humana compasión y amor

”el
propósito de la vida no es felicidad sino experiencia"…


Ningún hombre ama a Dios si aborrece a sus semejantes,
Quien pisotea el corazón o el alma de su hermano;
Quien busca encadenar, nublar o ensombrecer la mente
Con miedos del infierno, no ha percibido nuestra meta.
Dios nos envió todas las religiones benditas
Y Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida,
Para dar descanso al de pesada carga
Y paz para el dolor, el pecado y la lucha.
Contemplad al Espíritu Universal que ha llegado
A todas las iglesias, no a una solamente;
En la mañana de Pentecostés una lengua de fuego
Rodeando a cada apóstol como un halo brilló.
Desde entonces como buitres famélicos y voraces,
Hemos combatido a menudo por un nombre sin sentido,
Y buscado dogmas, edictos o credos,
Para enviarnos los unos a los otros a la hoguera.
¿Está Cristo dividido entonces? ¿Fue Pedro o Pablo,
Para salvar al mundo, clavado al madero?
Si no, ¿por qué, entonces, tales divisiones?
El amor de Cristo abarca tanto a vosotros como a mí.
Su puro dulcísimo amor no está confinado
Por credos que segregan y levantan una muralla.
Su amor envuelve y abraza a toda la humanidad,
No importa lo que nosotros nos llamemos de Él.
Entonces, ¿por qué no aceptar Su palabra?
¿Por qué sostenemos credos que nos separan?
Sólo una cosa importa ser oída;
Que el amor fraterno llene todos los corazones.
Sólo hay una cosa que el mundo necesita saber,
Sólo hay un bálsamo para todos los dolores humanos,
Sólo hay un camino que conduce hacia los ciclos,
Este camino es: humana compasión y amor.
--Max Heindel

ver vídeo: CREDO o CRISTO

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del libro Concepto Rosacruz del Cosmos de Max Heindel

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CONCEPTO ROSACRUZ DEL COSMOS

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Max Heindel

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jueves, 23 de diciembre de 2010

La leña y los abrigos - en you tube -

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La leña y los abrigos

Existieron hace tiempo dos islas separadas por un océano. La isla del sur recibía el nombre de País del Sur. Disfrutaba de un clima benigno y era la más habitada. La isla del norte era llamada el País del Norte. Su clima resultaba verdaderamente frío y la gente no iba a ella a menos que tuviera una buena razón. Y ciertamente existía una buena razón para ir al País del Norte pues en él se encontraban piedras preciosas imposibles de hallar en otros lugares.

Cuando la gente tenía que viajar del País del Sur al País del Norte, sacaba billetes de ida y vuelta para el barco que los transportaba. En el billete figuraban tanto la fecha de salida como la de regreso. Durante el viaje se les suministraban un abrigo grande y pesado, un sombrero cálido y botas. Bebían vino durante la travesía, en la creencia de que mantendría su sangre caliente en el País del Norte. Desgraciadamente, el vino les hacía olvidar qué habían ido a buscar al País del Norte. Sucedía a veces que pasaban el tiempo jugando los unos con los otros o recogiendo leña, con frecuencia mucha más de la que necesitarían en toda su estancia allí. Al sugerirles que buscasen piedras preciosas se reían y respondían “Las joyas no dan calor. ¿Para qué puede uno querer esas pequeñas piedrecitas?”

El vino les hacía olvidar el aspecto que tenían sus compañeros antes de ponerse los abrigos, sombreros y botas para el viaje y comenzaron a identificarlos por esas mismas prendas que vestían. Cuando un compañero partía de regreso en un barco, a menudo encontraban su abrigo en la playa y lloraban porque ya no jugaba con ellos ni les ayudaba a recoger leña.

Finalmente les llegaba el momento de regresar e intentaban subir al barco toda la leña que habían reunido. El capitán del barco nunca se lo permitía. Era un barco pequeño y no tenían espacio para transportar a la vez las personas y la leña. Por añadidura, el capitán sabía bien que no tenían necesidad de esa leña en el País del Sur, aunque hacía tiempo que no intentaba discutir ese punto con los pasajeros y se limitaba a decirles que iba contra la ley llevar ese tipo de equipaje en el barco.

Cuando esos pasajeros desorientados llegaban de vuelta al País del Sur y se disipaban los efectos del vino, recordaban con amargura que partieron en busca de piedras preciosas y no las habían traído consigo. De modo que empezaban a preparar un nuevo viaje.

del libro La Era de Acuario Por Elsa M.Glover

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