CARTA Nº 32
Julio de 1913
EL CUERPO VITAL DE JESÚS
La lección del mes pasado sacó a la luz un buen número de puntos que hasta entonces no se habían dicho en
público. Pero otros misterios acerca del alcance y de las limitaciones de las fuerzas espirituales y sobre la
preservación del cuerpo vital de Jesús contra el ataque de las fuerzas negras, son considerados en la
conversación sostenida entre Fausto y Lucifer. Cuando éste ruega que la estrella de cinco puntas se quite de
la puerta para que él pueda salir, le pregunta Fausto, “¿por qué no os arrojáis por la ventana?."
Entre las personas que estudian ocultismo existe a menudo una idea muy exagerada de la fuerza poseída, por
uno que ha desarrollado la vida espiritual. Pero en verdad los investigadores ocultos se hallan limitados por
leyes de la naturaleza que pertenecen y obran en los mundos invisibles, al igual que los hombres de ciencia
están forzados a conformarse a las leyes físicas.
Con la idea de que el equilibrio pueda ser mantenido, las leyes de un plano de la naturaleza actúan algunas
veces diametralmente opuestas a las leyes de otros. Aquí en el mundo físico denso las formas gravitan hacia
el centro de la Tierra y si no lo evitase la solidez del cuerpo denso, alcanzaríamos a Cristo sin esfuerzos. Se
necesita algo de fuerza para levantar un cuerpo aunque no sea más que una pulgada del suelo; pero por el
contrario, las formas del espíritu tienen una tendencia natural a levitar. Es, por lo tanto, relativamente fácil
para un maestro de la magia negra el ir hasta Marte impelido por la fuerza sexual hurtada a sus víctimas. Él
es atraído naturalmente hacia el planeta de la pasión y como el aura de Marte se mezcla con el de la Tierra la
cosa está muy lejos de ser difícil. Pero, en cambio, no puede penetrar ni aún el primero de los nueve estratos
o capas de la Tierra, los cuales conducen hacia el Señor del Amor, que es el espíritu de nuestra esfera. Tal
penetración es el Sendero de la Iniciación y es preciso fuerza de alma, pureza y abnegación para alcanzar a
Cristo y esta es la razón del por qué hay tan pocos que tengan algo que decir respecto a la constitución
interna de la Tierra.
Nosotros no vemos los objetos físicos fuera de nuestros ojos; estos objetos son reflejados en la retina y
nosotros vemos solamente su "imagen" dentro del ojo. Como la luz es el agente de la refracción, los objetos
que se resisten al paso de la luz se dicen que son "opacos", pero otras substancias, como el cristal, aparecen
"transparentes" porque admiten la entrada de los rayos de la luz.
Cuando se usa la vista espiritual, una luz de superlativa intensidad se genera dentro del cuerpo, entre el
cuerpo pituitario y la glándula pineal. Esta luz está enfocada a través del llamado "punto ciego" en el ojo
directamente sobre el objeto que se quiere investigar. El alcance del rayo directo es enteramente diferente
del Ángulo del rayo físico reflejado. Penetra por una muralla sin dificultad, pero no hay espíritu en el Mundo
del Deseo que pueda ver a través del cristal. Tampoco Lucifer ni ningún espíritu malo puede penetrar a
través de alguna cosa hecha de tal material, ni aun la más ligera luna o vidrio de ventana.
En vista de estos hechos, nuestros Hermanos Mayores han colocado el cuerpo vital de Jesús en un sarcófago
de cristal para protegerle contra las miradas o la curiosidad de los profanos. Ellos conservan este receptáculo
en una caverna en las profundidades de la Tierra, donde no puede penetrar ninguno que no sea iniciado y
aun para asegurarse doblemente, a pesar de todo, hay vigilantes que hacen guardia constante cerca de tan
precioso cargo, pues si este vehículo fuera destruido, la única avenida para el egreso de Cristo se cortaría y
Él se vería obligado a permanecer prisionero en la Tierra hasta que la Noche Cósmica disolviera sus
elementos químicos en el caos. Si así ocurriera la misión de Cristo como Salvador nuestro se frustraría. Su
sufrimiento se aumentaría considerablemente y nuestra evolución se retrasaría enormemente. Así, pues,
trabajemos, vigilemos y roguemos por el día glorioso de Su liberación.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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