V. Sabiduría en el universo
En Proverbios 3:19 está escrito: "Con la sabiduría fundó Yavé la tierra,
con la inteligencia consolidó los cielos." Los científicos materialistas han
realizado muchas observaciones de lo que hay en el universo y como se
comporta la materia. ¿Dan esas observaciones evidencia de la sabiduría? Para
contestar esa pregunta debemos tener algún medio de reconocer la sabiduría
cuando la encontremos. Una manera de indagar si hay sabiduría en el universo
presente es compararlo con otros posibles universos alternativos, imaginados,
y ver qué funciona mejor, si el universo real o los alternativos.
En el universo presente, dos de las partículas básicas que constituyen la
materia son el protón y el electrón. Vemos que estas partículas se atraen
mutuamente gracias a lo que se denomina fuerza eléctrica. ¿Cómo sería el
universo si no hubiera fuerza de atracción entre las partículas? Todas las
partículas del universo flotarían al azar y sería imposible construir forma
alguna. Si queremos una creación con sentido, debemos ser capaces de unir
partículas para obtener formas diversas. Por lo tanto, la existencia de fuerzas
eléctricas es sabia.
En el universo presente, la fuerza eléctrica no es capaz de mantener
juntos dos protones pero existe otra fuerza, llamada fuerza de cohesión
nuclear, capaz de mantener unidos los protones. ¿Cómo sería el universo si los
protones no pudieran permanecer unidos? El único elemento en el universo
sería entonces hidrógeno (consistente en un protón con un electrón en su
órbita). Si sólo hubiera un elemento en el universo, la posibilidad de crear
estructuras complejas con propiedades diversas sería limitada. Por
consiguiente, el mundo material es un mundo mejor gracias a la existencia de
la fuerza de cohesión nuclear.
Cuando varios protones se unen y atraen electrones en órbita alrededor
de ellos, el resultado recibe el nombre de átomo. Todos los átomos con el
mismo número de protones reciben el mismo nombre atómico. Por ejemplo,
todos los átomos con seis protones se denominan átomos de carbono, todos
los átomos con veintiséis protones se denominan hierro, todos los átomos con
setenta y nueve protones se denominan oro, etc. Observamos que en el
universo presente los movimientos de los electrones alrededor de los protones
son gobernados por lo que llamamos ondas mecanico-cuánticas. Estas
permiten que los electrones vayan solamente en ciertas órbitas alrededor de
los protones. ¿Cómo sería el mundo si esas ondas no gobernaran los
movimientos de los electrones? Lo primero de todo, ningún átomo de un
elemento tendría las mismas propiedades químicas que otro. Un átomo de oro
tendría sus electrones dispuestos de manera diferente que cualquier otro
átomo de oro, de forma que cada átomo tendría diferentes propiedades. Y lo
que es más, los átomos podrían cambiar sus propiedades continuamente.
Cada vez que un átomo colisionara con otro átomo, los electrones de ambos
serían empujados a diferentes órbitas y los átomos cambiarían sus
propiedades. Átomos que formasen un cuerpo sólido en un momento
determinado podrían transformarse en un líquido o un gas un minuto después
o podrían cambiar de un sólido frágil a un sólido elástico, o de una sustancia
no inflamable a una inflamable, etc. Tal inestabilidad en el mundo no conduciría
a la construcción de formas físicas útiles. Por consiguiente, las ondas
mecanico-cuánticas que gobiernan el movimiento de los electrones cumplen un
propósito útil y muestran sabiduría.
Cuando se unen dos o más átomos, el resultado se denomina molécula.
Los diversos cuerpos vegetales, animales y humanos se componen de
moléculas. Los humanos obtienen los materiales para sus cuerpos comiendo
vegetales. Observamos que los cuerpos humanos no se componen de
porciones de frutas y vegetales. Si así fuera, las posibles estructuras corporales
serían muy limitadas. ¿Puede imaginar el tratar de construir arterias, venas y
capilares con pequeños trozos de apio, tal vez unidos con miel y harina? Es
sabio que el cuerpo humano sea capaz de descomponer la comida en sus
partes constituyentes y después reconstruir nuevas moléculas que servirán a
sus propósitos.
Cualquier molécula puede ser descompuesta si es calentada lo
suficiente. Pero si el cuerpo humano tuviera que descomponer los alimentos
mediante calor, todas las moléculas en la proximidad de dicho calor se
descompondrían también. Esto no sería sabio porque si bien la comida debe
ser descompuesta, otras moléculas deben bien preservarse o bien construirse
a partir de la comida. Los medios de que se sirve el cuerpo para descomponer
la comida y construir las moléculas necesarias evitan los problemas citados.
El cuerpo alberga moléculas llamadas enzimas. Existen muchos tipos
diferentes de enzimas. Para cada tipo de molécula que necesita ser
descompuesta hay un tipo específico de enzima que puede acoplarse y romper
sólo aquel tipo de molécula y ninguna otra. Además, por cada pequeña
molécula que se necesita construir existe una enzima que es capaz de
acoplarse a los componentes específicos que se requieren, ignorando cualquier
otra sustancia presente y los reúne de manera estable. Así, el cuerpo
descompone de manera selectiva ciertas moléculas que no puede emplear y
construye otras que sí puede emplear.
Las enzimas son capaces de reunir unos cuantos componentes para
construir una molécula pequeña. La molécula de proteína típica que necesita el
cuerpo humano consta de una cadena de aproximadamente 400 aminoácidos
dispuestos de una determinada manera. El trabajo de construir tal molécula es
demasiado grande para las enzimas. Existen en el cuerpo ciertas moléculas
(llamadas moléculas de ADN) que tienen codificada la configuración según la
cual las diferentes proteínas del cuerpo serán formadas. Existen otras
moléculas (llamadas ARN-m, ARN-t y ribosomales) que cooperan para
disponer los aminoácidos apropiados en la secuencia especificada por el ADN.
De esta manera el cuerpo humano puede obtener para sí mismo los tipos de
moléculas que precisa. En modo alguno estas moléculas que trabajan para
construir otras moléculas fabrican proteínas constantemente en un cuerpo
sano. Otros grupos de moléculas (llamadas genes reguladores, silenciadores y
operadores) son capaces de detectar si una proteína en particular es necesaria
17y estimular su producción en ese caso así como suprimir su producción si no es
necesaria. Es eficiente (y por lo tanto sabio) que el cuerpo no malgaste sus
energías produciendo cosas que no necesita.
Cuando nos fijamos en la estructura de los diversos órganos y sistemas
dentro del cuerpo humano apreciamos más evidencias de sabiduría. El cuerpo
es capaz de transportar oxígeno y nutrientes mediante la sangre a todas las
células del organismo y transportar los productos de desecho lejos de las
células. Sin circulación sanguínea las células serían como una estufa que no es
alimentada con combustible y aire y de la cual no se retiran las cenizas. Pronto
se apagaría.
El cuerpo físico no sólo tiene las características necesarias para
funcionar en el mundo físico sino que dispone de muchas propiedades que
aumentan al máximo su capacidad funcional. Los huesos se componen de
materia dura cerca de la superficie y una trabécula de material poroso dentro,
lo cual les da fuerza sin un peso excesivo. Los pulmones (con sus alvéolos), el
intestino (con sus vellosidades) y el sistema circulatorio (con sus capilares)
tienen ramificaciones que incrementan las superficies, lo cual aumenta la
eficiencia de absorción de materiales a través de esas superficies. La nariz está
construida de tal manera que es capaz de filtrar el polvo del aire respirado y
calentar éste con el fin de que los pulmones no sufran. Los párpados oculares
pueden cerrarse cuando se acercan partículas que podrían dañar los ojos o
cuando la llegada de luz al ojo no es deseable. La piel es capaz de sudar
cuando el cuerpo se calienta en exceso de forma que el vapor que se
desprende enfríe el cuerpo. Los capilares del el sistema circulatorio tienen la
característica de abrirse y cerrarse cuando sea necesario de manera que
cuando una parte del cuerpo lo necesita se abren y aportan sangre adicional.
Esto permite al cuerpo operar con menos sangre de la que sería necesaria si
todos los capilares debieran recibir sangre todo el tiempo. Las cuerdas vocales,
junto con la lengua y los labios, permiten no sólo emitir sonidos sino sonidos
articulados (palabras). Adicionalmente, el cuerpo dispone de muchas partes
"de reserva" de manera que puede seguir funcionando incluso si ciertas partes
del mismo han sido dañadas. El cuerpo puede seguir viviendo y funcionando
eficazmente incluso si pierde la mitad del cerebro, un riñón, un pulmón, tres
cuartas partes del hígado y hasta el ochenta por ciento del intestino delgado.
Continuando nuestro examen del universo, volvamos nuestra atención a
la Tierra y al Sol. El Sol ilumina la Tierra y la provee de energía. Sin la luz solar
todas las aguas se helarían, ningún viento soplaría, ninguna planta podría
crecer y los animales y humanos no podrían vivir. El método de producción de
energía en el Sol es mediante una reacción de fisión nuclear que convierte la
masa en energía. Este es un método tan eficiente de producción de energía
que el Sol puede irradiar energía al ritmo que lo hace ahora durante
aproximadamente diez mil millones de años. De esta manera, la vida en la
Tierra dispone de tiempo suficiente para desarrollarse y evolucionar hacia
formas de vida complejas. Por comparación, si el Sol produjera su energía
mediante reacciones químicas (como ocurre en el fuego ordinario por carbón o
gas), el Sol con su masa actual no sería capaz de continuar con su producción
18actual de energía durante más de 1,400 años. De manera que el método de
producción de energía por fisión nuclear es mucho más sabio.
La localización y movimientos de la Tierra también muestran sabiduría.
La Tierra está a la distancia apropiada del Sol (ni demasiado lejos ni
demasiado cerca) y tiene los movimientos de rotación y revolución apropiados
para proporcionar a las formas de vida presentes las dosis adecuadas de
radiaciones solares para impulsar la vida y la evolución. La atmósfera de la
Tierra contiene el oxígeno que los animales y humanos necesitan para respirar.
Si todas las formas de vida inspirasen oxígeno y espirasen dióxido de carbono
(como hacen los animales y humanos) las reservas de oxígeno pronto se
agotarían. Las plantas, sin embargo, toman dióxido de carbono y devuelven
oxígeno y de esta forma contribuyen a mantener una situación de equilibrio. Si
la gravedad fuera la única fuerza que actuase sobre el agua, toda el agua se
precipitaría en los océanos y las plantas y animales en tierra morirían. El agua,
sin embargo, puede evaporarse de los océanos. Los vientos, empujados por la
radiación solar, llevan después el vapor de agua sobre la tierra, donde se
condensa y cae como lluvia. De esta manera las plantas consiguen el agua que
necesitan y los ríos y demás corrientes proporcionan agua fresca a los
animales y humanos. Todos esos proceso trabajan juntos para producir un
entorno estable en el que se desarrolle la vida sobre la Tierra durante largos
periodos de tiempo. Considerando que la evolución de los seres implicados es
de una naturaleza lenta, esto es sabio.
A su debido tiempo, todas las formas "mueren" y se disuelven. Esto
también es sabio. Los cuerpos vegetales, animales y humanos, aunque
muestran sabiduría en su estructura, no son aún perfectos. Por consiguiente,
es bueno para los espíritus que habitan dichas formas que, una vez hayan
obtenido toda la experiencia que puedan de una forma, la abandonen y
construyan otra mejor. Incluso los soles se apagan y los sistemas solares se
disuelven con el tiempo. Llega un tiempo en el que el sistema solar ha agotado
su utilidad y debe disolverse para que pueda reconstruirse de modo más
perfecto.
Nosotros, los humanos, trabajamos junto con las otras jerarquías
creadoras en el diseño, construcción y mejora del universo. Es bueno que
reconozcamos lo que hay de sabio en la creación para que cuando hagamos
cambios no alteremos lo que ya es bueno y empeoremos las cosas en vez de
mejorarlas.
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Ciencia
y
Religión
Por
Elsa M.
Glover
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