CARTA Nº 19
Junio de 1912
SANTIDAD DE LAS EXPERIENCIAS
ESPIRITUALES
Durante el finido mes han sido muchas las cartas recibidas en las que se expresan las opiniones de los
estudiantes respecto de las lecciones anteriores, habiendo producido un gran placer en nosotros al ver la nota
de profundo amor que expresan sentir por la Fraternidad, y el deseo de "saber como se había adueñado de
ellos". Así es que me siento algo mejor dispuesto acerca de la publicación de mis experiencias personales, de
lo que me hallaba en los principios.
Al mismo tiempo nunca se repetirá lo suficiente que el relato sin discernimiento de las experiencias
suprafísicas, es una de las prácticas más perjudiciales, no importa bajo que punto de vista lo consideremos.
En el folleto Nº 11, "Vista y Percepción Espiritual", fue explicada esta materia ampliamente. El "tesoro
hallado" debe ser extraído en silencio, y sabemos por el mito griego que Tántalo fue lanzado en las regiones
infernales por divulgar secretos espirituales. En otros términos; no podemos ganar la iluminación verdadera
mientras vayamos pregonando nuestros ensueños y visiones de la ceca a la Meca, contándoselos incluso a
quienes ostensiblemente no quieren escucharnos. Al obrar así profanamos y depreciamos lo que debemos
reverenciar, y la profanación es capaz de enfocar nuestra visión hacia las regiones infernales: los estratos
inferiores del Mundo del Deseo.
Por otra parte, tales narraciones tasan la credulidad de aquellos a quienes se refieren. No hay medida
alguna por la que podamos medir su exactitud y alcance. Con frecuencia parece que no tienen sentido
práctico sobre el problema de la vida; y aun cuando tengamos fe en la veracidad del visionario, no tienen
ningún valor sus cuentos a menos que podamos descubrir una ley subyacente, o un fin de ellos. De este
modo, la declaración de la ley es suficiente y no necesita de embellecimientos. Tal vez la mejor ilustración
de este punto me sea dable exponerla mediante la relación de cómo yo descubrí la ley de la mortalidad
infantil, ley que nunca fue publicada hasta que apareció en nuestra literatura.
Un día mi Maestro me encargó la tarea de seguir la vida de cierta persona a través de dos
incorporaciones anteriores y someterle un informe del resultado. Yo no tenia la más pequeña idea de que se
me enviaba en busca de una ley, sino que pensé que el objeto era el del desarrollo de mis facultades para
la Memoria de la Naturaleza. Una vez lo tuve ya completado comuniqué el resultado a mi Maestro, quien
tomó particular empeño en conocer las circunstancias que habían concurrido a la muerte en cada una de las
dos vidas. Le contesté que el hombre aquel había muerto en el campo de batalla la primera vez y por
enfermedad, cuando niño, la segunda. Todo ello resultó ser exacto, encargándome la investigación de la vida
de otra persona. Ésta murió en cama la primera vez, y también como en el caso anterior, murió la segunda
siendo niño. La vida de una tercera persona feneció en un incendio la primera vez, y al parecer como las
anteriores, siendo niño la segunda. Digo al parecer, porque escasamente podía creer la evidencia de mis
sentidos y me sentía poseído de timidez cuando informé a mi Maestro. Me sorprendí al oírle decir que era
exacto mi informe. Esta convicción fue aumentando en mí a medida que por mi cuenta hube investigado las
vidas de catorce personas. En la primera vida murieron bajo diversas circunstancias, algunas en la guerra,
otras por accidentes, algunas en la cama rodeadas de sus familiares, por cuyas mejillas corrían las lágrimas;
más en la segunda vida todas pasaron al más allá siendo niños.
Entonces me dijo el Maestro que comparase estas vidas hasta encontrar el por qué murieron siendo
niños, y durante varias semanas las estuve estudiando noche tras noche, pero sin poder encontrar
homogeneidad alguna en las condiciones de su primera muerte, hasta que la mañana de un domingo y al
penetrar en mi cuerpo la solución resplandeciente penetró en mi cerebro. Desperté prorrumpiendo en el
grito: "¡Eureka!" Del salto que di casi fui a caer en mitad de la habitación de la alegría que tuve por haber
hallado la clave. Los horrores de las batallas, incendios y accidentes, al igual que las lamentaciones de los
familiares privaron la profunda impresión del panorama de la vida; y el valor de una vida terminada bajo
condiciones tales, se perdería si no fuese seguida por la muerte el primer cielo, como plena y claramente se
ha demostrado en nuestra literatura. La Ley, como queda ya explicada, lógicamente descifra el misterio de la
vida independientemente de la veracidad de mi historia. Cómo quiera que la he relatado únicamente para dar
lugar a nuestra lección, me siento con firmeza para exhortar a los demás que guarden en el silencio sus
experiencias espirituales.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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