CAPITULO III
LA MISION DEL CRISTO Y EL FESTIVAL DE LAS HADAS
Cada vez que nos enfrentamos con uno de los misterios de la Naturaleza que no podemos
explicar, nos limitamos simplemente a agregar un nombre nuevo a nuestro vocabulario, que
utilizamos en nuestras discusiones eruditas para ocultar nuestra supina ignorancia sobre esa
materia.
Así sucede con la palabra ampere que usamos para medir el volumen de la corriente
eléctrica; el voltio, con la que indicamos la fuerza de la corriente, y el ohm, que empleamos
para indicar la resistencia que un determinado conductor ofrece al paso de la corriente. Y de
esta manera, con mucho estudio de palabras y cifras, los maestros de la ciencia de la
electricidad tratan de persuadirse a sí mismo y a los demás de que ya han aprendido los
misterios de la fuerza evasiva que desempeña un papel tan importante en el trabajo del
mundo. Pero una vez dicho todo, cuando se encuentran en un estado de ánimo
comunicativo y confidencial, confiesan que el más reputado científico en electricidad sabe
acerca de ésta poco más que el niño que va a la escuela y que empieza a hacer experimentos
con sus pilas y acumuladores.
Similarmente ocurre con las demás ciencias. El mejor anatomista no es capaz de distinguir
el embrión humano del camino durante mucho tiempo, y mientras el fisiólogo habla en
forma erudita acerca del metabolismo, no puede dejar de admitir que los experimentos de
laboratorio en los cuales trata de imitar nuestros procesos digestivos, son completamente
diferentes de las transmutaciones que se producen en el laboratorio químico del cuerpo con
los alimentos que ingerimos. No decimos esto para empequeñecer o desacreditar los
maravillosos descubrimientos y realizaciones de la ciencia, sino meramente para destacar el
hecho de que existen factores tras todas las manifestaciones de la Naturaleza Inteligencias
de variados grados de conciencia, constructores y destructores, que realizan funciones
importantes en la economía de la Naturaleza y hasta que se reconozcan y estudien esos
agentes y su trabajo, nunca podremos tener una concepción adecuada de la forma en que
operan las fuerzas de la Naturaleza y que llamamos calor, electricidad, gravedad acción
química, etcétera. A los que han cultivado la clarividencia espiritual, es evidente que los
que llamamos muertos emplean una parte de su tiempo en aprender a construir cuerpos bajo
la dirección de ciertas jerarquías espirituales. Y ellas son los agentes de los procesos del
metabolismo y del anabolismo; son los factores invisibles de la asimilación y resulta
literalmente verdadero que nos sería imposible vivir salvo por la importante ayuda que nos
prestan los que llamamos muertos.
En relación con las fuerzas de la Naturaleza hemos explicado como el calor del Sol provoca
la evaporación del agua de los ríos y océanos, haciéndola así ascender a la zonas mas frías
del aire, donde se condensa formando las nubes, las que finalmente se encuentran tan
saturadas por la humedad que vuelve a caer sobre la Tierra, en forma de lluvia, para rellenar
ríos y océanos y repetir el proceso indefinidamente. Todo es perfectamente simple, un
proceso o movimiento perpetuo y automático. Pero ¿es eso todo? ¿No existen en esa teoría
un gran número de lagunas?. Sabemos que las hay, aunque no podemos apartarnos mucho
del tema para discutirlas. Una cosa hace falta para poderlo explicar todo plenamente: la
acción semi inteligente de los silfos, que elevan las diminutas partículas de agua
vaporizada, preparadas por las ondinas, desde la superficie del mar y las llevan tan alto
como pueden antes de que se produzca una condensación parcial y se formen las nubes.
Ellos conservan esas pa rtículas de agua hasta que las ondinas los fuerzan a soltarlas.
Cuando hablamos de tormentas, se trata de batallas que tienen lugar en la superficie del mar
y el aire, en las cuales intervienen algunas veces las salamandras, que son las que encienden
la antorcha resplandeciente del hidrógeno y del oxígeno separados, enviando sus zigzags
atronadores por la negrura de la inmensidad con sus truenos, cuyas vibraciones reverberan
y aclaran la atmósfera, mientras que las ondinas arrojan triunfalmente las rescatadas gotitas
de agua hacia la Tierra, para que puedan ser restituidas y unidas a su elemento propio.
Los pequeños gnomos son necesarios para construir las plantas y las flores. Su tarea
consiste en teñirlas con los innumerables matices coloreados que hacen la delicia de
nuestros ojos. LOS ESPIRITUS Y LAS FUERZAS DE LA NATURALEZA Son ellos
también los que cortan los cristales en todos los minerales y forman las gemas preciosas
que brillan en resplandecientes diademas. Sin ellos no existiría el hierro ni el oro con que
pagarlo. Se encuentran por todas partes y son mas trabajadores que las mismas abejas. A la
abeja, sin embargo, se le reconoce su trabajo, pero a los pequeños espíritus de la
Naturaleza, que desempeñan un papel tan importante en el trabajo del Mundo, nadie los
reconoce excepto un pequeño número de esos a quienes llamamos soñadores.
En el Solsticio de Verano, las actividades físicas de la Naturaleza alcanzan su máximo o
Cenit. Por eso es que esa noche, la Noche de San Juan(1) es el gran festival de las hadas y
espíritus de la Naturaleza, que han estado trabajando para construir el Universo Material,
alimentando a los ganados, formando los granos y que aclaman con alegría y gratitud a la
oleada de energía que constituye un instrumento para modelar las flores con su
administrable variedad de formas y colores, de acuerdo con sus respectivos arquetipos,
tiñéndolas con infinitos matices que constituyen a la vez la delicia y la desesperación del
artista. Y en esta, la más grande de todas las noches de la Estación Estival, corren en
alegres bandadas desde los pantanos y los bosques, desde las cañadas y los prados, al
Festival de las Hadas. Realmente preparan y condimentan sus alimentos etéreos y después
danzan en un éxtasis de alegría y contento; la alegría y el contento de haber hecho su
trabajo y realizado su importante papel en la economía de la Naturaleza.
Es un axioma de la ciencia que la Naturaleza no tolera nada inútil. Los parásitos y los
zánganos son una abominación; el órgano que se torna superfluo se atrofia y los mismo
pasa con el miembro o el ojo que no se emplea mas. La Naturaleza tiene su trabajo que
hacer y exige a todos los que quieran justificar su existencia y continuar formando parte de
Ella, que trabajen. Esto se aplica a todos: desde la planta al planeta, al hombre, al animal y
a las hadas y demás espíritus de la Naturaleza. Tienen su tarea que realizar; son entidades
muy ocupadas y sus actividades constituyen las solución de muchísimos de los
innumerables misterios de la Naturaleza, ya explicados.
Mas tarde, en el Solsticio de Invierno, nos encontramos en el otro polo del ciclo anual, en el
que los días son cortos y las noches largas. Físicamente hablando, las Tinieblas envuelven
al Hemisferio Norte, pero la oleada de Luz y Vida Espirituales que constituirán la base del
crecimiento y progreso del mismo año, se encuentran ahora en su máxima potencia y
tensión. En la Noche de Navidad, durante el Solsticio de Invierno, cuando el signo celestial
de la Virgen Inmaculada se eleva en el horizonte oriental a Media Noche, nace el Sol del
nuevo año para salvar a la humanidad del frío y del hambre que se producirían de faltar su
luz. En ese tiempo el Espíritu de Cristo nace en la Tierra y comienza a ejercer su acción,
fertilizando los millones de simientes que los espíritus de la Naturaleza construyen y riegan
para que haya alimento físico. Pero “no solo de pan vive el hombre”. Por mas importante
que sea el trabajo de dicho espíritus, se desvanece en la mayor insignificancia al
compararlo con la misión del Cristo, que nos trae cada año el alimento espiritual necesario
para hacernos adelantar en la senda del progreso, para que lleguemos ha alcanzar la
perfección del amor con todo lo que ello implica.
1 En el Hemisferio Sur los lectores, donde en este capítulo se dice “Noche de San Juan”, deben
leer “Noche de Navidad”, y donde se dice “Noche de Navidad ” léase “Noche de San Juan ” ( No.
Del T.)
del libro "Temas Rosacruces I" de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel
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