La sombra de la Cruz
Si con los ojos de la imaginación fuésemos capaces
de visualizar la descripción que más arriba hemos
efectuado del Tabernáculo, sin lugar a dudas nos
encontraríamos con el perfecto diseño de la cruz.
Fijémonos en primer lugar en el Altar de los
Sacrificios o de las Ofrendas, pero también en que
un poco más allá, justo en el camino que el aspirante
ha de seguir, hallamos el Lavabo, Pila de la
Consagración o Mar Fundido, donde se enjuagaban
los sacerdotes. Este tramo constituiría el madero
inferior. Ya, en la Sala Oriental, la del Este,
encontramos a la izquierda el Candelabro de Oro y a
la derecha la Mesa del Pan de Proposición, y en el
centro, frente al segundo velo, tenemos el altar del
Incienso, conformando así los tres utensilios el
madero central, mientras que más allá aún,
siguiendo el sendero emprendido, queda el Arca de
la Alianza, justo en el extremo más occidental o
vértice del madero superior de la cruz, lo que
configura y es el Sanctasanctórum..
Por tanto, al igual que el camino de progreso
espiritual a seguir se hallaba ya establecido en
aquellos remotísimos tiempos, el ideal presente -
cual es el de interiorizar la ley dentro de nosotros,
pues análogamente también entonces las Tablas
eran contenidas por el Arca - es el punto de
referencia esencial a conseguir para toda la
humanidad. Así, únicamente será conseguido
cuando cada uno de nosotros seamos capaces de
percibir la luz espiritual que flota encima de la Silla
de Misericordia, y no antes; cuando en realidad
podamos conocer el significado, el objeto y meta de
la vida, es decir, sólo cuando hayamos ganado el
derecho a penetrar en dicha Sala Occidental, o Sala
de Liberación – como también se le denomina – será
cuando alcancemos a comprender por qué estamos
en el mundo y de qué estamos necesitados para, en
forma apropiada, ser útiles al mundo. Aclaremos sin
embargo que, es a partir del primer acceso del
aspirante cuando, tras los primeros destellos de
aquello que desea y necesita conocer, cuando debe
salir al mundo para servir desinteresadamente a la
humanidad, trabajando eficientemente y
estableciendo las bases para limar y limar - pecar y
sufrir por sus pecados - la imperfección de que es
objeto en sí mismo aún, y en definitiva, ganar el
derecho a la comprensión total a que aspira.
"Vosotros no podéis seguirme aún, pero me
seguiréis más tarde" dijo Cristo a los discípulos. Por
tanto, hemos de penetrar en el Sancta sanctórum
muchas veces antes de alcanzar el desarrollo
espiritual último para acceder al Gólgota, punto final
de desarrollo humano y comenzar a trabajar, ya sea
desde este mundo o desde el otro, como Auxiliares
Invisibles en favor de la humanidad.
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del libro "Los Rosacruces" de Antonio Justel
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