Pila de Bronce o Lavabo
En sí se trataba de un recipiente que se mantenía
siempre lleno de agua. En el libro sagrado se dice
que tenía su asiento sobre los lomos o partes
traseras de doce bueyes y mismamente de bronce,
si bien, y a la luz de la Memoria de la Naturaleza,
aparece que aquellos animales no eran bueyes sino
doce representaciones de los correspondientes
signos del Zodíaco, dado que en aquel tiempo la
humanidad se encontraba dividida en doce grupos,
en concordancia con cada signo zodiacal. Una de
las características del agua de dicha Pila era que
recogía las influencias de las Jerarquías divinas por
medio de cada uno de los símbolos animales que la
sustentaban. El agua bendita que hoy día se
encuentra junto a las puertas de las iglesias, no es
sino un remedo semejante donde el agua es
bendecida por un sacerdote del que recoge al efluvio
de su cuerpo vital, efluvio que deberá influir en los
fieles haciéndolos dóciles o más flexibles – según
sensibilidades – a las prédicas o normas del ministro
de Dios en cuestión. En forma idéntica, al recibir la
multitud el agua de la Pila de Bronce, la
magnetización de las poderosísimas Jerarquías
celestes hacía que aquélla se sometiera con
ardorosa perseverancia a los dictados recibidos, los
cuales eran administrados de forma práctica y visible
por la clase sacerdotal. Naturalmente, antes de
penetrar en el Tabernáculo, los sacerdotes - bajo
pena inmediata de muerte en otro caso - debían
llevar a cabo un lavatorio de manos y pies. Por tanto,
se observa claramente que si ante el Altar de Bronce
la nota-clave era la de "justificación", ante la Pila de
Bronce era por su parte la de "consagración".
Esta Pila o Lavabo que acabamos de describir era el
símbolo de la consagración y santificación" de la
vida, la cual sería dedicada al servicio. Y así como
Cristo dio comienzo a su labor pública
introduciéndose bajo las aguas del Jordán, del
mismo modo, el que aspiraba al servicio en el
Tabernáculo del Desierto, debía santificarse a sí
mismo bajo las aguas magnetizadas que fluían de
aquella gran pila, denominada muy a menudo
también con el nombre de Mar Fundido. Y al igual
que el Espíritu Santo descendió sobre Cristo-Jesús
en forma de paloma una vez hubo salido Éste de
debajo de las aguas, del igual modo el sirviente
consagrado, tras bañarse en las aguas del Mar
Fundido, empezará a oír débilmente la voz del Cristo
en su corazón, enseñándole y mostrándole los
secretos del trabajo que ha de llevar a cabo
exclusivamente en favor de los demás.
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del libro "Los Rosacruces" de Antonio Justel
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