EL MUNDO DEL DESEO
CAPÍTULO VI
COMO DESARROLLAR LA VISIÓN DEL MUNDO DEL DESEO
(PRIMERA PARTE)
En "Rayos" de la Rosa Cruz de octubre de 1915, Max Heindel publicó un artículo titulado "Los ciegos verán y los sordos oirán". Citamos de este artículo lo siguiente:
"¿Cuál es entonces el camino hacia la realización? Esta es la gran pregunta, y para ella sólo puede haber una respuesta: el desarrollo del sexto sentido por medio del cual el místico descubre esta sombra inmortal (el aura) ... Los cielos y el infierno están ambos alrededor de nosotros; nuestras propias vidas y las de nuestros contemporáneos han sido proyectadas sobre la pantalla del tiempo, y están allí listas para ser leídas en cualquier época cuando desarrollemos nuestros sentidos de modo que podamos leerlas. La luz eléctrica enfocada a través de un lente de estereoscopio proyecta un imagen brillante proveniente de un vidrio corredizo cuando hay oscuridad, pero no deja ninguna impresión visible cuando los rayos del sol hieren la pantalla. Nosotros también, si queremos leer el místico rollo de pergamino de nuestro pasado, debemos aprender a aquietar nuestros sentidos de modo que el mundo exterior desaparezca en la oscuridad y entonces, mediante la luz del Espíritu, veremos los cuadros del pasado tomar el lugar del presente".
En este punto Max Heindel ha estado hablando de la "Memoria de la Naturaleza". El, continúa hablando ahora del aura, a la que compara con la corona y la fotosfera del sol. La fotosfera es por supuesto la brillante superficie del sol; pero que en tiempos de eclipse, cuando la luna se pone entre la tierra y el sol, por un corto lapso la brillante superficie se borra y la cromosfera con su prominencia, así como la tenue y delicada luz de la corona se hacen visibles. "Así también", -dice Max Heindel-, "cuando aprendemos a controlar nuestro sentido de la vista, de tal manera que podamos mirar a un hombre sin ver su forma física, entonces... este aura puede ser vista en todo su esplendor, porque los colores de la tierra son opacos en comparación con esos fuegos vivientes espirituales que rodean y emanan de cada ser humano.
"La fantástica y centellante representación de la aurora boreal nos da una idea de cómo actúa esta esfera o sombra; es un movimiento incesante, dardos de fuego y fuerza están constantemente disparándose de todas partes de ella, pero es particularmente activo alrededor de la cabeza; y los colores y tonos de esta atmósfera áurica cambian con cada pensamiento o movimiento. Esta sombra es únicamente observable para aquellos que han aprendido a cerrar los ojos a todas las visiones de la tierra, que han cesado de preocuparse por la alabanza o la reprobación de los hombres y que únicamente miran a su Padre Celestial; que están listos y deseosos de apoyar la verdad y nada más que la verdad; que ven con el corazón de los hombres, para descubrir en él al Cristo, al Hijo de Dios vivo.
"Tampoco es esta cosa que nos rodea una sombra que se desvanece cuando el sol de la vida ha cesado de brillar en el cuerpo físico; lejos de ello. Es el traje resplandeciente del Espíritu humano, obscurecido durante la existencia física por el opaco traje de carne y sangre".
Si durante toda nuestra vida tuviésemos que contemplar la aurora y el ocaso, nunca encontraríamos dos exactamente iguales en cuanto a color, efecto de nubes, etc.; y similarmente, si contempláramos la actuación de las emociones humanas tal como se revela en el aura, notaríamos que existe una infinita variedad aún en la misma persona colocada en idénticas posiciones y condiciones en momentos diferentes. En cierto sentido todos los ocasos son parecidos; algunas personas no ven en ellos diferencias, pero para el artista el abigarrado despliegue de colores es algunas veces doloroso por su intensidad. Algunas personas pueden también contemplar la nube áurica con sólo una vaga apreciación de su significado. Pero cuando Cristo contempla las luchas prometeas de la pobre y ciega humanidad, no es de maravillar que El, exclame: "¡Jerusalén, Jerusalén, cuantas veces quise juntar a tus hijos debajo de mis alas!". A menos que estemos preparados para convertirnos en varones de dolores, no deberíamos desear la extensión de la visión que capacita a su poseedor para penetrar la opacidad del cuerpo revelando allí el alma, porque desde ese momento estaremos sujetos a llevar las cargas de nuestros hermanos además de las nuestras. Pero quien así se convierte en un "sirviente" tiene, con todo ese inmenso dolor, un gozo y una paz que sobrepasa todo entendimiento.
"Cuando se han abierto nuestros ojos espirituales y hemos aprendido a ver esta visión celestial, o sea, el Cristo dentro de los corazones de los hombres, descubriremos que existen otros pasos que nos llevan aún más lejos a través del Sendero. Cuando aprendemos a cerrar nuestros oídos a la muchedumbre clamorosa y oponente, a las querellas de los hombres sobre ésta, aquéllas y otras cosas no esenciales; cuando nos damos cuenta que los credos, dogmas y todas las opiniones terrenas no son de valor y que existe únicamente una Voz en el Universo digna de ser oída, la Voz de nuestro Padre que habla siempre a los que buscan Su Faz, entonces podremos escuchar el Cántico de las Esferas de la que se habla en el inmortal "Fausto", con las siguientes en inspiradas palabras:
"Une su añejo ritmo a la armonía
De la celeste esfera el Sol sereno
Y exacto sigue la prescrita vía
Con los potentes ímpetus del trueno".
"Como en el caso de esa parte del Sol que es vista sólo durante un eclipse cuando el orbe físico ha sido oscurecido, así sucede también con el cántico de las Esferas. No es oído sino hasta que todos los demás sonidos hayan sido silenciados porque es la Voz del Padre. En esta sublime armonía de las esferas la nota-clave de Sabiduría, Fortaleza y Belleza reverbera a través del Universo entero, es a través de estas vibraciones que vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. El amor Divino se derrama sobre nosotros en forma inextinguible a través de cada acorde cósmico, para alegrar al abatido y estimular al retrasado. "¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Más valéis vosotros que muchos pajarillos". "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados" -descansad sobre el Corazón cósmico del Padre-. Su Voz confortará y fortalecerá el alma.
"Cada año y en cada época este gran cántico cósmico cambia; en cada vida aprendemos a entonar un CÁNTICO NUEVO. Dios en todo y a través de todo opera Sus milagros en la naturaleza y en el hombre. Estamos usualmente sordos a la magia operada por el silencioso sonido de la Divina Palabra, pero si podemos aprender "a oír" sentiremos la verdadera presencia de nuestro Padre, más cercana aún que las manos y los pies; así sabremos que nunca estamos solos; nunca, fuera de Su amoroso cuidado.
"Así como el sol y los planetas tienen su nota -clave-luz y sonido- así el hombre también expresa su tono y color a través de su nota -clave-luz y sonido- En la médula arde una luz como la llama de una vela, pero no arde constante, quieta y silenciosamente; pulsa y al mismo tiempo emite un sonido que varía del nacimiento a la muerte y se puede decir que nunca es la misma; a medida que cambia, nosotros también lo hacemos, porque este sonido es la nota-clave del ser humano. En él son expresados sus esperanzas y temores, sus penas y alegrías como son urdidos en el mundo material, porque este fuego es encendido por el Arquetipo del cuerpo físico. El Arquetipo es una esfera hueca, pero emitiendo una cierta nota atrae hacia sí mismo todas las concreciones físicas que vemos aquí como su manifestación: desde el cuerpo que llamamos hombre hasta esa llama sonora donde tienen su raíz y origen el mayor número de nervios del organismo humano. Es el punto vital del hombre, el asiento de la vida, el meollo o núcleo de la sombra... Cuando encontramos este punto, hemos casi alcanzado el corazón del hombre.
"Sin embargo", para llegar a este punto supremo son necesarios otros pasos; usualmente estamos tan envueltos en nuestros propios intereses, sin considerar los intereses y cuidados de las demás personas, que llegamos a centrarnos en nosotros mismos. Esto debe ser vencido; tenemos que aprender a enterrar nuestros propios dolores y alegrías; a sofocar nuestros sentimientos, porque así como la luz del sol oculta la corona y el opaco cuerpo físico del hombre vela la hermosa atmósfera áurica, así también nuestros sentimientos, emociones e intereses personales nos vuelven insensibles al dolor del prójimo. Cuando hayamos aprendido a acallar el sentimiento de nuestro propio corazón, a pensar poco en nuestros dolores y alegrías, comenzaremos a sentir el latido del gran Corazón Cósmico, que está ahora como "de parto" para dar muchos hijos a la gloria. Los dolores de parto de nuestro Padre-Madre de los Cielos son sentidos por el místico sólo en sus más elevados y sublimes momentos, cuando ha sofocado enteramente los lamentos egoístas de su propio corazón, porque ése es el enemigo más fuerte y difícil de vencer; pero cuando éso ha sido alcanzado, él siente latir, por así decirlo el Gran Corazón de Nuestro Padre Celestial.
"Así, paso a paso, nos acercamos a la Luz, al Padre en el cual no hay SOMBRA; dejemos muy claro de ver detrás de "la sombra".
La capacidad de oír "La voz del silencio" puede señalar un paso más arriba en el Sendero de la adquisición. "Pero por encima de todo, tratemos se sentir los latidos del corazón de nuestros semejantes, de hacer nuestras sus penas, de regocijarnos con sus logros, guiándolos hacia el Seno de Nuestro Padre en busca de paz y de consuelo".
(continuará)
del libro "Temas Rosacruces" Segundo Tomo, de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel
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