CARTA Nº 12
Noviembre de 1911
COMIENZO DEL TRABAJO PARA LA
CONSTRUCCIÓN DEL PRIMER
EDIFICIO EN MOUNT ECCLESIA
Este mes me aparto de mi costumbre habitual, que es la de dedicar por entero la carta del estudiante a
la recapitulación de la lección del mes previo, con el fin de darles a conocer la ceremonia que tuvo lugar en
Mount Ecclesia, el 28, día en que empezamos a preparar el terreno para el emplazamiento del primer
edificio en el lugar de nuestra residencia permanente. Tengo la completa seguridad de que estaba usted con
nosotros en espíritu, de que siente avidez de noticias sobre ella y sé que el relato nos conducirá a un más
estrecho contacto.
Nuestra primera idea fue la de no efectuar ninguna clase de exhibición ni de ceremonial alguno.
Deseábamos evitar todo gasto innecesario, pues nuestros fondos aun no son suficientes para la terminación
del interior del edificio, y tendremos que pasar trabajos e incomodidades durante algún tiempo hasta que las
circunstancias nos sean más favorables.
Yo en principio, pensé ir allá, y celebrar el servicio mentalmente, ya solas, pero me parecía tan frío,
triste y desolado no tener un amigo para que se regocijara conmigo en aquella trascendental ocasión, ni aun
mi compañera de trabajo - mi querida esposa -. Por otra parte, y como que este es un importante asunto de la
Fraternidad Rosacruz y no un asunto personal, tuve la sensación de que aquella oportunidad de asistir debía
serles dada a los miembros. Este pensamiento arraigó en mi hasta que decidí pedir su parecer al Maestro, lo
cual fue cordialmente aprobado por él y determinamos celebrar el acontecimiento en forma sencilla, pero
apropiada, y, al efecto, enviamos invitaciones a los amigos de las proximidades.
Hicimos una gran cruz por el estilo de nuestro emblema, y en los tres extremos superiores pusimos,
en letras doradas, las iniciales: C. R. C. Estas, como sabe usted, representan el nombre simbólico de nuestra
gran Cabeza, y designan nuestro emblema como Cruz de Rosa Cristiana, que da una idea de belleza y de una
vida superior, diferente a la idea de desolación y muerte con que generalmente se considera a la cruz negra.
Decidimos plantar, a la vez que excavábamos el terreno para edificio, esta cruz y un rosal trepador para que
ellos simbolizaran la verde vida de los diferentes reinos que se encaminan hacia las esferas superiores por la
senda en espiral de la evolución.
El día 27, mi esposa y yo nos encaminamos hacia Occidente, casi desfallecidos por los esfuerzos
llevados a cabo empaquetándolo todo para la mudanza. Caían las primeras lluvias de la temporada, y
sentimos algún temor al pensar que podría aguar la realización de la ceremonia; pero al mirar hacia los
montes en el Este, que casi ocultaban las nubes, contemplamos el más glorioso arco iris que recordamos
haber visto jamás; en realidad, un arco iris doble, cuyo pie, por la parte del Sur, parecía posarse
precisamente sobre Mount Ecclesia.
Nuestra responsabilidad en auxiliar a miles de corazones fatigados para que puedan soportar sus
aflicciones, nos ha parecido con frecuencia más allá de nuestras fuerzas; con todo, siempre nos hemos
encontrado con que nuestras fuerzas han sido renovadas al solo hecho de dirigir nuestra mirada hacia lo
interno; y en esta ocasión parecía que toda la Naturaleza quisiera alentarnos, diciéndonos:
"Cobrad Ánimos,
recordad que el trabajo no es vuestro, sino de Dios; confiad del todo en El y El señalará el camino."
Así es
que nos estrechamos las manos y con nuevos bríos en nuestros corazones nos dispusimos a continuar nuestra
bella obra, de la que ha de ser Mount Ecclesia su centro.
El día en que tuvo lugar la ceremonia, fue uno de los más bellos de California; el Sol lucia en un
cielo sin nubes. Hacia dondequiera que dirigíamos la mirada desde Mount Ecclesia, el océano, valles y
montañas, todo parecía sonreírnos. Todos a la vez, obreros y los miembros visitantes, nos extasiamos ante la
belleza incomparable del lugar donde se emplaza nuestra Central.
Los allí presentes fueron: Annie R. Atwood, de San Diego; Ruth E. Beach, de Portland, Oregón;Rachel M.
Cunningham, Rudolf Miller y John Adams, de Los Angeles; George Kramer, de Pittsburg Pa.; Wm. M.
Patterson, de Seattle, WAshingon; mi esposa y yo.
A la hora fijada empecé a abrir surcos en el terreno para la construcción del edificio. Todos ayudaron a
excavar en el lugar que había de colocarse la cruz, cuyo acto de fijarla fue ejecutado por Wm. Patterson. Mi
esposa plantó el rosal, que fue regado por todos los allí presentes. Que crezca y florezca, para adornar la
desnudez de la cruz y que sea la inspiración para la purificación de la vida que ha de cubrir todos los
pasados pecados, sin importarlo obscura que haya sido la vida pasada. La plática - tal como debía haberse
hecho - constituye la lección de este mes. Las circunstancias motivaron algunas modificaciones en la misma.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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