VII
DEL PAPEL QUE JUEGA LA HERENCIA
a) Tomando como fuente una creencia popularmente
admitida, se dice que "si un hijo llega al mundo, es
porque sus padres (en realidad gametos masculinos
y femeninos) han puesto de su parte lo necesario
para que dicho hijo acceda a él, al tridimensional, al
que nos cobija, y que, por tanto, no solamente ha
tenido lugar la unión de las células respectivas sino
que, además, "alguien" ha determinado, ha querido
previamente (mediante la voluntad) que dicho hijo
fuese gestado y naciese; en una palabra, que son
los padres quienes llaman a los hijos y éstos,
generalmente, acceden a ello y, en consecuencia,
son gestados y nacidos.
b) Otra creencia general y popularmente admitida es
que los hijos heredan de los padres no sólo
la constitución, rasgos y calidad física de los
cuerpos, sino también aquellas cualidades que
manifestarán en el carácter, entre las que sin temor
a equivocarnos podemos citar: la inteligencia, el
buen humor, la simpatía, etc.…
c) Existe a su vez una costumbre muy en uso
también, por la que cabe preguntarse por qué
perteneciendo a la misma familia, dos hermanos
pueden diferir tanto en el carácter, por cuyo motivo,
y muy a menudo, líneas arriba de los ancestros
suele indagarse buscando una similitud, y, por tanto,
poder justificar el carácter de tales descendientes.
Pues bien, vamos a intentar paliar un tanto el grado
de desviación que aparece entre las creencias
descritas y la pura realidad de los hechos.
No son los padres quienes "llaman" a los hijos,
puesto que viene a ocurrir completamente a la
inversa: son éstos quienes eligen a sus padres. Tras
una estancia de soledad y descanso en el tercer
cielo (región del pensamiento abstracto, la de las
ideas platónicas) - allí donde la entidad-hombre sólo
siente que es – ésta, decimos, recibe un impulso
hacia un nuevo renacimiento. Es el momento en
que, normalmente, los Ángeles Archiveros le van a
mostrar varias posibilidades alternativas de encarnar
y entre las que debe elegir. Se trata, por tanto, de un
momento muy especial porque, una vez efectuada la
elección, no existe posibilidad de dar marcha a atrás.
Hemos de aclarar, sin embargo, que, en dicho
instante, los Ángeles Registradores, o del Destino,
van a mostrarle al ente que va a renacer las líneas
generales acerca de cómo se desarrollaría cada una
de las vidas en caso de elegir cualquiera de ellas.
Por tanto, una vez vistas y examinadas, es cuando
el Ego asume alguna en concreto, encarnando para
ello en un lugar y padres determinados. ¿Qué
implica, pues, la elección efectuada? Que, en
general, entre el Ego encarnante y los futuros padres
está rigiendo la ley de asociación entre ellos o Ley
de consecuencia para él, lo cual se traduce en que
con anterioridad, ya fuese en la vida próxima anterior
o alguna de las vidas aún anteriores, hubo entre
ellos un trato o relación de la naturaleza
convivencial, familiar o no, de amistad o enemistad,
de deuda de servicio contraída, etc. Otra posibilidad
más nos hablará de que, en función de la deuda de
destino - karma - que al mundo traiga el encarnante,
la constitución de los cuerpos físicos de sus futuros
e inminentes padres será la apropiada para él,
puesto que de ellos ha de recoger no solamente los
genes, los cuales determinarán la estructura de la
forma de su cuerpo, pero en especial y sobre todo el
de la madre, ya que de ella habrá de recoger en
exclusiva la "calidad" de los materiales con que la
estructura en sí será construida.
Existen casos, no obstante, en que el Ego
encarnante, de manera inexorable, debe cumplir
determinados aspectos de las deudas de destino
que trae consigo desde tiempo atrás. Suele tratarse
de casos en los que, una y otra vez, el Ego ha ido
escabulléndose, por así decirlo, en alguna o algunas
vidas y postergando sus débitos; dicho de otra
manera, tiene pendientes pagos que ha debido
realizar ya con anterioridad, en su tiempo, pero que,
de no ser cumplidos y satisfechos ahora, en la
presente encarnación, su evolución no podría ser
posible porque con aquel incumplimiento sistemático
la ha detenido, en otros términos, la ha hecho
inviable porque la ha bloqueado. De ahí deviene la
necesidad imperiosa del pago. Es lo que constituye
el llamado "destino maduro", es decir, aquél que no
puede evitarse y que irremisiblemente debe ser
cumplido. En él los Ángeles del Destino no ofrecen
por tanto alternativas ni escapes posibles, por lo que
tanto los padres como el lugar con su hábitat y
demás directrices de vida le son al Ego impuestas
sin elección alguna.
Y dado que "lo que se siembra se recoge", hemos de
decir también que, aunque el mundo está regido por
la ley, no existe en el universo ninguna ley ciega, y
que una ley superior deroga una inferior si fuese
necesario, - cual ocurrió al ser expulsado Júpiter del
Sol - porque todo es inteligencia fluyendo
continuamente y ello lo percibamos o no. Suele
citarse el caso en el que un Ego vaya a requerir para
su próxima encarnación, por ejemplo, ciertas
condiciones auditivas que sólo podría obtener de los
canales semicirculares de Cortí de unos padres que
se encuentren ya encarnados y en momento propicio
para la procreación, pero que, si el Ego en cuestión
cumpliera su estancia completa en el tercer cielo,
dado el tiempo que debiera transcurrir para volverse
a encarnar, perdería una ocasión optima, con lo cual
su evolución indudablemente se postergaría. En
dicho caso, flexiblemente, y si la diferencia de
tiempo no es mucha, los Ángeles del Destino le
proporcionan la oportunidad expuesta de encarnar,
sin perjuicio de que, en otra posterior estancia
celeste, ésta le sea alargada en la misma medida
ahora pudiese serle recortada.
Hagamos notar en consecuencia que de los padres
no recogemos más que la forma, la estructura, si
bien la calidad de ésta última la percibimos de la que
dispone únicamente la madre.
¿El carácter, por tanto? El Ego, el triple espíritu, (el
Divino, de Vida y Humano, y no tres espíritus en sí,
sino tres fuerzas diferentes por medio de las que el
espíritu se manifiesta único) es quien, desde el
instante mismo en que entró en la arena de la
involución-evolución junto al aporte de su epigénesis
personal y a través de las edades, por eones de
tiempo, ha ido instruyendo y conformando su temple,
su modo de ser, su propio carácter. Nadie puede
suplirlo porque él es él, diferente a cualquier otro
porque dispone de propia libertad y libre albedrío, y
ni nadie puede modificárselo si él no consiente y
asimismo lo moldea. Para bien o para mal el Ego es
su propio capitán y su propio rey, su propio y
absoluto rector durante la vida y aun después,
durante el lapsus que media entre una muerte y la
siguiente encarnación. A última hora, el Ego es tan
libre que incluso puede dar lugar a lo que en
términos esotéricos se conoce como "segunda
muerte", de la cual pasaremos a hablar más tarde.
¿Y es que acaso no hemos efectuado la observación
más arriba de la disparidad tan extrema que a veces
tiene lugar dentro de la misma familia? Quienes se
odiaron han debido volver a reunirse para propiciar y
llevar a cabo la amistad; quien no atendió
determinadas obligaciones o deberes, deberá tal vez
reunirse con "alguien" para que aquellas atenciones,
en alguna forma, les sean prestadas. Así, pues, las
motivaciones por las que los Egos pueden volver a
encontrarse son cuasi infinitas, y dado que la
finalidad más inmediata consiste en construir la
fraternidad o amistad universal entre todos los seres
humanos, es obvio que hasta que tal circunstancia
no sea alcanzada, la ley de consecuencia, o de
asociación de unos con otros, obrará en nuestro
mundo de forma sistemática.
Respecto a las deformaciones congénitas,
formulemos las siguientes y sucintas aclaraciones de
matiz preferentemente científico: en el núcleo de
cada célula, los genes que allí se encuentran
contienen en sí mismos patrones de codificación en
virtud de los cuales van a constituirse las
diversas proteínas del cuerpo, y se unirán mediante
cadenas denominadas cromosomas. Cuando la
descendencia va a tener lugar, y dentro de cada
célula, los cromosomas se duplican, y estas partes
duplicadas irán posteriormente a un óvulo o a un
espermatozoide. Al unirse el óvulo con el
espermatozoide resulta una nueva célula, y, tras
haberse dividido ésta, es cuando el embrión ha de
comenzar a crecer.
Ahora bien, si cualquiera o los dos de los padres
detentasen genes con defectos, y si dichos genes
defectuosos se encontrasen en esa mitad que se
trasmite al espermatozoide y al óvulo, el niño o niña
portará genes con aquellos defectos, pudiendo
padecer su cuerpo deformaciones estructurales o tal
vez funcionales.
Hay que tener presente que ya se trate del proceso
de duplicación y separación, por medio del cual son
producidos espermatozoides y óvulos, o bien se
trate del momento inicial de desarrollo del feto, si la
duplicación de un gen no tiene lugar de manera
adecuada, si los cromosomas se rompen y se
reordenan de una forma imperfecta o se pierde una
porción del mismo, si son transferidos muchos o
pocos cromosomas al óvulo o al espermatozoide, sin
duda podrán ponerse de manifiesto defectos
funcionales o de estructura en el cuerpo del
individuo afectado.
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del libro "Los Rosacruces" de Antonio Justel
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