humana compasión y amor

”el
propósito de la vida no es felicidad sino experiencia"…


Ningún hombre ama a Dios si aborrece a sus semejantes,
Quien pisotea el corazón o el alma de su hermano;
Quien busca encadenar, nublar o ensombrecer la mente
Con miedos del infierno, no ha percibido nuestra meta.
Dios nos envió todas las religiones benditas
Y Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida,
Para dar descanso al de pesada carga
Y paz para el dolor, el pecado y la lucha.
Contemplad al Espíritu Universal que ha llegado
A todas las iglesias, no a una solamente;
En la mañana de Pentecostés una lengua de fuego
Rodeando a cada apóstol como un halo brilló.
Desde entonces como buitres famélicos y voraces,
Hemos combatido a menudo por un nombre sin sentido,
Y buscado dogmas, edictos o credos,
Para enviarnos los unos a los otros a la hoguera.
¿Está Cristo dividido entonces? ¿Fue Pedro o Pablo,
Para salvar al mundo, clavado al madero?
Si no, ¿por qué, entonces, tales divisiones?
El amor de Cristo abarca tanto a vosotros como a mí.
Su puro dulcísimo amor no está confinado
Por credos que segregan y levantan una muralla.
Su amor envuelve y abraza a toda la humanidad,
No importa lo que nosotros nos llamemos de Él.
Entonces, ¿por qué no aceptar Su palabra?
¿Por qué sostenemos credos que nos separan?
Sólo una cosa importa ser oída;
Que el amor fraterno llene todos los corazones.
Sólo hay una cosa que el mundo necesita saber,
Sólo hay un bálsamo para todos los dolores humanos,
Sólo hay un camino que conduce hacia los ciclos,
Este camino es: humana compasión y amor.
--Max Heindel

ver vídeo: CREDO o CRISTO

*
del libro Concepto Rosacruz del Cosmos de Max Heindel

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CONCEPTO ROSACRUZ DEL COSMOS

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Max Heindel

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miércoles, 28 de mayo de 2014

IV ANÁLISIS DE LAS TRES TEORÍAS OCCIDENTALES MÁS IMPORTANTES EN RELACIÓN CON LA RELIGIÓN


IV
ANÁLISIS DE LAS TRES TEORÍAS
OCCIDENTALES MÁS IMPORTANTES EN
RELACIÓN CON LA RELIGIÓN


Primera teoría.- Es la materialista. Afirma que todo
es materia y que, por tanto, el hombre también lo es,
por lo que, cuando ocurre la muerte, aquello que se
fue denominado "hombre" desaparece sin dejar tras
de sí rastro alguno, ni siquiera mental. Para esta
teoría, todo cuanto ocurre en el hombre puede ser
traducido en interrelaciones de capacidades
adquiridas a lo largo de las edades y siempre debido
a una suerte de azares sucesivos e incomprensibles
a través de la materia.


Segunda teoría.- La teológica. Es la sustentada por la Iglesia Católica. Podríamos resumirla diciendo que al nacer cada hombre, Dios crea su alma específica la cual le entrega, y aquél, tras el hecho de la muerte, y dependiendo ello de sus buenas o malas obras durante los exiguos años de su vida, adquirirá por siempre la dicha o la condena eterna,
sin posibilidad alguna de retornar para corregir sus
actos y perfeccionar su conducta y por tanto su vida.



Tercera teoría. Es la del renacimiento, denominada
por muchos de forma indebida de la "reencarnación".
Esta teoría nos dice en síntesis que el hombre,
mediante sucesivos renacimientos, está asistiendo a
distintos cursos de una escuela con sus
consiguientes días y épocas de vacaciones o
descanso; que cada vez que renace trae consigo los
frutos acumulados de cada vida a los de la vida
anterior, por lo que sucesivamente va ganando
méritos con que perfeccionar no sólo su cuerpo
físico sino también sus vehículos espirituales,
consiguiendo construir y hacer surgir por sí mismo y
de sí mismo poderes anímicos trascendentes, y ello,
de tal forma, que en un mañana aún lejano
alcanzará sin duda la perfección tras haber
acumulado los poderes que son precisos a un dios,
puesto que habrá desarrollado no sólo sus
posibilidades latentes en cuanto hijo de un Padre
perfecto, (Dios) sino que contará con la virtualidad
de hacer aportes originales (epigénesis) dada la
vertiente propia de un Yo independiente y a la vez
creador. Añadir, en suma, que esta teoría predica el
libre arbitrio del hombre en aras a la conformación
de su propio destino, y que todo cuanto le acaezca a
lo largo de su evolución será consecuencia única y
estricta de sus actos previos, dado que Dios,
lanzado el Fiat Creador y diseñadas las leyes que
rigen el universo, éstas han sido sostenidas, por lo
que se recoge lo que se siembra, si bien se
considera oportuno introducir una matización, cual
es la de que prácticamente, y al final de los tiempos,
todos, y no sólo 144.000 seremos salvos, tal y como
es afirmado y defendido por la teoría teológica.
Así, pues, es el momento de entrar directamente en
el capítulo de las comparaciones. Tras analizar la
teoría materialista, y comprobada su incapacidad
para darnos una solución válida a los esquemas que
tanto nos preocupan, cuales son los relativos a la
vida y la muerte, no tendremos más que delinear
algunas de las verdades bien contrastadas hoy
científicamente para poder desecharla con absoluta
solvencia. Hoy de ningún modo podemos negar ni
siquiera poner en duda la continuidad, la
permanencia de la materia o de la energía, puesto
que aceptamos su transformación pero no su
desaparición. Por otro lado, que la mente despliega
fuerza o energía se halla también fuera de toda
especulación científica, por lo que, de existir una
pregunta oportuna, debería contener el siguiente
trazado: tras el hecho de la muerte ¿dónde
encontraríamos la mente, aquella energía capaz de
alterar el propio ser como la propia conciencia y
otras conciencias, capaz en resumen de idear y
establecer un orden antes inexistente y al tiempo
vigilarlo y mantenerlo, adónde, adónde habríamos
de acudir? De otro lado, y del mismo modo,
sabemos que los átomos de nuestros cuerpos
cambian en cada período aproximado de siete años;
por lo que, si la teoría materialista fuese cierta,
nuestra memoria prácticamente desaparecería al
cabo de tan escasos años, quedándonos
únicamente el recuerdo de lo acaecido durante los
últimos siete; y, sin embargo, es bien notorio que
somos capaces de recordar acontecimientos
extraordinariamente lejanos y nimios, ubicados en
los mismos inicios de la niñez. Si a ellos
añadiésemos los recuerdos que afloran en
situaciones de trance o en las cercanas a la
congelación o al ahogamiento, tendríamos que
concluir que esta teoría no aporta explicaciones
porque simplemente no las tiene: se sume sin más
en el silencio.
Pasemos, pues, sin mayor cuidado a examinar el
contenido de la teoría teológica porque, lo que de
entrada más llama la atención en ella, es la
clamorosa injusticia que entraña en sí, pues ¿cómo
es posible que de los miles de millones de espíritus
que componen la humanidad, Cristo, enviado por El
Padre en su plan salvador, haya venido a salvar sólo
y exclusivamente a 144.000? Por tanto, teniendo
presentes la omnisciencia y omnipotencia de Dios
¿es posible que concibiese un plan de redención y
salvación para tan pocos? La mente, en su
racionalidad, y en consecuencia, no puede admitir
semejante tropelía por injusta y desigual. Porque
¿qué sería de los demás? No, por tanto, no es
posible que Dios envíe a su Único Hijo para llevar a
cabo un plan divino que más bien y en realidad
devendría en un plan-hecatombe en lugar de un plan
ciertamente salvador. Es posible que lo que en
verdad quiera decir la Biblia sea muy diferente a lo
que la teoría teológica está predicando y
defendiendo, cuestión ésta que probablemente
podamos examinar más adelante.
Por último, pasemos a resaltar los matices más
brillantes o matices-fundamento de la teoría del
Renacimiento, la cual - recordémoslo - dice que a
base de encarnaciones sucesivas, y lentamente,
aprendiendo las lecciones de cada vida y
acumulándolas en la conciencia personal, el ser
humano progresará hasta alcanzar no ya y
únicamente un cuerpo físico perfecto, sino un
desarrollo espiritual de magnitud extraordinaria,
inimaginable siquiera por nosotros mismos en estos
momentos actuales. Es la teoría que, asistida de la
lógica e interrelacionando entre sí todos sus
aspectos, concibe y basa su sistema en una
estructura creciente y ordenada, cual es en sí la
"Evolución", la del espíritu a través del tiempo, a lo
largo del plan diseñado por Dios desde el principio
para la humanidad, un plan que de ningún modo se
desarrolla de forma rectilínea, es decir, de forma
unidimensional, como así sucedería de ser ciertas
las teorías materialista y teológica, y ni tampoco
circular, con encuadre bidimensional, dado que
siempre retornaríamos al punto de partida sin
alcanzar meta ni fin alguno. Por el contrario, y
acorde con las tres dimensiones cual está
constituido nuestro mundo, la teoría del renacimiento
nos indica que la evolución tiene su marcha en
espiral, espiral simple o doble o en pares
contrapuestos, pero siempre hacia arriba y hacia
delante, volviendo y elevándose, perfeccionándose
tal y cual podemos observar que ocurre a través de
infinitas vertientes y aspectos del universo que nos
rodea, el que alberga y va proporcionando nuevos
espacios a estrellas, galaxias y demás agrupaciones
cósmicas.
El ir y el volver, el mero retorno (sobre todo desde la
vida a la muerte, y de nuevo desde la muerte a la
vida) - elemento básico en el renacimiento -
constituye un hecho persistente y capaz de ser
descubierto por doquier: así el día y la noche, el ciclo
alternante de las mareas, el invierno y el verano, la
composición de nuestra nebulosa solar o la de los
innumerables conglomerados cósmicos que en el
espacio pueden ser observados, o mismamente a
través del diseño de una pequeña y humilde planta:
cada rama, cada tallito u hoja van conformando el
esquema en espiral de que estamos hablando: un ir,
un volver y un permanente crecer. Por tanto, y en
virtud de lo que la Naturaleza nos está mostrando
¿podría ser posible que tal diseño estuviera
concerniendo al resto del mundo y no concerniera al
hombre? Si la primavera vuelve y todo germina, y se
expande y florece ¿cómo podría ser que el hombre
no volviera y permaneciese para siempre sin adquirir
nueva vida, ni nueva fuerza, ni nuevas experiencias
con su crecimiento y, en consecuencia, sin alcanzar
la perfección, cual es su meta? ¿Es que acaso no
recordamos que el mismo Cristo dijo "¿no sabéis
que sois dioses?" y que esto, sin la menor duda
implica perfección? Sí, podremos responder, pero
¿es que no hemos conocido a referenciados
nuestros ya fallecidos, acerca de los que tenemos
convicción plena de que su condición moral y
espiritual distaba mucho de encaminarse a la de un
dios? Y es que ¿no sería más bien que tanto dichos
hermanos como nosotros mismos, ya muertos, ya
vivos, somos dioses en formación y que en
consecuencia aquellos se hallaban lejos aún de la
condición de perfectos? Evidentemente la afirmación
de Cristo, sus palabras, encuadran armoniosamente
en la teoría del renacimiento, pues no de otra
manera, sino retornando y creciendo
progresivamente, es decir, evolucionando, sería y es
que podremos llegar a ser superiores a los ángeles,
siquiera fuese dicho adelanto con relación a la
condición o status actual de esta hueste de luz.

*
del libro "Los Rosacruces" de Antonio Justel

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