LA ASTROLOGIA
Y LAS GLANDULAS ENDOGENAS
CAPÍTULO I
LA ÉPOCA POLAR
“Y Dios creó al hombre a su propia imagen, a imagen de Dios lo
creó; macho y hembra los creó”
(Génesis 1:27.)
En el estudio del origen del hombre y su estado prehistórico, solemos
tropezar constantemente con misterios inexplicables y especialmente
cuando leemos con una postura puramente materialista el
Antiguo Testamento, que es la historia más maravillosa del Hombre.
Estamos inevitablemente forzados a escalar las rocas más formidables
de la duda. Sin embargo, cuando leemos entre líneas o miramos al
pasado con una mente abierta, entonces este libro del Génesis es una
mina llena de las gemas de la más extraña clase.
En el Concepto Rosacruz del Cosmos se nos enseña
que el mundo está dividido en siete diversos estados de conciencia.
Comenzando por el más denso, tenemos la materia física de la cual
está hecho el cuerpo físico del hombre. Aunque no pueda ser visible
con los sentidos físicos, sabemos y tenemos la prueba positiva que
hay algo dentro y alrededor nuestro de una naturaleza sutil, más fina
que nuestro cuerpo denso que lo interpenetra, que no podemos ver
aunque lo sentimos. La electricidad es una fuerza que el hombre puede
sentir pero no puede ver. Él sabe que existe la atmósfera, aun así
no puede verla. Así es que podemos detectar y saber que esta sutil y
rarificada vida existe. Vemos la tormenta y sentimos su fuerza. Podemos
ver las gotas de lluvia mientras descienden a la tierra, y los científicos
nos dicen que esta lluvia se forma por la evaporación, causando
la humedad en las nubes. Sabemos que el viento sopla; sentimos su
influencia refrescante. La ciencia tiene una razón para cada uno de
estos cambios y explican estos fenómenos atmosféricos a través de
investigaciones materialistas.
El ocultista explica estos fenómenos desde un punto de vista
más elevado o espiritual, diciéndoles a los científicos que las grandes
regiones invisibles de las cuales los vientos provienen están pobladas
por inteligencias superiores y que esos elevados espíritus controlan
los elementos; que tienen seres que llevan a cabo sus órdenes; por
ejemplo, el espíritu del agua tiene sus trabajadores, las ondinas; el espíritu
que controla los vientos trabaja con los silfos. Así es que tene9
mos los elementos que el hombre debe reconocer que existen, todos
con sus líderes invisibles y trabajadores que viven en el gran universo
del Dios, así es que el pobre hombre materialista que niega todo lo
que no puede ver con sus ojos físicos, cuando le piden que explique
estos grandes misterios, no lo puede hacer.
Ahora, según lo indicado antes, el Concepto Rosacruz del
Cosmos reconoce siete mundos diferentes. ¿Cómo los llamaremos?.
No como materia, pues solo podemos reconocer como materia lo que
puede ver el hombre con su vista física. Pero hay seis estados más
elevados de conciencia; llamémoslos por los nombres que fueron dados
por Max Heindel por los Grandes Seres que le confiaron este conocimiento:
el Mundo del Deseo, el Mundo del Pensamiento, el Mundo
del Espíritu de Vida, el Mundo del Espíritu Divino, el Mundo del los Espíritus
Virginales, y el Mundo de Dios. Ahora, éstos son solamente
nombres y no explican las condiciones de estos estados diferentes.
Tomemos como ilustración una tetera llena de agua. Si colocamos la
tetera sobre una barra de hielo, el agua comenzará a endurecerse, y
en instantes tendremos agua congelada. Mas dejemos reposar esta
tetera sobre una hornalla encendida y en poco tiempo el hielo se derrite
y tendremos vapor que desaparece en la atmósfera y se hace invisible
a nuestra vista. ¿Dónde se ha ido? A algún lugar donde los ojos
incrédulos del materialista no pueden llegar, mas el ocultista puede
seguir. Éste sabe que nada se pierde en el universo de Dios.
El Hombre, que es la obra más perfecta de Dios, está compuesto
por cada elemento que se encuentra en estos siete grandes mundos.
Así como lo encontramos al Hombre con su cuerpo y mente compleja
tan maravillosamente desarrollada no fue hecho, como erróneamente
podemos interpretar en la lectura del primer capítulo del Génesis, del
barro y en un día, sino que su estado actual es el resultado de años y
años de crecimiento. Lo podemos seguir desde que entra en la arena
de su existencia como un Espíritu Virginal, un pensamiento, una chispa
del divino Padre arrojada al espacio con tal fuerza como solo Dios
puede ejercer. Este pensamiento-forma tiene su nacimiento en el
mundo de los Espíritus Virginales donde la llama divina comienza su
largo peregrinaje por la materia, recolectando el material de cada
mundo, cada vez más denso, haciéndose camino entre el mineral, el
vegetal, el animal y luego por el estado humano. Dentro de esta chispa
divina, se encierran todas las potencialidades del divino Padre. Como
el pensamiento de un edificio generado por un hombre que gradualmente
toma forma en su mente, que vuelca su plan sobre el papel y
que procura el material para que el edificio pueda erigirse, así era el
Pensamiento de Dios acerca de la chispa que se convertiría en un
Hombre, así se hizo manifiesto, expresión del cuerpo por el que el Rey
David alabó a Dios en el salmo 139, que dice, “Te alabo a ti, pues he
sido increíble y maravillosamente hecho”. Paracelso dice, “El cuerpo
físico por sí mismo es uno de los más grandes misterios pues en éste
está contenido en estado condensado, solidificado y corpóreo la verdadera
esencia de lo que formará parte de la sustancia del hombre
espiritual, y éste es el secreto de la Piedra del Filósofo”.
Hay misterios en este templo humano que el hombre no puede
solucionar (que ha deslumbrado a la ciencia material), y por tal solución
se han sacrificado muchas vidas tanto humanas como del reino
animal. Los vivisectores han comprometido sus propias almas en un
esfuerzo por solucionar estos misterios. Los animales han pasado por
el sufrimiento más atroz en aras de la ciencia, en un esfuerzo por
arrancarles sus secretos a Dios. Pero la ciencia material puede ir más
lejos cuando se enfrenta contra una pared que sus instrumentos y
mentes científicas no pueden penetrar y en esto se halla desamparada.
Mas hay una sola herramienta que la ciencia no puede o no quiere
reconoce y es espíritu humano. Solo el observador entrenado puede
tener acceso a las regiones más elevadas, que desafortunadamente el
materialista, que no puede dar una prueba material, no reconocería.
Mas debemos darle crédito por haber hecho maravillas en su lucha por
dominar y entender las enfermedades humanas. La medicina material
ha logrado cosas maravillosas.
Hay dos fuerzas en la naturaleza que el hombre reconoce y que
identifica como existentes en cada átomo, la fuerza positiva (masculina),
y la fuerza negativa (femenina). La encontramos en el metal que
el hombre utiliza para generar la corriente eléctrica, el cobre, el cinc,
etc. En la planta también encontramos los mismos elementos. Es más
diminuto átomo en el cuerpo humano está cargado con esas dos fuerzas.
Entran en juego en su cuerpo, sin cuya combinación éste no podría
mantener las partículas juntas. Aunque el hombre, con un cuerpo
masculino, pueda expresarse en su cuerpo físico positivo, su cuerpo
vital negativo, le permite mantener las partículas de su cuerpo físico
positivo juntas. Asimismo, la mujer que se expresa en un cuerpo físico
femenino negativo, se equilibra por medio un cuerpo vital positivo
Las distintas formas y desarrollo del cuerpo humano durante la
vida antenatal, son recapitulaciones de su desarrollo durante la involución.
En la Época Polar su cuerpo era globular semejante a un óvalo y
también de consistencia gelatinosa. Había al principio un órgano que
se proyectaba por encima de su cuerpo en forma de saco. Éste órgano
era a la vez, los ojos, los oídos, o sea, el núcleo sobre el cual se construía
todo el cuerpo, incluso era el vehículo a través del cual el hombre
recibía la vida directamente del Padre. Hoy en día este órgano es la
llamada Glándula Pineal – la Epífisis. En ese tiempo, las energías del
hombre eran como las de un feto, directamente dirigidas hacia adentro
con el fin de construir los futuros órganos, y como en la vida prenatal
de nuestro cuerpo físico actual es dirigido y asistido por la madre, así
como el hombre era asistido durante su período de involución por las
Jerarquías Divinas. Se encontraba en contacto directo con los reinos
superiores y no estaba consciente de su entorno físico. Mientras tanto,
los ojos, los oídos y varios órganos tomaban forma en este cuerpo
ovoide, mientras que la Glándula Pineal, que es hoy un misterio para
la ciencia médica, tenía como única función la de comunicación con el
mundo externo. Éste órgano era mucho más grande de lo que es actualmente,
y desde su parte superior cónica se proyectaba un tentáculo
largo, flexible y transparente que asistía la locomoción y las sensaciones,
y este accesorio se puede todavía ver en el extremo pequeño
de la glándula pineal. Tiene el aspecto de un pedazo pequeño de piel,
cuya función discutiremos en el próximo capítulo.
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