CARTA Nº 44
Julio de 1914
EL VICIO DEL EGOÍSMO Y EL PODER
DEL AMOR
En la última lección vimos que el señor de Wartburg pidió a los trovadores que describieran el amor. Como
quiera que todos aspiramos a desenvolver dentro de nosotros mismos esta cualidad, es seguramente de la
mayor importancia que examinemos el asunto cara a cara y veamos cuál es nuestra mayor debilidad, pues
seguramente no habrá discordancia respecto al punto de que todos estamos faltando horrorosamente al amor.
No importa lo que podamos parecer a los otros si cuando escudriñamos serenamente nuestros corazones nos
quedamos avergonzados al conocer los motivos que nos mueven a hacer muchas cosas, que a los demás les
parecen son dictados por el amor al prójimo. Cuando analizamos estos motivos encontramos que son
dictados por el egoísmo, falta, que por otra parte, nunca confesamos tener. Yo he oído a hombres y mujeres
decir y confesar pública y privadamente todos los pecados habidos y por haber, excepto este del egoísmo.
Efectivamente, nosotros estamos engañados por nosotros mismos imaginándonos que no somos egoístas.
Por otra parte, lo vemos bien claramente en nuestros semejantes si estamos dotados de alguna observación,
pero no somos capaces de ver la enorme viga que cubre nuestros propios ojos, y hasta tanto que no
admitamos esta gran falta en nosotros y luchemos seria y decididamente para dominarla, no podremos
progresar mucho en el sendero del amor.
Tomás de Kempis dijo: "Yo preferiría sentir arrepentimiento que saber el modo de definirlo", y nosotros
podemos substituir la palabra "amor" por la de arrepentimiento. ¡Oh, si nosotros fuéramos capaces de sentir
amor antes bien que ser capaces de definirlo! Pero el amor no puede ser conocido por nosotros excepto en la
medida que nos purifiquemos del gran pecado del egoísmo. La vida es nuestra posesión más preciosa y
como Cristo dijo: "No tiene el hombre más grande amor (o abnegación) que esto, es decir, que un hombre dé
su vida por sus amigos."
En la proporción, pues, que nosotros cultivemos esta virtud de la abnegación, alcanzaremos el amor, porque
son sinónimos como se indica por Pablo en su inimitable 13º capitulo de la primera epístola a los corintios. ¿
Cuando un pobre hermano nuestro llama a nuestras puertas, le damos tan poco como nos es posible? Si así
obramos, somos egoístas. ¿0 acaso le auxiliamos solamente porque nuestra conciencia no nos permite
dejarle marchar con las manos vacías? En este caso también adolecemos de egoísmo, puesto que no
queremos sentir los remordimientos de la conciencia. Aun cuando nosotros demos nuestras vidas por una
causa, ¿no lo hacemos porque pensamos en esta causa nos pertenece? A menudo oculto mi cara a mi mismo
por la vergüenza que siento por este pensamiento en relación con la Fraternidad, y aún debemos continuar en
nuestro puesto. Pero no nos engañemos a nosotros mismos; luchemos con el demonio del egoísmo y estemos
siempre alerta contra sus sutiles añagazas y encantos. Si sentimos que nos susurra a nuestro oído que
necesitamos descanso y no nos es posible sacrificarnos por los demás, o si vemos que no podemos dar a los
demás de nuestro sustento, hagamos un soberano esfuerzo para imponer la gratitud de la generosidad. En
efecto, nosotros no reservamos más que lo que damos; nuestros cuerpos desaparecen y nuestras posesiones y
propiedades las dejamos detrás de nosotros, pero nuestras buenas acciones permanecen nuestras por toda la
eternidad.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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