CAPITULO I
LOS ETERES Y LAS LEYES DE LA NATURALEZA
Hablar del éter como medio de transmitir fuerzas, no dice nada a la mentalidad corriente,
porque la fuerza es invisible. Pero para el investigador oculto, las fuerzas no son puramente
nombres tales como vapor, electricidad, etc., sino que descubre que son seres inteligentes,
de diversos grados, tanto sub como suprahumanos. Lo que llamamos leyes de la Naturaleza
son Grandes Inteligencias que guían y dirigen a seres mas elementales, de acuerdo con
ciertas reglas, determinadas para acelerar su evolución.
En la Edad Media, cuando muchas personas estaban todavía dotadas de los remanentes de
la clarividencia negativa, hablaban de Gnomos, de duendecillos, hadas, etc., que vagaban
por las montañas y las selvas. Estos eran los espíritus de la tierra. También se mencionaban
las Ondinas y las Ninfas o espír itus del agua, que habitaban en los ríos y las corrientes de
agua, los Silfos, que moraban en las neblinas y brumas que estaban sobre los pozos y las
ciénagas, como espíritus del aire, pero no se hablaba mucho de las Salamandra, como estas
son los espíritus del fuego, y por eso no son tan fácilmente descubiertos ni accesibles para
la mayoría de las personas.
Actualmente se considera a las antiguas leyendas, como supersticiones, pero la verdad es
que, cualquiera que esté dotado con la visión clarividente, puede percibir a los pequeños
gnomos fabricando la verde clorofila de las hojas de las plantas y dando a sus flores esa
multitud de matices delicados y preciosos que constituyen la delicia de nuestros ojos.
Los hombres de ciencia han tratado unas y otras veces de ofrecer una explicación adecuada
de los fenómenos de los vientos y de las tormentas, pero han fracasado rotundamente, ni
obtendrán jamás éxito mientras traten de ofrecer simples soluciones mecánicas a lo que
realmente es una manifestación de la vida. Si pudieran ver las legiones de Silfos aleteando
de un lado para otro, sabrían quienes causan la varialidad de los vientos. Y si pudieran
observar una tormenta en el mar desde el punto de vista etérico, verían que lo que se llama
la “guerra de los elementos” no es una frase vacía, porque el tumulto del mar es entonces
realmente el campo de batalla de los Silfos y las Ondinas y los rugidos de la tempestad no
son mas que los gritos de guerra de los espíritus en el aire.
Las Salamandras se encuentran por todas partes y no se puede encender el fuego sin su
concurso, pero sobre todo se encuentran en actividad bajo tierra. Son ellas las que causan
las explosiones y las erupciones volcánicas.
Las clases de seres que hemos mencionado son todavía sub - humanos, aunque todos ellos,
en algún tiempo, alcanzarán un estado evolutivo correspondiente al humano, aunque en
diferentes circunstancias de las que ahora nos rodean. Pero actualmente, las maravillosas
inteligencias de las que hablamos como “Leyes de la Naturaleza”, son las que dirigen a las
legiones de dichas entidades menos evolucionadas.
Para mejor comprender lo que son estos diversos seres y sus relaciones con nosotros,
podemos considerar la siguiente ilustración: supongamos que un mecánico está
construyendo una maquina y mientras tanto un perro lo está observando. El perro ve al
hombre trabajando, así como los distintos instrumentos que emplea para dar forma a sus
materiales. Y ve también como del hierro, acero, bronce y otros metales en bruto , va
surgiendo lentamente la forma de la máquina. El perro es un ser perteneciente a una
evolución inferior, y no comprende el propósito del mecánico, pero si ve al obrero, su
trabajo y el resultado del mismo que se manifiesta como una máquina.
Si además suponemos que el perro sólo fuera capaz de ver los materiales que lentamente
van cambiando de forma, ajustándose entre si y convirtiéndose finalmente en una máquina,
pero que no pudiera ver al trabajador y el trabajo que hace, entonces el perro se encontraría
en la misma relación con respecto al mecánico, como nosotros nos encontramos con
respecto a esas grandes Inteligencias a quienes llamamos Leyes de la Naturaleza, porque
somos capaces de contemplar las manifestaciones de su trabajo como fuerzas que mueven a
la materia en distintas formas, pero siempre bajo condiciones inmutables.
En el éter podemos también observar a los ángeles, cuyo cuerpo mas denso está formado
por ese material, en vez de estarlo, como nuestro cuerpo físico, de gases, líquidos y sólidos.
Esos LOS ESPIRITUS Y LAS FUERZAS DE LA NATURALEZA
seres están un poco mas adelante que la etapa humana, así como nosotros nos encontramos
en una etapa superior a la de los animales, evolutivamente hablando. Nunca hemos sido
animales iguales a los de la fauna actual, sin embargo, en una etapa anterior del
desenvolvimiento de nuestro planeta, hemos tenido una constitución similar a la del animal.
En esa época los ángeles eran humanos, aunque nunca poseyeron un cuerpo denso igual al
nuestro, ni llegaron a vivir en ninguna materia mas densa que el éter. En un estado futuro la
Tierra volverá nuevamente a un estado etérico y entonces el ser humano será como los
ángeles. Por eso la Biblia nos dice que el hombre fue hecho un poco menor que los ángeles.
(Hebreos, 2, 17.)
Y así como el éter es el canal o conductor de las fuerzas vitales creadoras y como los
ángeles son los mas hábiles y experto en manipular el éter, podemos comprender fácilmente
que están especialmente en condiciones de ser los guardianes de las fuerzas de propagación
en las plantas, los animales y el ser humano. En la Biblia siempre los encontramos en
relación con esto. Dos ángeles vinieron a Abrahán a anunciarle el nacimiento de Isaac.
Ellos prometían hijos a los hombres que obedecían a Dios. Mas tarde esos mismos ángeles
destruyeron a Sodoma por el abuso de las fuerzas creadoras. Angeles fueron los que
anunciaron a los padres de Samuel y de Sansón el nacimiento de estos gigantes de la
inteligencia y del músculo. Y a Isabel vino el ángel (no el Arcángel) Gabriel y le anuncio el
nacimiento de Juan., apareciéndosele mas tarde a María con el mensaje de que Ella había
sido elegida para concebir a Jesús.
del libro "Temas Rosacruces I" de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel
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