humana compasión y amor

”el
propósito de la vida no es felicidad sino experiencia"…


Ningún hombre ama a Dios si aborrece a sus semejantes,
Quien pisotea el corazón o el alma de su hermano;
Quien busca encadenar, nublar o ensombrecer la mente
Con miedos del infierno, no ha percibido nuestra meta.
Dios nos envió todas las religiones benditas
Y Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida,
Para dar descanso al de pesada carga
Y paz para el dolor, el pecado y la lucha.
Contemplad al Espíritu Universal que ha llegado
A todas las iglesias, no a una solamente;
En la mañana de Pentecostés una lengua de fuego
Rodeando a cada apóstol como un halo brilló.
Desde entonces como buitres famélicos y voraces,
Hemos combatido a menudo por un nombre sin sentido,
Y buscado dogmas, edictos o credos,
Para enviarnos los unos a los otros a la hoguera.
¿Está Cristo dividido entonces? ¿Fue Pedro o Pablo,
Para salvar al mundo, clavado al madero?
Si no, ¿por qué, entonces, tales divisiones?
El amor de Cristo abarca tanto a vosotros como a mí.
Su puro dulcísimo amor no está confinado
Por credos que segregan y levantan una muralla.
Su amor envuelve y abraza a toda la humanidad,
No importa lo que nosotros nos llamemos de Él.
Entonces, ¿por qué no aceptar Su palabra?
¿Por qué sostenemos credos que nos separan?
Sólo una cosa importa ser oída;
Que el amor fraterno llene todos los corazones.
Sólo hay una cosa que el mundo necesita saber,
Sólo hay un bálsamo para todos los dolores humanos,
Sólo hay un camino que conduce hacia los ciclos,
Este camino es: humana compasión y amor.
--Max Heindel

ver vídeo: CREDO o CRISTO

*
del libro Concepto Rosacruz del Cosmos de Max Heindel

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CONCEPTO ROSACRUZ DEL COSMOS

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Max Heindel

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miércoles, 28 de mayo de 2014

Los Rosacruces - Sabiduría Occidental - Antonio Justel



Los Rosacruces
- Sabiduría Occidental -
Antonio Justel

Unas palabras de presentación

… que las distintas sociedades en que
se estructura el mundo occidental constituyen en la
actualidad el frente más avanzado de la civilización,
es una conclusión que resulta prácticamente
indestructible.
Ello es fehacientemente obvio si reparamos en
cuestiones tales como: el nivel tecnológico
alcanzado, la marcada tendencia a asumir los
dictados de la razón como instrumentos de primer
orden para la resolución de conflictos, el naciente
sentido de cooperación para llevar a buen puerto
cometidos y empresas colectivos, los
valores primordiales en que aquéllos se asientan,
ya justicia, ya pluralidad e igualdad, ya solidaridad,
los cuales dan nacimiento y solidez al sistema no ya
sólo democrático sino mayormente y también
republicano, sin prescindir en ningún caso de la
amplia y universal defensa de los Derechos
Humanos, etc., etc.
Desde tiempos antiguos – y con notoriedad desde el
Período Helénico – de una u otra forma
el desarrollo del intelecto no ha tenido tregua en
el mundo occidental, pues ha pesar de las "edades
oscuras" fue no obstante capaz de reconcentrarse
para sobrevivir en pequeños reductos y emerger
pujante con la llegada del Renacimiento y
la Ilustración después, e imposible de ignorar en las
últimas décadas, plenas de éxitos científicos, de
logros en todas las orillas y apartados del saber. El
progreso científico y material, por tanto, ha sido
enorme. Este progreso ciertamente nos ha
removido, nos ha arrancado de la postración en que
nos había sumido la primera mitad del siglo XX y ha
logrado insertar en nuestra concepción de vida el
hecho incuestionable de la celeridad y la posibilidad,
dotándonos de un impulso de naturaleza mental que
viene a proporcionar sin duda confianza y licitud en
un trabajo mundano arduo, riguroso, organizado.
A escala mundial, tal es hoy Occidente en este
exclusivo aspecto. Más ¡… ay! Ello, naturalmente, no
es todo.
"No he venido a traer la paz, sino la espada",
anunció el mismo Cristo, anticipando así lo que
habría de venir a este mundo occidental cuando
invocara su nombre y asumiese su defensa. Por lo
que, si observamos y meditamos acerca de cómo se
ha pergeñado y consolidado aquel, pero ya actual,
devenir occidental, posiblemente pudiéramos
convenir en que, tras tanto dolor y sangre derramada
no solo por meras guerras colonialistas,
por derechos hereditarios o de pura y
dura conquista, sino por guerras de religión también,
el conjunto occidental ha conseguido adentrar en
su conciencia una reflexión consciente y madura
acerca de que era preciso separar con
nitidez Estado e Iglesia o iglesias, a la vez que
hilvanando una suerte
de tratados con métodos civiles y civilizados
de diálogo que permitieran preservar la paz y la
concordia, la digna convivencia en suma.
Todo cuanto sustenta lo anterior, y como entraña de
nuestro "manifiesto" debemos señalar no obstante,
de forma netamente marcada, dos cuestiones
de naturaleza sustancial: Así, a) En
algunos sistemas de Yoga se pide que el yogui se
siente en determinadas posiciones a fin de que
ciertas corrientes cósmicas, mediante un sistema
de respiración, puedan influir en su cuerpo de una
manera concreta, es decir, produciendo los
resultados previstos. Pero, si eso es así para un
hindú, por ejemplo, sería en cambio y por demás
inútil para un europeo, dado que éste, debido a su
forma de vida, se mostrará completamente
insensible para con las corrientes aludidas. Y es
que, siendo los modos de vida tan diferentes, como
asimismo los sistemas de pensamiento seguidos,
obvio debe ser que la sensibilización de los
vehículos de los occidentales y los orientales sea en
consecuencia en extremo diferente. En coherencia
con ello, resultaría, pues, inútil para nosotros adoptar
unos métodos, dado que no responden a lo que en
verdad necesitamos para la unión entre el Yo
Superior y el Inferior, meta perseguida de naturaleza
eminentemente espiritual. En las Enseñanzas
occidentales los resultados espirituales, pues, en
ningún caso se consiguen mediante ejercicios
físicos. Tampoco debe pasársenos por alto resaltar
en este punto el hecho de que, lo que realmente
acontece en un occidental, bajo el impulso de las
corrientes citadas, propiciadas por aquellas posturas
de asiento y los consiguientes métodos de
respiración, es que, en los occidentales, conduce a
que los átomos prismáticos del cuerpo vital sometan
a los núcleos de los átomos del cuerpo a tan alta
vibración (excitación) que, de hecho, y en algunos
casos, logran sacar el cuerpo vital fuera del cuerpo
denso, por lo que el afectado probablemente irá
andando bajo una sensación a como si flotase y
absolutamente descompensado, o, cuando no,
dando lugar a problemas de percepción y conexión
entre ambos vehículos con resultado de locura en no
pocos de los casos estudiados; b) Todas las
escuelas de ocultismo del mundo se dividen en siete
porque ese el número en que los Espíritus Virginales
se segregan como tales Rayos de Vida, por lo que
cada escuela u orden pertenece necesariamente a
uno de tales Rayos, del mismo modo a como que
sucede con cada individuo aisladamente
considerado. De aquí que, cualquier persona que
busque instrucción al amparo de un Rayo que no
sea el suyo, no podrá alcanzar beneficio espiritual
alguno, pues no podrá haber armonía entre los
instrumentos que se utilizan y los vehículos a que se
aplican. Y, desde luego, no olvidemos que tanto la
Naturaleza como directamente los Guías de la
Humanidad tienen siempre a nuestra mano aquello
que en cada momento necesitamos para nuestro
progreso y desarrollo.
Por tanto, todo Occidente, en términos comúnmente
aceptados, si bien es depositario de un ethos
concisamente espiritual, producto de un sufrimiento
largo y sin cuento, también es cierto que en general
optó por acogerse y reposar en su momento en
los principios aligerantes y amorosos del Cristo, y
este es un momento muy oportuno para hacer
constar sin reservas que los rosacruces no creen en
el azar.
Hoy, sin embargo, mediante el auge económico, el
sentido globalizador del tiempo y tras las soberbias
brechas que apresuradamente abre ante nosotros
el conocimiento científico, a rebufo de tan
numerosas estelas, con flagrante y estricto silencio
espiritual, se abre el abismo que un día y otro
contribuye a separar más y más la mente
del corazón del hombre. Corre, pues, la mente
sobre bancos de datos y análisis de laboratorio,
sobre concreciones materiales pretendiendo saber,
por lo que trata de convencerse de la resultante de
sus propios y grandes hallazgos y se convence; pero
mientras, y sin embargo, el corazón siente el impulso
de lo excelso, de aquello que, cual
inexpresable luz llena de infinitud y armonía, se
expresa haciéndonos intuir la verdad inequívoca de
la vida universal y una. Es el alma humana
pretendiendo remontarse una y otra vez sobre las
limitaciones con que, en Occidente y en todas
partes, aún se encuentra hoy. Aherrojado, pues, el
corazón y callada el alma, doblegada y, por ello,
sumisa al intelecto, al hombre le resulta imposible
caminar de forma completa y armoniosa, pues es
evidente de que, con base en su rigor absoluto, la
sola razón crea y recrea monstruos. Hemos de
renovar con denuedo el principio indestructible de
que el ser humano no es únicamente fuerza bruta e
intelecto, ya que, si así fuera, no existirían
los valores morales ni, por ende, los derechos
humanos y la vida no valdría nada, el amor no
existiría ni, por tanto, la ayuda, la compasión, la
misericordia. Con la Teoría de Darwin y poco más
bastaría. La aspiración hacia un mundo mejor y más
elevado sería una tarea irreal, de todo punto
imposible.
Por tanto ¿ es que no hemos de hallar algún terreno
en el que cabeza y corazón, mente y alma trabajen
conjuntamente, de la mano, tornándose en unión
más elevados, más eficientes, y proporcionándose a
un tiempo mutuamente una más que equitativa
satisfacción? Y si alentamos esta proposición es
porque, siendo cierto que no puede haber
contradicciones en la Naturaleza, la unión de mente
y corazón no puede sino producir resultados
positivos en su complementariedad, en su utilización
simultánea en cuanto recursos, en cuanto
instrumentos, a la vez que asumiéndose el
hombre tal cual es. Con alguna precisión, bien
podemos insertar aquí aquella frase sabia que reza:
"el conocimiento hincha, pero el amor construye".
La orden de los Rosacruces - Heraldos de la Era de
Acuario, orden no dogmática - que fue fundada
especialmente para aquellos cuyo elevado grado
de desarrollo intelectual les obligaba u obliga a
repudiar el corazón, estima que mediante una mente
amplia y limpia, y un corazón grande y noble, el ser
humano es capaz de remontarse no sólo sobre sí
mismo y obtener el más elevado conocimiento
acerca de quién es, sino también acerca de aquello
de que es parte integrante. De donde se sigue que,
teniendo como punto de partida que el
conocimiento intelectual no es más que el medio que
lleva al fin pero no el fin en sí mismo, es por lo que
los rosacruces tratan de satisfacer al aspirante,
probándole primero, que todo es razonable en el
universo y triunfando de esta forma sobre al rebeldía
inicial del intelecto.
Porque a las inveteradas preguntas: ¿… de dónde
venimos? ¿Por qué estamos aquí? y ¿hacia dónde
vamos?, qué podemos responder. Hoy día existen
muchas personas, tan embargadas por la sequedad
del intelecto, que se han negado a sí mismas la
posibilidad de lograr acceder a otra cosa que no
sean los contrastes materiales, aquéllos que aportan
medidas estipuladas previamente y fácilmente
evaluables aquí y ahora, en el contante y
sonante mercadeo de la idea y su valor en oro.
Y frente a semejante autolimitación, frente a
la quiebra humana que representa prescindir de una
parte-fundamento del ser, hemos de alzarnos para
decir, por el contrario, que nadie se auto-margine,
que nadie huya ni tenga miedo a la verdad, porque
en el siglo y milenio que corren no podemos
abstenernos ya de indagar, integrar y disponer de
cuantos medios estén a nuestro alcance para crecer
no sólo en la Tierra, también en el Sistema Solar y
en los sistemas galácticos e intergalácticos. De aquí
que entendamos la propuesta efectuada como no
arriesgada, y sí grande, digna y eficiente.
Ahora bien, lo que vamos a dar en este libro no se
obtiene por dinero ni a plazo definido, pues
capacitarse para comprobar por uno mismo
la utilidad práctica de vida a base de conocer y
disponer de los mundos invisibles en su calidad de
causas de todo cuanto en sustancia es, supone una
labor intensa y persistente a la vez que divina. Ello
es tan así que, nos podríamos preguntar de nuevo:
pero ¿… quién de va a osar vivir una vida recta y
digna que solamente vaya a complacerse en servir a
los demás? Es obvio, naturalmente, que ese
"servicio" puede ser prestado de las más diversas
formas y casi desde cualquier campo, casi desde
cualquier actividad; pero el paso primero, ese paso
necesario que sólo al alma propia incumbe ¿quién lo
da? Y si es cierto que el hombre que consigue
reconocer su ignorancia ha dado el primer paso
hacia el conocimiento, el conocimiento directo de los
mundos sutiles no es fácil, pues nada realmente
valioso lo es, y nunca podríamos repetir lo suficiente
que para alcanzarlo tampoco existen cosas como
"dones", "privilegios" o "suerte", pues todo cuanto se
alcanza es resultado exacto del esfuerzo, y todo
aquello que a uno le falta al compararse con otro,
está en él, lo tiene latente en sí mismo, por lo que
podrá desarrollarlo de emplear los medios
adecuados.
Dicho lo cual, convengamos en que el primer
requisito, y esencial, deba consistir en un ferviente
deseo por conocer lo oculto, lo que está detrás del
velo de la materialidad, a fin de integrar las partes
encontradas y ponerlas por completo al servicio de
uno mismo y de la humanidad. En otro caso,
cualquier hallazgo – resaltamos fuertemente este
aspecto – podrá devenir en inconveniente cuando no
en peligroso. Una buena referencia para
cada acción de vida puede escrutarse a través de:
"Donde no hay bondad, no hay verdad".
En este documento recopilatorio que de las
Enseñanzas de la Sabiduría Occidental vamos a
ofrecer, no incluye ninguna invención fantasiosa que
a ciertas personas, para un determinado período de
tiempo, se les haya ocurrido describir y vender. Lo
que vamos a ofrecerles es un brevísimo resumen –
una puerta entreabierta, siquiera – de lo que desde
los primeros albores del mundo se encuentra
recogido en la Memoria de la Naturaleza, y de
aquello que, a través de cada tiempo y de modo
concienzudo, ha podido una y otra vez ser conocido
y contrastado debidamente. Este, el del presente
libro, es por consiguiente el conocimiento indirecto,
el que cualquiera puede adquirir leyéndolo e
ilustrarse meramente con él.
Y si el mismo Cristo dijo: "la verdad os hará libres",
también nos atrevemos a añadir que, sin embargo, y
normalmente, la verdad no se encuentra a la vuelta
de la esquina y que además es eterna, por lo que
también su indagación constante se nos debe
presentar como un continuum sustentado en sí
mismo y por sí mismo en cuanto que real e
indestructible solución de continuidad.. En ocultismo
se sabe que no se puede dar una creencia o un
hallazgo determinado de una vez y para siempre, es
decir, no existe el dogma, pues, aunque hay ciertas
verdades básicas que desde luego permanecen
prácticamente inalterables, ello no obsta para que en
ningún caso quepa ignorar que pueden ser miradas
desde muchos ángulos o puntos de vista, los cuales,
unidos, y sin lugar a dudas se complementarán entre
sí vertebrando la verdad de manera más afirmativa y
amplia. En consecuencia, nunca, jamás podremos
poner término ni modo en la conquista definitiva de
la verdad total.
Por último, no queremos concluir estas palabras de
presentación sin antes mostrar nuestro respeto y
simpatía por aquellas otras "miradas filosóficas"
distintas a las nuestras, pues, por nuestra parte, bien
sabemos que unas y otras miradas podrán cruzarse,
pero no crear enemistad. Vaya para los "diferentes"
y para los lectores de este libro nuestro mejor deseo.

El autor-compilador

*
del libro "Los Rosacruces" 
de Antonio Justel

* * *

1 comentario:

  1. Querido hermano,he querido escribir un mensaje desde Facebook pero me ha sido imposible y considero que lo que quería decir no es correcto que lo diga por aquí, así que agradecería se me comunicara el medio que puedo emplear.

    Muchas gracias y que las rosas florezcan en nuestra cruz.

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