CARTA Nº 38
¿QUE PUEDE ESPERAR EL DISCÍPULO
DEL MAESTRO?
Cristo dijo: "Por sus frutos les conoceréis." Supongamos que una hierba mala fuese dotada de habla. ¿Le creeríamos nosotros si ella nos dijese que era una vid? Seguramente que no; nosotros buscaríamos sus frutos
y al menos que fuesen capaces de producir uvas, sus protestas (no importa cuan altamente las hiciese) no nos causarían impresión. Nosotros que de este modo obramos sabiamente en materias materiales para
precavernos contra decepciones, ¿por qué no aplicamos el mismo principio para otros problemas de la vida?
¿Por qué no usar el sentido común ordinario? Si así hiciésemos nadie nos impusiese sus puntos de vista en materias espirituales; pues como cada reino en la naturaleza es gobernado por una ley natural, la analogía es
la llave maestra de todos los misterios, y una prevención contra las decepciones.
La Biblia nos enseña, clara, muy claramente, que nosotros debemos de probar a los espíritus y juzgarles según su naturaleza. Si hacemos esto, no nos veremos nunca decepcionados por maestros de "estilo personal" y nos ahorraremos a nosotros mismos, a nuestras relaciones, y a la Fraternidad, mucha tristeza y ansiedad.
Analicemos, por lo tanto, el asunto, y veamos qué cosa tenemos nosotros derecho de esperar de uno que clama ser un maestro. Para hacer esto, podemos preguntarnos a nosotros mismos, ¿cuál es el propósito de la
existencia en el universo material? Y podemos contestarnos a tal pregunta diciendo que es la evolución de la conciencia. Durante el Periodo de Saturno, cuando nosotros tuvimos la apariencia mineral en nuestra
constitución, nuestra conciencia era como la del médium expulsado de su cuerpo por espíritus controladores en una sesión materializante, en el cual una parte de los éteres que componen el cuerpo vital han sido
removidos. El cuerpo físico está entonces en trance muy profundo. En el Período Solar, cuando nuestra constitución fue de la apariencia de las plantas, nuestra conciencia estaba como en el estado de sueño o
durmiente sin ensueños, en el cual el cuerpo de deseos, la mente y el espíritu están afuera del cuerpo físico, abandonando a éste y al cuerpo vital en el lecho. En el Periodo Lunar tuvimos un vislumbre de conciencia,
tal como el que tenemos en sueños, cuando el cuerpo de deseos está solo parcialmente separado del vehículo
denso y el cuerpo vital. Ahora en el Período Terrestre, nuestra conciencia ha sido aumentada y abarca a objetos colocados fuera de nosotros mismos, consiguiéndose esto mediante una concéntrica posición de
todos nuestros vehículos, tal como cuando estamos despiertos.
Durante el Período de Júpiter, los globos sobre los cuales progresaremos, estarán colocados como lo estuvieron en el Periodo Lunar. Y la visión interna que tuvimos en este Periodo Lunar, entonces será
externa, pues el Periodo de Júpiter está en el arco ascendente. Así, pues, en lugar de ver los cuadros dentro de nosotros, seremos capaces, cuando hablemos, de proyectarlos sobre la conciencia de nuestros oyentes.
En consecuencia, cuando cualquiera que sea, se irrogue la facultad de ser un maestro, debe ser capaz de substanciar su aserto de tal modo, pues los Maestros Verdaderos, los Hermanos Mayores, quienes están
preparando las condiciones que deben obtenerse durante el Periodo de Júpiter, todos han desarrollado su conciencia correspondiente a tal Período. De este modo, son capaces y sin esfuerzo alguno, de usar esta
proyección externa sobre sus discípulos mediante su palabra y por ella dar evidencia de su identidad. Solo ellos son capaces de guiar a otros con seguridad. Aquellos que no se han desarrollado hasta tal punto, aun
cuando ellos puede que estén así ilusionados, y aunque sus intenciones sean buenas, son impotentes y por lo tanto no deben ser confiados con nuestra guía.
Esto es una prueba de absoluta infalibilidad, y las proclamas de cualquiera que no puede mostrar sus frutos de tal modo, no tienen más valor que la hierba mala que mencionamos en nuestro primer párrafo.
Todos los Hermanos Mayores de la Orden Rosacruz poseen este atributo, y yo confío que ninguno, entre nuestros estudiantes, se determinará en lo futuro a seguir ejercicios o ceremonias practicadas por cualquiera persona que no sea capaz de mostrar su fruto y proyectar las imágenes vivas y conscientes al hablar sobre la conciencia de aquellos a los cuales está guiando o enseñando.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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