CARTA Nº 47
LOS AUXILIARES INVISIBLES Y SU TRABAJO
EN EL CAMPO DE BATALLA
Un mes más ha transcurrido y aun la guerra europea está en toda su intensidad. A miles pasan al más allá, a
los mundos invisibles, y este desastre es mucho más horroroso que todos los que hasta ahora había sufrido la
humanidad. Como el lector sabe ya por nuestra literatura el Mundo del Deseo es el mundo de la ilusión y
alucinación y esos pobres seres que han sido lanzados a tal reino con tales horrendas heridas sobre sus
cuerpos físicos, se imaginan también (como es frecuente el caso con las personas que han sufrido un
accidente) el que las lesiones físicas permanecen en sus vehículos y como consecuencia continúan sufriendo
por tales fantasías como si realmente pudieran sentir las heridas inferidas a sus órganos físicos. Esto es, por
supuesto, totalmente inútil e innecesario. Muchos de ellos andan deambulando de un sitio para otro con
heridas horrendas sobre sus cuerpos, especialmente aquellos que les fueron inferidas por estallidos de
granadas o por las bayonetas. Es facilísimo para los Auxiliares Invisibles el acercarse a esos seres y
mostrarles que sus heridas son totalmente imaginarias; sin embargo, como los casos son numerosísimos, la
tarea es gigantesca y nuestros Auxiliares Invisibles están pasando una época de actividad sin precedentes
contra un número tan desigual y numeroso.
Sin embargo, no es la angustia resultante de semejantes fantásticas lesiones corporales la que proporciona
este trabajo abrumador. La angustia mental -el sentimiento concerniente a aquellos seres que han dejado
solos, el miedo de los padres por sus tiernos hijos y el dolor de las madres que han dejado detrás de ellos
para hacer frente a las necesidades de una familia compuesta de tiernas criaturas -es el inconveniente más
grande para hacer calmar y tranquilizar a este inmenso número de desencarnados con que tropiezan los
Auxiliares Invisibles y este es el punto sobre el cual yo deseo el pedir su decidida cooperación.
El presidente Wilson de los Estados Unidos ha señalado el día 4 de octubre como un día de oración por la
paz. Es siempre bueno el unirse a tales movimientos, porque nuestros pensamientos ejercitados en este
sentido, producirán un considerable efecto y robustecerán extraordinariamente las rogativas generales. Este
día debe ser empleado por todos y cada uno de nuestros estudiantes sinceros para la oración por la liberación
del mundo de esta horrosa carnicería. Sus pensamientos deben ser dirigidos especialmente para consolar a
los que están en este mundo y en el mundo invisible también, quienes se encuentran en estado desastroso por
la rotura de las relaciones con sus familias. Cada uno debe mantener el pensamiento de que aunque la guerra
actual aparece dolorosa, es, sin embargo, únicamente un incidente en un largo lapso de tiempo que no tiene
principio ni fin.
Como espíritus somos inmortales y estas cosas que ahora se nos antojan de tan grande importancia, cuando
sean vistas desde el punto de vista espiritual y se considere el hecho de que realmente somos inmortales, se
verá que son de menos monta de lo que ahora parecen tener. Cualquiera cosa que suceda será sumada a la
naturaleza espiritual como una lección, para darnos un sentimiento de horror de esta carnicería que está
ahora devastando al mundo.
Esta guerra, mantengámonos en esta dulce esperanza, será la última guerra que alterará la paz de la Tierra,
pues habiendo aprendido esta costosa lección, la humanidad destruirá de una vez para siempre todos los
elementos de guerra y fundirá sus espadas en arados. Tengamos en nuestras mentes tal idea, nosotros
estudiantes de la Fraternidad Rosacruz durante el día 4 de octubre, pero puesto que esta fecha está tan
cercana que probablemente no llegaría a sus manos esta carta a tiempo, dediquemos todos los miembros de
la Fraternidad el domingo, día 18, como un día de oración por la paz. Para aquella fecha todos los
estudiantes habrán recibido este mensaje y una vez más nos uniremos mentalmente de la mañana a la noche
en este esfuerzo de restablecer la paz en el mundo. Pueda el reinado de Cristo reemplazar el reinado de los
hombres, pues han demostrado, elocuentemente, ser unos gobernantes inadecuados.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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