CARTA Nº 35
EL MITO DE FAUSTO Y LA LEYENDA
MASÓNICA
En la lección del mes anterior terminamos nuestro análisis del mito de Fausto y pasando una recapitulación
sobre él en conjunto, podemos notar que nos brinda la misma idea de la leyenda masónica. Por una parte
tenemos a Fausto y a Lucifer y por otra a Margarita y a los sacerdotes. Margarita mostraba fe y creencia en
la iglesia aun en sus horas de infortunio. Esta fe es su sostén y consuelo y oportunamente alcanza la meta del
espíritu, es decir, llega a su hogar celestial por la fe. Sus pecados de omisión y comisión son debidos a la
ignorancia, pero cuando ella ve la fuerza del mal encarnada en el carácter de Lucifer el cual le ofrece la
libertad de la prisión y la escapatoria de la muerte, declina el conseguirlo por medio de tal concurso, por lo
cual se redime a si misma suficientemente como para merecer un lugar en el Reino Celestial. De igual modo,
los pupilos de la iglesia, los Hijos de Seth, están aún dependiendo del perdón de los pecados en vez de, sus
propios méritos.
Están buscando la salvación por medio de su fe y la fuerza de sus trabajos es insignificante.
En Lucifer y en Fausto vemos la réplica o símbolo de los Hijos de Cain, quienes son positivos, fuertes y
activos en el trabajo del mundo. El mismo espíritu que imbuyó en Caín el deseo de hacer que “dos hojas de
hierba crecieran donde anteriormente crecía solo una" -el independiente, el instinto divino creador que ha
hecho que los Hijos de Cain soporten el trabajo del mundo en todos los tiempos - es también poderoso en el
carácter de Fausto y el glorioso uso para el cual empleó las fuerzas del mal, o sea, hacer que éstas
construyesen una nueva tierra, una región libre, donde un pueblo libre y feliz pudiera morar en paz y alegría,
nos da una idea de lo que el futuro nos reserva.
Por nuestro propio esfuerzo, mediante el empleo para el bien de las fuerzas malas, nos libertaremos
definitivamente de las limitaciones, tanto las de la Iglesia como las del Estado, que ahora nos mantienen
cohibidos y maniatados.
Aunque los convencionalismos de la sociedad y las leyes de la Tierra son ahora necesarios para contenernos
y evitar el que infrinjamos los derechos de los demás, vendrá un día cuando el espíritu nos envolverá y nos
purificara al igual que el amor de Fausto por Elena le purificó y le dio el incentivo de emplear las fuerzas de
Lucifer en la forma dicha.
Cuando hayamos conquistado el deseo del trabajo para sí, cuando nos hayamos enamorado del trabajo para
los demás al igual que Fausto estaba anheloso y enamorado cuando con su vista, que se extinguía, él pudo
observar que la tierra de sus sueños emergía del mar, entonces nunca más será necesario para nosotros la
restricción de la ley y los convencionalismos, porque nos habremos elevado sobre ellos por el cumplimiento
de todos los requisitos que exigen; solamente de este modo podremos ser realmente libres. Es muy fácil
predicar a los otros lo que debe hacerse o no hacerse, pero lo verdaderamente difícil es él obligarnos a
nosotros mismos a la obediencia, aun cuando intelectualmente podamos asentir a los dictados del
convencionalismo.
Como dice Goethe:
De todas las fuerzas que mantienen encadenado al (mundo,
el hombre se libera a sí mismo, cuando aprende el dominio propio).
El mito de Fausto nos dice que hay un estado utópico reservado para nosotros para cuando hayamos
conquistado nuestra propia salvación por el uso de nuestras fuerzas titánicas internas para convertirnos en
libres realmente. Todos nosotros podemos por medio de nuestras acciones diarias el apresurar tal día.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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