NACIMIENTO DE LOS PLANETAS
Para que el hombre pudiera expresarse en el Mundo Físico denso, era necesario desarrollar un cuerpo denso apropiado. En un mundo como éste, su cuerpo debe tener piernas, órganos diversos y un sistema muscular que le permita moverse, así como un cerebro que dirija y coordine sus movimientos. Si las condiciones hubieran sido diferentes, el cuerpo se hubiera modificado en armonía con ellas.
Es necesario, para todos los seres, elevados o inferiores en la escala de la existencia, el poseer vehículos para expresarse en cualquier mundo en el que deseen hacerlo. Hasta los siete Espíritus ante el Trono deben poseer esos apropiados vehículos, que, por supuesto, son diferentes para cada uno de ellos. Colectivamente, Ellos son Dioses y forman la Trinidad Suprema, manifestándose ésta de diferentes maneras a través de cada uno de aquellos.
No existe contradicción alguna en atribuir diferentes números a Dios. No pecamos contra la "unidad" de la luz por el hecho de que distingamos los tres colores primarios en los que se divide aquella. La luz blanca del Sol contiene los siete colores del espectro. Los ocultistas distinguen hasta doce colores, habiendo cinco entre el rojo y el violeta- marchando en una dirección alrededor del círculo-, además del rojo, anaranjado, amarillo, verde, etc., del espectro visible. Cuatro de esos colores son indescriptibles, pero el quinto - el que está en medio de esos cinco - es parecido en su tinte al de una flor de melocotonero recién abierta. En realidad, es del color del cuerpo vital. Los clarividentes que tratan de describirlo como "gris azulado" o "gris-rojizo" están tratando de describir un color que no tiene equivalente alguno en el Mundo Físico y se ven obligados, en consecuencia, a emplear los términos más aproximados que les proporciona nuestro lenguaje.
Quizás el color mejor que otra cosa cualquiera nos permita concebir la unidad de Dios con los siete Espíritus delante del Trono. Véase por lo tanto, el diagrama 11.
Vemos en él un triángulo blanco rodeado de un fondo negro. El blanco es sintético, conteniendo todos los colores en sí mismo, así como Dios contiene dentro de Sí Mismo todas las cosas de nuestro Sistema Solar.
Dentro del triángulo hay tres círculos: azul, rojo y amarillo, respectivamente. Todos los demás colores son simples combinaciones de esos tres colores primarios. Esos círculos corresponden a los tres aspectos de Dios, que no tienen principio y que terminan en Dios. si bien sólo se exteriorizan durante la manifestación activa.
Cuando se entremezclan esos tres colores, según se ve en el diagrama, aparecen cuatro colores adicionales, los tres colores secundarios - siendo cada uno la mezcla de dos colores primarios- y un color (índigo) que contiene toda la gama de colores, formando en total los siete colores del espectro. Esos colores representan los siete Espíritus que están ante el Trono. Los colores son diferentes, como lo son también los Siete Espíritus, y tiene cada uno una misión diferente en el Reino de Dios: nuestro Sistema Solar.
Los Siete Planetas que giran en torno del Sol son los cuerpos densos de los Siete Genios Planetarios. Sus nombres son: Urano, con un satélite; Saturno, con ocho lunas; Júpiter, con cuatro lunas; Marte, con dos lunas; la Tierra con su Luna; Venus y Mercurio.
Los cuerpos son siempre apropiados para el propósito que tiene que servir, y de ahí que los cuerpos densos de los Siete Espíritus Planetarios sean esféricos, siendo esa forma la que se adapta mejor a la enorme velocidad con la que viajan en el espacio. La Tierra , por ejemplo, viaja a una razón de 66.000 millas (106.194 kilómetros) por hora en su órbita.
El cuerpo humano tuvo en el pasado diferente forma de la que tiene actualmente, y también distinta de la que tendrá en el futuro. Durante la involución era, aproximadamente esférico, como lo es todavía durante la vida antenatal, porque su desarrollo intrauterino es una recapitulación de los pasados estados evolutivos. En ese estado organismo se desarrolla como esfera, porque durante la involución las energías del hombre eran dirigidas hacia adentro, para la construcción de sus propios vehículos, así como el embrión se desarrolla dentro de la esfera del útero.
Los cuerpos denso y vital del hombre se han hecho rectos; pero sus vehículos superiores retienen todavía su forma ovoide. En el cuerpo denso del cerebro director y coordinador está situado en una extremidad. Esa es la posición menos favorable para tal órgano. Se precisa demasiado tiempo para que los impulsos de una extremidad a otra - de la cabeza a los pies o viceversa - lleguen al cerebro. En caso de quemaduras, la ciencia ha demostrado que se pierde mucho tiempo, quedando el cutis afectado antes de que que el mensaje pueda llegar a la parte afectada hasta el cerebro y volver de nuevo.
Esta imperfección quedaría disminuida grandemente si el cerebro estuviera en el centro del cuerpo. Las sensaciones y sus respuestas correspondientes podrían recibirse y transmitirse mucho más rápidamente. En los planetas esféricos, el Espíritu Planetario dirige los movimientos de su vehículo desde el centro. El hombre futuro se redondeará nuevamente, como se ve en el diagrama 12. Se convertirá en una esfera, lo que le proporcionará muchas facilidades para moverse en todas direcciones y, por supuesto, para combinar movimientos simultáneos.
El Concepto Rosacruz del Cosmos afirma que existe una evolución ulterior en reserva para los planetas.
Cuando los seres de un planeta han evolucionado hasta un
--------------------------------------------------------------------------------
Diagrama 12: Forma Corporal del Hombre
--------------------------------------------------------------------------------
grado suficiente, el planeta se convierte en un Sol- el centro fijo de un Sistema Solar - Cuando los seres que en el se encuentran han evolucionado en mayor grado aún, y, por consiguiente, cuando ha llegado aquél (el Sol), a alcanzar el máximum de esplendor, se transforma en un Zodiaco, convirtiéndose, por así decirlo, en matriz de un nuevo Sistema Solar.
En esa forma, las grandes huestes de Seres Divinos que, hasta entonces, estaban confinadas en el Sol, adquieran libertad de acción sobre un número mayor de estrellas, desde las cuales pueden afectar de diversas maneras al sistema que está dentro de su propia esfera de influencia. Los planetas o mundos que llevan humanidad, dentro del Zodiaco, están sufriendo constantemente la acción de esas fuerzas, pero en varias maneras, de acuerdo con el estado que hayan alcanzado en su evolución.
Nuestro Sol no pudo convertirse en un Sol hasta que arrojó de sí a todos los seres que no estaban suficientemente evolucionados como para soportar el elevado grado de vibración y la gran luminosidad de los seres que estaban calificados para aquella evolución. Todos los demás seres que se encuentran sobre los diversos planetas habrían sido consumados si se hubieran quedado en el Sol.
Este Sol visible, aunque es el campo de evolución de seres muy por encima del hombre, no es, sin embargo, de ninguna manera, el Padre de los otros Planetas, como lo supone la ciencia. Al contrario, él mismo es una emanación del Sol Central, que es la fuente invisible de todo lo que es nuestro Sistema Solar. Nuestro Sol visible no es sino un espejo en el que se reflejan los rayos de energías del Sol Espiritual. El Sol real es tan invisible como el hombre real.
Urano fue el primer planeta arrojado de la nebulosa cuando comenzó su diferenciación en el Caos, al alborear el Período terrestre. No había luz alguna, excepto la luz confusa del Zodiaco. La vida que partió con Urano sigue más bien un camino hacia atrás, y se dice que evoluciona, pero muy lentamente.
Saturno fue el planeta que se expulsó después. Es el campo de evolución para la vida que está en el estado de evolución correspondiente al Período de Saturno. Este planeta se diferenció antes de la ignición de la nebulosa y (como todas las nebulosas que pasan a través del Período de Saturno evolutivo) no era fuente de luz sino únicamente un reflector.
Poco después se diferenció Júpiter, cuando la nebulosa estaba ya en ignición. El calor de Júpiter no es tan grande como el del Sol, Venus o Mercurio; pero, debido a su inmenso volumen, puede retener su calor, y, por lo tanto, es un campo de evolución muy conveniente para seres muy desarrollados. Corresponde al estado que alcanzará la Tierra en el Período de Júpiter.
Marte es un misterio y solamente pueden darse muy ligeras informaciones sobre él. Podemos decir, sin embargo, que la vida de Marte es de una naturaleza muy atrasada, y que los llamados "canales" no son excavaciones de la superficie del planeta. Son corrientes semejantes a las que pasaban sobre el planeta nuestro en la época Atlante, y los residuos de ellas pueden observarse en las Auroras Boreales y Australes. El cambio de los canales marcianos observados por los astrónomos queda así explicado. Si fueran realmente canales, no podrían de ningún modo estar cambiando, pero si pueden derivar las corrientes que emanan de los polos de Marte.
La Tierra, incluyendo a la Luna, fue arrojada después desde el Sol; por último, Venus y Mercurio. A estos y a Marte nos referiremos más tarde al tratar de la evolución del hombre sobre la Tierra, y no necesitan mayores consideraciones por el momento.
Cuando un planeta tiene Lunas, indica que hay algunos seres en la oleada de vida que están evolucionando en ese planeta, que están demasiado rezagados para continuar en la evolución de la oleada de vida principal, y han tenido que ser arrojados del planeta para evitar que estorben el progreso de los adelantados o precursores. Y tal es el caso con los seres que habitan nuestra Luna. En el caso de Júpiter, se supone probable que los habitantes de tres de sus cuatro Lunas podrán eventualmente reunirse a la evolución de su planeta padre; pero se cree seguro que la cuarta Luna es una octava esfera, análoga a nuestra propia Luna, en la que la retrogradación y la desintegración de los vehículos ya adquiridos son debidas a la demasiada adherencia a la existencia material por parte de los mismos seres evolucionantes que se han llevado a sí mismos a tan deplorable fin.
Neptuno y sus satélites no pertenecen propiamente a nuestro Sistema Solar. Los demás planetas - o mejor dicho, sus Espíritus - ejercen influencia sobre toda la humanidad; pero la influencia de Neptuno está restringida a una clase especial: los astrólogos. El autor, por ejemplo, ha sentido varias veces su influencia de manera muy marcada.
Cuando los rezagados que han estado evolucionando desterrados en alguna Luna han alcanzado su puesto correspondiente, y han vuelto al planeta paterno, o cuando una retrogradación continuada ha causado la completa desintegración de sus vehículos, la Luna abandonada comienza también a disolverse. El impulso inicial del elemento espiritual que la lanzó a una órbita fija por milenios también después de haber sido abandonada, y desde el punto de vista físico o material, puede parecer aún un satélite del planeta que rodea. No obstante, según transcurra el tiempo y la fuerza de atracción ejercida por el planeta padre disminuya, su órbita se ensanchrá hasta alcanzar el límite del sistema solar. Entonces estalla en el espacio interplanetario y se disuelve en el Caos. La expulsión de tales mundos , que son semejantes a la escoria, es análoga a la manera en que un cuerpo extraño y duro introducido en el sistema humano, se escurre y sale a través de los músculos hacia la piel. Los asteroides ilustran este punto. Son fragmentos de Lunas que un día rodearon a Venus y Mercurio. Los seres confinados un día sobre ellos son conocidos esotéricamente con los nombres de "Señores de Venus" y "Señores de Mercurio", y han alcanzado su perdido desarrollo en su mayor parte por el servicio efectuado con la humanidad, como después será relatado, y ahora se hallan salvos en su planeta progenitor, mientras que las Lunas que ellos habitaron provisionalmente han sido desintegradas parcialmente y se hallan ya fuera de la órbita de la Tierra. Hay otras lunas aparentes en nuestro sistema; pero el Concepto Rosacruz del Cosmos no las tiene en cuenta, por hallarse más allá del campo de la evolución.
*
del libro Concepto Rosacruz del Cosmos de Max Heindel
*
*
* * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario