las partículas
cristalizantes que envolvían los centros espirituales
del paciente se habían disipado como por arte de
magia, por lo que el enfermo se despertó con una
sensación de plena salud y bienestar.
*
del libro "Los Rosacruces" de Antonio Justel
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