humana compasión y amor

”el
propósito de la vida no es felicidad sino experiencia"…


Ningún hombre ama a Dios si aborrece a sus semejantes,
Quien pisotea el corazón o el alma de su hermano;
Quien busca encadenar, nublar o ensombrecer la mente
Con miedos del infierno, no ha percibido nuestra meta.
Dios nos envió todas las religiones benditas
Y Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida,
Para dar descanso al de pesada carga
Y paz para el dolor, el pecado y la lucha.
Contemplad al Espíritu Universal que ha llegado
A todas las iglesias, no a una solamente;
En la mañana de Pentecostés una lengua de fuego
Rodeando a cada apóstol como un halo brilló.
Desde entonces como buitres famélicos y voraces,
Hemos combatido a menudo por un nombre sin sentido,
Y buscado dogmas, edictos o credos,
Para enviarnos los unos a los otros a la hoguera.
¿Está Cristo dividido entonces? ¿Fue Pedro o Pablo,
Para salvar al mundo, clavado al madero?
Si no, ¿por qué, entonces, tales divisiones?
El amor de Cristo abarca tanto a vosotros como a mí.
Su puro dulcísimo amor no está confinado
Por credos que segregan y levantan una muralla.
Su amor envuelve y abraza a toda la humanidad,
No importa lo que nosotros nos llamemos de Él.
Entonces, ¿por qué no aceptar Su palabra?
¿Por qué sostenemos credos que nos separan?
Sólo una cosa importa ser oída;
Que el amor fraterno llene todos los corazones.
Sólo hay una cosa que el mundo necesita saber,
Sólo hay un bálsamo para todos los dolores humanos,
Sólo hay un camino que conduce hacia los ciclos,
Este camino es: humana compasión y amor.
--Max Heindel

ver vídeo: CREDO o CRISTO

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del libro Concepto Rosacruz del Cosmos de Max Heindel

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CONCEPTO ROSACRUZ DEL COSMOS

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Max Heindel

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martes, 19 de febrero de 2013

EL VICIO DEL EGOÍSMO Y EL PODER DEL AMOR



CARTA Nº 44
Julio de 1914


EL VICIO DEL EGOÍSMO Y EL PODER
DEL AMOR

En la última lección vimos que el señor de Wartburg pidió a los trovadores que describieran el amor. Como
quiera que todos aspiramos a desenvolver dentro de nosotros mismos esta cualidad, es seguramente de la
mayor importancia que examinemos el asunto cara a cara y veamos cuál es nuestra mayor debilidad, pues
seguramente no habrá discordancia respecto al punto de que todos estamos faltando horrorosamente al amor.
No importa lo que podamos parecer a los otros si cuando escudriñamos serenamente nuestros corazones nos
quedamos avergonzados al conocer los motivos que nos mueven a hacer muchas cosas, que a los demás les
parecen son dictados por el amor al prójimo. Cuando analizamos estos motivos encontramos que son
dictados por el egoísmo, falta, que por otra parte, nunca confesamos tener. Yo he oído a hombres y mujeres
decir y confesar pública y privadamente todos los pecados habidos y por haber, excepto este del egoísmo.
Efectivamente, nosotros estamos engañados por nosotros mismos imaginándonos que no somos egoístas.
Por otra parte, lo vemos bien claramente en nuestros semejantes si estamos dotados de alguna observación,
pero no somos capaces de ver la enorme viga que cubre nuestros propios ojos, y hasta tanto que no
admitamos esta gran falta en nosotros y luchemos seria y decididamente para dominarla, no podremos
progresar mucho en el sendero del amor.
Tomás de Kempis dijo: "Yo preferiría sentir arrepentimiento que saber el modo de definirlo", y nosotros
podemos substituir la palabra "amor" por la de arrepentimiento. ¡Oh, si nosotros fuéramos capaces de sentir
amor antes bien que ser capaces de definirlo! Pero el amor no puede ser conocido por nosotros excepto en la
medida que nos purifiquemos del gran pecado del egoísmo. La vida es nuestra posesión más preciosa y
como Cristo dijo: "No tiene el hombre más grande amor (o abnegación) que esto, es decir, que un hombre dé
su vida por sus amigos."
En la proporción, pues, que nosotros cultivemos esta virtud de la abnegación, alcanzaremos el amor, porque
son sinónimos como se indica por Pablo en su inimitable 13º capitulo de la primera epístola a los corintios. ¿
Cuando un pobre hermano nuestro llama a nuestras puertas, le damos tan poco como nos es posible? Si así
obramos, somos egoístas. ¿0 acaso le auxiliamos solamente porque nuestra conciencia no nos permite
dejarle marchar con las manos vacías? En este caso también adolecemos de egoísmo, puesto que no
queremos sentir los remordimientos de la conciencia. Aun cuando nosotros demos nuestras vidas por una
causa, ¿no lo hacemos porque pensamos en esta causa nos pertenece? A menudo oculto mi cara a mi mismo
por la vergüenza que siento por este pensamiento en relación con la Fraternidad, y aún debemos continuar en
nuestro puesto. Pero no nos engañemos a nosotros mismos; luchemos con el demonio del egoísmo y estemos
siempre alerta contra sus sutiles añagazas y encantos. Si sentimos que nos susurra a nuestro oído que
necesitamos descanso y no nos es posible sacrificarnos por los demás, o si vemos que no podemos dar a los
demás de nuestro sustento, hagamos un soberano esfuerzo para imponer la gratitud de la generosidad. En
efecto, nosotros no reservamos más que lo que damos; nuestros cuerpos desaparecen y nuestras posesiones y
propiedades las dejamos detrás de nosotros, pero nuestras buenas acciones permanecen nuestras por toda la
eternidad.

del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel

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