CAPITULO V
EL ESPÍRITU DE LA TIERRA
La mayoría de nosotros marchamos sobre la Tierra y vemos solo una masa muerta en
apariencia, pero uno de los primeros hechos que se revelan a la conciencia del iniciado es la
realidad viviente del Espíritu de la Tierra. Así como la superficie del cuerpo está muerta en
comparación con los órganos internos, así también la envoltura exterior de la Tierra,
encostrada, no nos da ninguna idea de la maravillosa actividad que hay en su interior.
En el sendero de la iniciación se van revelando nueve estratos diferentes y en el centro
mismo de esta esfera rodante encontramos al Espíritu de la Tierra frente a frente. Es
absolutamente cierto que “está gimiendo penosamente” en la Tierra para beneficio de
todos, trabajando y esperando ansiosamente por la manifestación de los Hijos de Dios, de
manera que, igual como el alma que busca y aspira a la liberación, es liberada de su cuerpo
denso, así el Espíritu de la Tierra pueda también ser liberado de su cuerpo de muerte, en el
que está actualmente confinado por nosotros.
Por supuesto, no hay que pensar que el Espíritu de la Tierra sea un hombre más grande o
que tenga una forma física diferente de la de la Tierra misma. El cuerpo vital de Jesús, en el
que se focalizó el Espíritu de Cristo ante de su ingreso en la Tierra, tiene la forma humana
corriente; ha sido conservado y se le muestra al candidato al llegar a cierto punto de su
progreso. Algún día, en el lejano futuro, volverá a servir de albergue al benevolente
Espíritu de Cristo cuando retorne del Centro de la Tierra, en tiempos en que todos nos
hayamos vueltos etéricos y en que El estará pronto para ascender a las Esferas Superiores,
dejándonos para que seamos enseñados por el Padre, cuya religión será mucho mas elevada
que la Cristiana.
El mito de Fausto nos presenta una situación curiosa en el encuentro del héroe, que es el
alma que busca la verdad, con diferentes clases de espíritus. El esp íritu de Fausto,
inherentemente bueno, se siente atraído hacia los órdenes elevados; se siente a fín al
benevolente Espíritu Terrestre, y se lamenta de su incapacidad para detenerlo y aprender de
Él. Frente a frente con el Espíritu de la Negación, que solo desea enseñar y servir, se
encuentra en cierto sentido dueño de la situación, porque el Espíritu no puede salir pasando
sobre el símbolo de la Estrella de cinco puntas en la Posición en que ha sido colocada en el
suelo. Pero tanto su incapacidad para detener al Espíritu de la Tierra y obtener enseñanza de
ese exaltado Ser como su dominio sobre el Espíritu de la Negación, son debidos al hecho de
que se ha puesto en contacto con ellos por casualidad y no merced al poder anímico
internamente logrado.
Cuando Parsifal, el héroe de otro de esos grandes mitos anímicos, visita por primera vez el
Castillo del Grial, se le pregunta cómo es que ha llegado allí, a lo cual contesta: “No lo se”.
Sencillamente ocurrió que entró en el lugar santo, de la misma manera en que un alma
obtiene a veces vislumbres de los reinos celestiales en una visión. Pero no podía quedarse
en Montsalvat. Se vio obligado a salir otra vez al mundo y aprender sus lecciones.
Muchísimos años después volvió al Castillo del Grial, cansado y abatido por su búsqueda, y
entonces se le hizo la misma pregunta: “¿Cómo viniste aquí?” Pero esta vez la respuesta fue
distinta: “Vine sufriendo y buscando”.
Este es el gran punto cardinal que señala la gran diferencia entre las personas que
accidentalmente se ponen en contacto con los espíritus de los reinos suprafísicos o quienes,
por pura casualidad, tropiezan con la solución de alguna ley de la Naturaleza, y aquellos
que mediante una búsqueda diligente y particularmente por vivir la vida exigida, alcanzan
la Iniciación consciente en los secretos de la Naturaleza. Los primeros no saben cómo
emplear ese poder inteligentemente y se encuentran por lo tanto desvalidos. Los últimos
son siempre dueños de las fuerzas que manejan, en tanto que los otros son simples muñecos
para el que quiera aprovecharse de ellos.
del libro "Temas Rosacruces I" de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel
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