CARTA Nº 17
Abril de 1912
Por La enseñanza que contenía la lección del mes pasado, habrá comprendido usted que no existe
absolutamente fundamento alguno para la idea comúnmente sostenida respecto a almas perdidas. No hay en
la Biblia ni una sola palabra que lleve en si la idea que nos hemos acostumbrado a significar con la palabra
"eternidad" o para siempre. La palabra griega es "aionian" y significa "un periodo indefinido de tiempo, una
edad"; y cuando leemos en la Biblia las palabras "eternamente y por siempre jamás" deberían interpretarse
"por los siglos de los siglos". Además, como es una verdad en la naturaleza de que "en Dios vivimos y nos
movemos y tenemos nuestro ser", un alma perdida significaría que se había perdido una parte de Dios, y
esto, desde luego, es inadmisible.
Desde que escribí la lección anterior, se me ha ocurrido otro punto que ilustrará como la "pérdida" de un
Periodo está comprendido y relacionado con el próximo. Recordara usted que hemos hablado de los espíritus
de Lucifer como rezagados del Periodo de la Luna, y que hemos dicho que no podrían hallar campo para su
evolución en el presente esquema de manifestación. Los arcángeles habitan en el Sol, los ángeles tienen a su
cargo todas las lunas, pero los espíritus de Lucifer fueron incapaces de residir en ninguno de estos dos
luminares. No podían ayudar para la generación pura y desinteresadamente como lo efectúan los ángeles, si
no que actuaban bajo los deseos de la pasión y deseos egoístas, por cuya causa hubo necesidad de alojarles
en un lugar separado. De modo que fueron colocados en el planeta Marte, hecho bien conocido de los
antiguos astrólogos, quienes adscribieron a Marte poder sobre Aries, el cual tiene dominio sobre la cabeza
(recuerde que el cerebro está construido por las fuerzas subvertidas sexuales) y también comprobaron que
aquel planeta tenia poder sobre Escorpión, que es el que tiene dominio sobre los órganos de la reproducción.
Aries es la primera casa de un horóscopo que denota el principio de la vida; Escorpión es la 8º, que significa
la muerte; y, en todo ello está contenida la lección de que todo lo que es generado por la pasión y los deseos
está llamado a la disolución. Así, pues, Marte es esotérica y astrológicamente, "el diablo"; y Lucifer, el
primero entre los ángeles caídos, es realmente el adversario de Jehová, quien dirige la fuerza de fecundidad
del Sol por medio de la acción lunar.
Sin embargo, los Espíritus de Lucifer están ayudando al proceso de evolución. De ellos recibimos el
hierro que por si solo hace posible el vivir en una oxigenada atmósfera. Han sido, y continúan siendo los
agitadores para el progreso material, y por lo tanto, no tenemos el derecho de anatematizarles. La Biblia
tácitamente nos prohibe ultrajar a los dioses. Juda declara que ni el arcángel Miguel se atrevió a denigrar a
Lucifer, y en el libro de Job se habla de él como contándole entre los hijos de Dios. Su embajador en la
tierra, Samuel, es el ángel de la muerte, significado por Escorpión, pero es, también, el ángel de la vida y
acción simbolizado por Aries. Si no fuese por los impulsos agitadores y belicosos marcianos, tal vez no
sentiríamos las penas tan vivas como las sentimos, pero tampoco podríamos progresar en la mismo
proporción, y es seguramente mejor "el gastarse que el enmohecerse".
De este modo puede usted ver que a estas "ovejas perdidas" de una anterior era, se les da la
oportunidad de recuperar su estado en el actual esquema de evolución. Están atrasados y como rezagados,
aparecen siempre como malos, pero no están "perdidos más allá de la redención". Pueden salvarse ellos
mismos sirviéndonos a nosotros, probablemente por medio de la transmutación de Escorpión en Aries, es
decir, la generación en regeneración.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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