CARTA Nº 10
Octubre de 1911
LA ALIMENTACIÓN CARNÍVORA
Y EL ALCOHOL
Una de las características más usuales del género humano es la de elogiar aquello que nos
complace y el despreciar lo que nos produce cierta aversión, pero yo espero que habrá usted aprendido en la
lección del mes pasado de que el hecho único, grande y glorioso, es de que "en el reino del Padre todas las
cosas laboran unidas para el bien". Quienes de nosotros están satisfechos de que su alimento sea vegetal, y
los que de entre los nuestros no sienten deseos por las bebidas fuertes, están generalmente inclinados a
menospreciar a nuestros hermanos con un sentimiento interno de yo soy más santo que tú; pero sin duda
alguna se habrá usted apercibido, por lo que sea dicho en la lección mencionada, de que tal suposición es
completamente gratuita. El alimento de carne y alcohol ha tenido una primordial parte en el progreso del
mundo, y si no hubiera sido por estos no disfrutaríamos hoy día de muchas comodidades, ni de los inventos
para ahorro de trabajo que hacen sea la vida en el mundo Occidental más fácil que en los tiempos primitivos.
Y tampoco ha pasado del todo el día de la utilidad de los mismos; son necesarios aún para la vida de muchas
gentes. Además, y como dice el Buen Libro, no es lo que entra en la boca lo que mancha, sino lo que de ella
sale; y la actitud de altivo desdén contra quienes aún siguen usando la carne para su alimento o están
supeditados al alcoholismo, es mucho más subversiva para el crecimiento espiritual que el mero hecho de
participar de estos alimentos.
Por lo tanto, no censuremos a los demás, antes al contrario, probemos a ver el asunto desde el punto
de, vista de ellos, permitiéndoles el uso de su libre voluntad tal y como lo deseamos para nosotros. Tampoco
hemos de imponer nuestras miras, ni procurar convertir a nuestro modo de vivir a quienes no están
preparados para ello. "El cambio debe proceder desde adentro", y no debe ser dictado por la consideración
de la salubridad de los alimentos vegetales, ni tampoco por la aceleración espiritual que se obtiene mediante
la dieta preparada sin carne. Será el objetivo mayor la compasión por las pobres víctimas a las que quitan la
vida para calmar nuestros apetitos.
De todos modos podemos decir, sin atraer la censura, el que comemos carne en demasía, y que al
igual de todos los compuestos nitrogenados, tales como la nitroglicerina, el algodón pólvora y otros
explosivos, los alimentos con carne son extremadamente inestables y peligrosos para el sistema. Por esto
obraremos cuerdamente si estimulamos la moderación en todas las personas con quienes estamos en
continuo trato. La Ciencia está suficientemente consciente de los hechos para el caso de tener que
suministrar a alguien que emprenda esta misión el más amplio apoyo. No podemos salvar las vidas de tantos
animales por la
predica de la moderación entre nuestros asociados, como salvaríamos si pudiéramos inculcarles la dieta sin
sangre, pero si nuestro objeto es el de evitar la tragedia todo lo más posible, éste será el paso más seguro
para lograrlo. Si podemos inculcar un espíritu de compasión, el deseo de la carne se desvanecerá muy pronto
ante el espíritu del amor.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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