CARTA Nº 48
Noviembre de 1914
LA GUERRA MUNDIAL Y LA
FRATERNIDAD UNIVERSAL
En casi todos los correos recibimos cartas con comentarios acerca de la guerra, pero con muy pocas
excepciones no se ha exteriorizado en ellas un sentimiento de participación, indicando que sus autores tienen
un ideal más elevado que aquel inculcado por los Espíritus de Raza y que comúnmente se le da el nombre de
patriotismo. Esta actitud es la única en armonía con los principios de la Fraternidad Rosacruz. Todos
nosotros estamos unidos en una Asociación internacional; todos estamos buscando el Reino que debe
suprimir todas las nacionalidades y el hecho de que hayamos nacido en diferentes partes del mundo y nos
comuniquemos en lenguajes diferentes, no elimina ni invalida el mandamiento de Cristo: "Amarás a tu
prójimo como a ti mismo", ni nos disculpa para desempeñar el papel de "ladrón" en vez del "samaritano".
Nos importa el elevarnos sobre las barreras y trabas de la nacionalidad y aprender a decir con aquel hombre
llamado Tomás Paine: "EI mundo es mi patria y hacer el bien mi religión." Debemos cesar simplemente el
ser nacionalistas y esforzarnos para abarcar en nuestra simpatía a todo el Universo.
Pero hay una guerra que vale la pena de luchar por ella, una guerra en la cual podemos emplear toda nuestra
energía, una guerra en la que debemos persistir con celo incansable, y uno de nuestros estudiantes la ha
descrito tan bien que no podemos hacer, por nuestra parte, cosa mejor que transcribir sus mismas palabras:
"Al reflexionar sobre la guerra este pensamiento viene a mí: Cuando los hombres se cansen de esta guerra
intestina y dejen caer sus brazos y la paz predomine en este continente cargado con el polvo tanto de amigos
como de enemigos, sus ríos teñidos de carmín con la sangre más valiosa de los imperios, se levantará una
nueva Europa y una nueva civilización substituirá a la destruida.
"Y el vasto número de fantasmas muertos desconocidos, agonizantes, señalará una fuerza más potente para
la paz mundial que si ellos vivieran. De este modo, por las pasiones desenfrenadas del hombre, la Deidad,
justa y amante, nos brindará un bien último.
"Si los hombres, y las mujeres también, fuesen una décima parte de entusiastas para combatir al real
enemigo dentro del pecho humano, como ellos lo son para levantarse en armas contra un enemigo supuesto,
justamente al otro lado de una no existe línea imaginaria separatista del mundo ante los ojos de Dios,
entonces el Príncipe de la Paz vendría por sí solo. Todos los elementos de muerte se sumirían en el limbo y
la promesa gloriosa se realizaría totalmente: “Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad."
"Y en cuanto a mí mismo, resuelvo que no cesaré en mis esfuerzos hasta que el último vestigio de maldad,
error y odio sea eliminado y la elevada trinidad de "Divinidad, Verdad y Amor" reinen sin rival dentro de
mí.
"En esta lucha real me veo a mí mismo muy pobre soldado y la marea de la lucha a menudo se pasa al bando
contrario; sin embargo, no importa que caiga mil y mil veces más, la lección debe ser aprendida y la
aprenderé. Algún día con un corazón grande, una indomable voluntad, una persistencia invariable, la victoria
que erguirá gallarda y la paz reinará - esa paz que excede a toda comprensión."
Unámonos todos a nuestro hermano en tan noble lucha recordando las palabras de Goethe:
"De todas las fuerzas que encadenan al mundo, el hombre se autoliberta cuando gana el control propio."
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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