XX. AUTOCONTROL EN LA ERA DE ACUARIO
“De todas las ataduras que encadenan al mundo
Se libera el hombre cuando consigue el control de sí mismo.”
Goethe.
La Era de Acuario ha de ser una época de libertad individual. Las vidas de las personas han de ser liberadas del dominio de reyes, sacerdotes, maestros, opinión pública, arcángeles (espíritus raciales) e influencias astrológicas. Cada persona debe aprender a dirigir su propia vida. Examinemos qué implica el tener control sobre nosotros mismos.
La Biblia afirma que “Dios es espíritu” (Juan 4:24) y que “Dios creó al hombre a imagen suya” (Gén. 1:27). Por consiguiente, el hombre es un espíritu. Cada espíritu humano ha construido para él mismo, con alguna ayuda externa, una mente, un cuerpo de deseos, un cuerpo vital y un cuerpo físico denso. La mente puede ser empleada para razonar y crear planes. En el cuerpo de deseos toman forma los deseos, aspiraciones y emociones de la persona. El cuerpo vital recibe las percepciones sensoriales tienen lugar y se graban los hábitos y los recuerdos. El cuerpo físico denso es el instrumento a través del cual el Espíritu puede interaccionar con los sólidos, líquidos y gases del mundo físico. Aprender a controlar sus vehículos es responsabilidad del Espíritu. Un problema que encuentra el Espíritu al tratar de controlar sus vehículos son las limitaciones de los mismos. Un Espíritu no puede hacer volar un cuerpo denso si éste carece de alas u otras estructuras apropiadas. Para solventar tales problemas el Espíritu ha de reestructurar el arquetipo del cuerpo, trabajo que se efectúa habitualmente entre dos vidas terrestres, cuando la conciencia del Espíritu está enfocada en los mundos superiores.
Otro problema que encuentra el Espíritu al tratar de controlar sus vehículos es que éstos pueden ser insensibles a las órdenes del Espíritu. Por ejemplo, aunque los vehículos tengan las estructuras requeridas para tocar música hermosa e inspiradora al piano, todavía el Espíritu puede tener dificultades para hacerse obedecer en su impulso de
tocar música. Se necesita práctica para salvar este tipo de dificultad.
Otro problema que encuentra el Espíritu es que los vehículos con la organización y sensibilidad necesarias todavía pueden dejar de funcionar apropiadamente, a menos que reciban los cuidados adecuados. Cuando los vehículos dejan de funcionar adecuadamente el Espíritu ya no puede dirigirlos con facilidad. Este problema se resuelve al conocer lo que los vehículos necesitan para mantenerse sanos y al ejercitar consecuentemente el poder de voluntad para llevar a término lo que se sabe es correcto.
Los vehículos son también difíciles de gobernar porque tienen deseos propios que son contrarios a la voluntad del Espíritu. Los vehículos se deleitan en actos, sentimientos y pensamientos salvajes e incontrolados. La mente vagaría antes que concentrarse en resolver un problema que el Espíritu haya puesto ante ella. Los deseos preferirían reaccionar al odio con odio, antes que someterse al control interno necesario para transformar el odio en amor, de modo que se pueda reaccionar con amor incluso al recibir odio. El cuerpo vital y el físico se sienten más cómodos haciendo aquello que están acostumbrados a hacer, antes que estando sujetos al tipo de control requerido para cambiar sus patrones de acción. Los vehículos disfrutan con los placeres sensuales que pueden obtenerse del alcohol y otras drogas, aunque éstas arrebaten su control al Espíritu. Los vehículos quieren estimulación sexual, aunque sea a costa de la fuerza creadora que el Espíritu quiere emplear para construir la mente y hacerla operar creativamente. Los vehículos buscan comodidades y descanso, mientras que el Espíritu quiere obtener experiencia. Los vehículos quieren satisfacer sus propias necesidades y deseos egoístas, mientras que el Espíritu crece sirviendo a otros.
Pablo era consciente de estas cosas cuando escribió: “Andad en espíritu y no deis satisfacción a la concupiscencia de la carne. Porque la carne tiene tendencias contrarias a las del espíritu, y el espíritu tendencias contrarias a las de la carne... Las obras de la carne son manifiestas, a saber: fornicación, impureza, lascivia, idolatría, hechicería, odios, discordias, celos, iras, rencillas, disensiones, divisiones, envidias, homicidios, embriagueces, orgías y otras como éstas... Los frutos del espíritu son: caridad, gozo, paz, longanimidad, afabilidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.” (Gál. 5:16-23)
¿Qué necesita hacer el Espíritu para que prevalezca su voluntad sobre las tendencias de los vehículos? El punto de arranque para conseguir el control es la mente. Cuando los vehículos inferiores toman el control, llevan a la mente a racionalizar y a aportar razones de por qué las cosas son como ellos dicen. El Espíritu debe insistir en que la mente piense objetiva y lógicamente, cesando en sus racionalizaciones. El Espíritu necesita que la mente aprenda a distinguir entre deseos de los vehículos inferiores y metas del Espíritu. Una vez que esa distinción está establecida, el Espíritu puede conseguir el compromiso de la mente para planear sólo aquello que lleve hacia las metas del Espíritu. Así, los deseos y actos pueden ser alineados con la decisión de la mente.
Cuando la mente ha tomado una determinación bajo la dirección del Espíritu, entonces esa determinación debería ser mantenida a menos que se demuestre que es un error. Si la decisión fue conseguir una meta, demoras, retrasos o fracasos repetidos no deberían debilitar la determinación inicial. Si la determinación era realizar una tarea en beneficio de la sociedad o de una persona, la gratitud o ingratitud que uno reciba no debe
permitirse que influya en las acciones propias.
Una vez que una persona ha desarrollado autocontrol, puede decidir por sí misma dónde irá y qué hará. Será capaz de afirmar con William Henley:
Soy el amo de mi destino,
Soy el capitán de mi alma.
del libro: La Era de Acuario Por Elsa M.Glover
*
No hay comentarios:
Publicar un comentario