INSTRUCCIÓN XIX
LA FUERZA FUTURA - ¿VRIL o QUÉ?
Se ha escrito y hablado tanto sobre los mundos internos desde el punto de vista oculto,
tanto se ha dicho que poseemos vehículos superiores, capaces de ser desarrollados para
funcionar conscientemente en ellos, que es absolutamente necesario enaltecer el
inmenso valor del cuerpo denso y del mundo visible al que nos correlaciona, para
contrarrestar en lo posible el desprecio con que algunas personas miran el mundo en que
vivimos.
Podemos asegurar tranquilamente que hay Grandes y Exaltadas Inteligencias en la
evolución que ordenan todas las cosas con una sabiduría tan maravillosa que no
descuida ningún factor, y tratemos de comprender el fin y objeto de nuestra actual
existencia. Entonces veremos que todo está bien, que hay buenas y suficientes razones
para que estemos colocados en la presente fase de existencia concreta, con las
limitaciones inherentes a ella.
Vemos que en la actualidad el mundo occidental está atravesando una fase de
desenvolvimiento material y muchos de entre nosotros que estamos preocupados con las
cosas del espíritu nos ponemos a considerar las actividades del hombre ordinario con un
sentimiento de "gracias, Dios mío, por ser yo más santo que los otros", sentimiento que
es completamente gratuito.
La tan despreciada "persona ordinaria" nos mira por su parte con burlona sonrisa cuando
le hablamos con gran familiaridad del cielo y del infierno, sin estar por cierto nada al
corriente de los asuntos materiales. Nuestro primer y más importante deber es conocer
algo del mundo material, practicar nuestros deberes aquí lo mejor que podamos, antes de
ponernos a escudriñar las nubes. Para explicar este argumento podemos señalar a la
India donde el pueblo sufre hambres terribles, siendo incapaz de trabajar, pensando en el
"Nirvana" y olvidando sus condiciones del presente. La persona ordinaria nos dirá que
contemplemos el atraso de esos orientales, atraso que ella atribuirá a su creencia en la
doctrina de la reencarnación, que es lo que les inculca ese descuido por su actual fase de
existencia.
Y entonces argüirá que el desarrollo espiritual, especialmente fuera de los métodos de las
iglesias reconocidas, es perjudicial en alto grado, y tendrá plena razón en sus
afirmaciones, si bien hay un punto de vista más profundo que trataremos más tarde.
Para desarrollarnos en forma sana y segura debemos tener positivamente una
apreciación correcta de la misión de este mundo en el plan divino de desenvolvimiento
que se llama evolución, y darnos cuenta completa de la parte que nos toque en la obra
del mundo. Por otra parte puede decirse que el punto de vista oculto da una percepción
más profunda y un margen más amplío de utilidad que la simple consideración superficial.
Examinaremos, por consiguiente el sendero de desarrollo del mundo material desde
ambos puntos de vista.
Se indicó en la Instrucción II que todas las cosas de este mundo visible y material son
imágenes mentales cristalizadas y se dio una ilustración de como, un arquitecto formaba
una casa en su mente, sacando los planos de esa imagen mental, planos que luego
aprovecharon los obreros para construir la casa materialmente. La imaginación de
Graham Bell se cristalizó en el teléfono, la de Fulton en un vapor, etc. Pero por supuesto,
esas ideas no eran perfectas desde el primer momento, siendo necesario un gran número
de experiencias antes de que las invenciones mencionadas tuvieran la eficiencia
necesaria para ser útiles en la vida.
Si nos imaginamos este mundo en que vivimos como un Mundo del Pensamiento, en el
que pudiéramos formar imagenes similares a cuadros mentales, pero donde no fuera
posible concretarlos en metal o en madera, ¿qué hubiera resultado en casos tales como
el del teléfono o del vapor? El inventor habría creído su invención exacta, al no existir
condiciones materiales que demostraran las imperfecciones de su pensamiento, y por
consiguiente no habría aprendido a pensar correctamente.
La misión del mundo material, concreto, es hacer manifiestos nuestros errores.
Estamos desarrollando un poder enorme dentro de nosotros mismos y en el Mundo Físico
tenemos la condición más ideal para desarrollar la habilidad requerida para poder usar
aquel poder convenientemente. Sin esa habilidad, en los estados de materia sutiles
produciríamos perjuicios inmensos. La que es la fuerza venidera lo veremos cuando
echemos una mirada retrospectiva sobre el pasado desenvolvimiento, lo que nos dará la
verdadera medida de la perspectiva.
En los primeros albores de la existencia humana, el hombre actuó principalmente con los
sólidos, sus primeros implementos fueron piedras afiladas, lo que es de dominio corriente.
Más tarde comenzó a obrar sobre los líquidos, viajando en su burda canoa por el agua, o
empleando ésta para mover sus molinos. Más tarde aprendió a emplear los gases, el
viento, como fuerza de propulsión para los barcos o para los molinos.
Ese fue un inmenso progreso; puso las partes más distantes del mundo en comunicación
y ensanchó los conocimientos del hombre inconmensurablemente, pero aún los
progresos obtenidos por el empleo de la fuerza del aire son insignificantes comparados
con los obtenidos desde que se comenzó a emplear un gas más etérico: el vapor.
Este
hizo girar las ruedas del progreso con una velocidad maravillosa. Pero todas las
maravillas realizadas por el vapor son nada comparadas con los mil y un mejoramientos
de las comunicaciones y con los conocimientos adquiridos mediante la utilización de una
fuerza aún más sutil: la electricidad, que circula por el globo llevando un mensaje en
poquísimos segundos, muchos menos segundos que años se habrían requerido antes
para hacer el mismo recorrido.
Vemos, pues, que el progreso humano se ha realizado por el empleo de fuerzas cada vez
más sutiles y que cada vez que hemos aprendido a utilizar una energía más sutil que la
que antes empleábamos hemos hecho grandes progresos en la civilización.
Esta visión de las cosas no está encarnada en nuestras costumbres; generalmente
asociamos la solidez con la fuerza como si fueran términos sinónimos, pero un poco de
observación nos mostrará fácilmente la falacia de tal idea.
Las olas del mar que son fluidas, pueden aplastar las cuadernas de un buque en pocos
momentos; torcer y retorcer las más fuertes planchas de acero como si fueran simples
trozos de alambre. Los vientos pueden desquiciar los mástiles de un barco; darle vuelta
en un abrir y cerrar de ojos, y sin embargo, el viento no es más que aire, un gas. El agua,
un fluido, está socavando las colinas de Seattle Washingtón, y afectando la solidez de
sus edificaciones. Cuando contemplamos las grandes locomotoras con sus trenes
extremadamente pesados y admiramos sus poderosas calderas, ¿nos fijamos alguna vez
en que están tan sólidamente construidas debido a que en ellas obra un gas, elástico,
invisible: el vapor?
El molino de agua era inútil como productor de energía, salvo cuando se lo ponía en
contacto directo con una fuente de energía estacionaria, una cascada. El poder del viento
era mejor, podía emplearse como fuerza de propulsión en todo el mundo, pero era
voluble e incierto. El vapor era ya más ideal, puesto que se podía obtener a voluntad y
casi en cualquier parte pero requería maquinaria poderosa que se moviera, como se ve
en la locomotora que no es más que un poder movible. La electricidad puede trasmitiese
a millas de distancia por medio de un pequeño alambre, pudiendo emplearse en cualquier
parte a lo largo de esta línea; puede ser almacenada, embotellada en realidad, y después
sacada a voluntad; puede hasta ser trasmitida sin necesidad de alambre de un lugar a
otro por medio del omnipresente éter.
Hemos pues, demostrado que el progreso humano del pasado se ha realizado por la
utilización de fuerzas de creciente sutilidad -agua, aire, vapor, electricidad -, y que la
creciente utilidad de cada una de esas fuerzas está aumentada además por la facilidad
con que pueden trasmitiese y utilizarse en diversos lugares. El último progreso ha sido la
transmisión de la energía de una fuente central a diversos puntos sin necesidad de
conexión material como en la radiotelegrafía.
Habiendo, pues, visto los progresos pasados debe ser evidente que todo progreso ulterior
de la raza humana depende del descubrimiento y utilización de una energía más sutil
transmisible con facilidad aún mayor que las fuerzas que ya conocemos.
¿Cuál será esa nueva fuerza, qué papel jugará en el desarrollo de la raza humana y en
qué sentido hay que buscar su descubrimiento? Tal es la naturalísima triple pregunta que
ocurre y la que trataremos de contestar.
En su obra, La Raza Futura, Bulwer Lytton nos dio una vislumbre de lo que será esa
fuerza futura. Como todas las demás novelas nunca ha sido tomada en serio, sino que se
la ha considerado solamente como el producto de la fantasía de un autor de talento. Las
novelas de Julio Verne han encontrado por parte del público una actitud de admiración
similar por su vivida fantasía (?), y sin embargo, ¿no se han realizado muchas de ellas?
La Vuelta al Mundo en Ochenta Días, es ahora demasiado lenta para un viajero del siglo
XX. La navegación submarina y las naves aéreas son una realidad de nuestras días. En
verdad, la mente humana no puede imaginar nada que no sea posible realizar.
Esto
parece ser una afirmación extravagante, pero ¿no queda justificada en vista de lo que ya
se ha hecho? E invirtiendo nuestra argumentación podemos decir que algo parecido al
Vril de Bulwer Lytton tendrá que descubrirse antes de que el hombre pueda dar el
subsiguiente gran paso de progreso. Ciertamente, grandes y maravillosos
descubrimientos están ante nosotros esperando una explotación más intensiva de las
fuerzas que ya poseemos, pero el próximo Gran Paso depende del descubrimiento y
preparación para su empleo de la fuerza venidera. Se hicieron tentativas para construir la
máquina de vapor mucho antes de que se obtuviera el éxito que ha alcanzado en
nuestros días. Los hombres de ciencia conocieron también algo sobre la electricidad
anteriormente, pero se ha necesitado largo tiempo para que esas ideas maduraran y
pudieran aprovecharse prácticamente; similarmente, mientras seguimos marchando y
explotando las fuerzas que conocemos sabemos que tenemos que prepararnos para la
fuerza venidera y si la hallamos podremos encontrar los medios de usarla con más
rapidez. Echemos una ligera mirada sobre el Vril de Bulwer Lytton, pues entre todo su
ornamento fantástico hay una verdad inestimable oculta allí.
El Vril era una fuerza que se generaba dentro de los personajes de esa novela; no
dependía de una maquinaria externa que costara dinero, que podía favorecer a los pocos
y no a la mayoría; todos sin excepción poseían en La Raza Futura ese poder desde el
nacimiento hasta la muerte.
Ciertamente que ese es un ideal muy superior a una estación central de energía. No
había necesidad alguna de elevadores, puesto que cada uno levitaba a voluntad.
Tampoco eran necesarios los tranvías, coches o ferrocarriles, pues todos podían moverse
rápida y fácilmente por su propia fuerza; de nada servía los barcos cuando el hombre
podía volar por el aire sin necesidad de exponerse a los inconvenientes inherentes de los
viajes por tierra o por mar; y véase con cuanta menos resistencia podía volar como el
pájaro, sin tener que depender de aeroplanos u otra cosa semejante.
Como todas las demás fuerzas el Vril podía emplearse como medio de destrucción; era
también rápido en eso, así que tenía que tenerse sumo cuidado en su empleo. Era
necesario poseer el dominio propio en el más alto grado, pues si uno se dejaba arrastrar
por un acceso de ira se hubiera originado espantosos desastres. Si alguna vez tenemos
que emplear esa fuerza podemos ver muy bien la gran necesidad que hay de que
seamos buenos, cariñosos y que no tengamos enemigos. Nuestras vidas estarían en
manos de los demás a tal extremo cuál ni por soñación se nos ocurre.
Cuando miramos dentro de nosotros mismos con objeto de ver si es posible qué una
energía semejante esté desarrollándose incipientemente, no tardaremos mucho en
encontrarla, viéndonos obligados a reconocer ese poder de vastísimas posibilidades en el
Poder Mental. Nuestras ideas toman forma en las imágenes mentales que formarnos con
gran facilidad cristalizándolas después en cosas materiales de manera excesivamente
lenta y convirtíéndolas en ciudades, casas, muebles, etc. Todo lo que ejecuta la mano del
hombre es pensamiento cristalizado.
Este modo lento que en la actualidad caracteriza la exteriorización del pensamiento en
forma de cosas, no debernos tomarlo como medida de las posibilidades; ni desalentarnos
por el hecho de que el pensamiento nos parezca demasiado sutil y escurridizo. Ha
sucedido lo mismo con las otras fuerzas que más tarde movieron las ruedas del progreso.
Durante edades innumerables las olas del mar han agotado su energía en batir las
costas, pero ahora los inventores están comenzando a aprovechar la fuerza del agua,
poniendo generadores eléctricos en combinación con las cascadas. Durante períodos
larguísimos los vientos han barrido la tierra y el mar antes de que su fuerza se pusiera al
servicio del hombre en los barcos de vela. Durante edades el vapor se escapaba en el
aire saliendo de las ollas que empleaba la humanidad primitiva mucho antes de que ésta
aprendiera a concentrar su poder y a utilizarlo en las diversas industrias. Así como el
vapor se escapa inútilmente de las vasijas de cocina, así también la energía mental
radiante de la humanidad actual se escapa inútilmente, y así como el vapor pudo
utilizarse concentrándolo así también el sutilísimo poder mental, pero colosalmente
potente, puede concentrarse para hacer el trabajo del hombre con una facilidad imposible
de imaginar si se compara con las fuerzas actuales, pues éstas son simplemente
utilizables para trabajar sobre coas existentes, mientras que el Poder Mental es una
fuerza creadora .
Sabemos cuan peligrosas son las otras fuerzas cuando se concentran; mientras el vapor
se escapa de una cafetera no puede hacer el menor daño. La electricidad generada por la
fricción en un cristal o en un trozo de ámbar no puede ser peligrosa para nadie, pero
cuando se genera el vapor en cantidad y se le encierra en una caldera, puede destrozar
las manos del obrero incompetente; y la electricidad puesta en tensión en un alambre
puede matar al ignorante que se ponga en contacto con ella. Análogamente podemos
deducir que el Poder Mental mal dirigido o empleado ignorantemente produciría efectos
muchos más desastrosos por ser una energía más sutil. Por lo tanto es necesario que el
hombre asista a una escuela donde pueda aprender a usar esa energía formidable en
forma segura y eficaz, y comprendámoslo o no, los sabios instructores que trabajan
invisible pero potentemente con la humanidad nos han proporcionado ya esa escuela
cuando nos colocaron en esta existencia concreta, el Mundo Físico. Sepámoslo o no,
todos los días, a toda hora estamos aprendiendo la lección del Recto Pensar y cuanto
más y más aprendemos esa lección más nos convertimos en criaturas semejantes a
nuestro Padre que está en los cielos.
Vemos, pues, cuan grande es el error de despreciar esta existencia concreta y vivir sólo
en nubes de esperanzas y aspiraciones que tienen únicamente que ver con la vida
superior y con los mundos superiores, mientras descuidamos nuestros deberes en esta
vida material.
Debe ser igualmente claro, sin embargo, que es también un error confinarse a la fase
puramente concreta de la vida excluyendo el lado espiritual de nuestra naturaleza. Los
extremos son peligrosos. Si reconocemos los dos polos de nuestro ser y tratamos de
guiar nuestra existencia material por la luz de nuestra percepción espiritual aprenderemos
las lecciones que tan admirablemente se nos han preparado en la escuela de la vida, en
muchísimo menos tiempo que el que se necesitaría yéndose a los extremos.
Los resultados que produce el irse a uno de los extremos pueden verse claramente,
comparando desde el punto de vista oculto. al hindú con los pobladores del mundo
Occidental.
Según indicamos anteriormente, las personas materialistas para justificar su alejamiento
de los asuntos espirituales llaman la atención hacia los países y pueblo espiritualistas
especialmente la India, diciéndonos que notemos el estado atrasado de los hindúes, la
indolencia de los Orientales y atribuyen todo eso a su creencia religiosa. Otros han
tratado de defenderlos diciendo que los hindúes se encuentran amontonados en países
montañosos y áridos, cuya tierra no puede alimentar a los millones de seres que la
pueblan, viniendo de ahí las pestes y el hambre. Señalan el sol tórrido y las inundaciones
desvastadoras de la India parangonándola con nuestras tierras fértiles y lujuríantes donde
la abundancia es la porción de todos, y esto casi implica el acusar a Dios de una
injusticia, pues niega a los unos lo que es mejor en opinión de tales críticos.
Que el estado de los hindúes es el descrito, y aún peor de lo que podríamos imaginarnos,
es una afirmación veraz. Considerando la vida desde el punto de vista Occidental de que
no tenemos más que una sola vida, esos pueblos son en realidad dignos de compasión
como víctimas del capricho de un Dios injusto, pero cuando nos damos cuenta precisar
de las leyes de Consecuencia y de Renacimiento y las actividades que se despliegan en
el Segundo Cielo, comprenderemos fácilmente las razones espirituales de las diferentes
condiciones de las naciones así como, de los individuos.
El Sol abrasador, la esterilidad del suelo de la India y las inundaciones desvastadoras,
son nada más que los efectos producidos en el mundo material por causas que obran en
los dominios espirituales, lo mismo que cualquier otros actos de la Naturaleza o del
hombre; hay una explicación espiritual de cada uno de los fenómenos, que va hasta las
mismas raíces de los hechos materiales, hay una razón espiritual que produce la pobreza
y las condiciones climatéricas de la India, así como nuestra prosperidad. Para
comprender esa razón es necesario mantener claramente en la mente la distinción entre
el cuerpo y el Espíritu que en él habita. Todos los Espíritus son semejantes, salvo en que
unos se han desarrollado más que otros. Las razas son tan solo los cuerpos creados por
los Espíritus, y conforme una clase de éstos evoluciona pasa de una raza a otra.
Los más
desarrollados hacen el trabajo preparatorio y llevan la raza a su más elevada perfección.
Una vez alcanzada ésta, aquellos forman una raza nueva y los cuerpos de la raza que
han abandonado los aprovechan otros Espíritus menos desarrollados que hacen que
entonces comience a degenerar. Cuando a su vez esos cuerpos han llegado a ser inútiles
hasta para ellos, entonces avanzan y abandonan los cuerpos de esa raza a otra clase
aún más inferior de Espíritus. Bajo su influencia la raza degenera aún más y por último,
cuando ya no queda ningún Espíritu tan atrasado que necesite emplear esa degenerada
forma, las mujeres se tornan estériles y la raza muere.
Ya ha cumplido sus propósitos.
Nosotros, los de las naciones Occidentales habitamos en un tiempo cuerpos hindúes, fue
cuando la India se encontraba en toda su gloria y esplendor, cuando la raza estaba
evolucionando física y espiritualmente a la vez. Eso sucedió en la llamada Edad de Oro,
cuando las sagradas escrituras vinieron a la existencia, cuando se construyeron los
grandes templos, cuando la evolución material y espiritual de la India alcanzaba su
cumbre.
Pero el hombre estaba destinado a dominar el mundo material por completo; mientras se
creyó principalmente un Espíritu y tenía una fe absoluta e inconmovible en la continuidad
de su vida; mientras conocía positivamente que el nacimiento seguía a la muerte así
como la muerte sigue al nacimiento, también comprendía que tenía un tiempo ilimitado
para progresar, y por lo tanto sólo hacía indiferentes esfuerzos para desarrollar los
recursos del mundo material.
Por consiguiente, era necesario que olvidara durante algún tiempo la doctrina del
renacimiento y pensara que la vida que estaba viviendo era la única que tendría, a fin de
que concentrara todos sus esfuerzos para aprovechar la mayor parte de las
oportunidades que se le presentaran para su desenvolvinuento material. Como se realizó
esto es cosa que ya se describió en las Instrucciones anteriores, y con más amplitud en el
Concepto Rosacruz del Cosmos.
Nosotros pues (los Espíritus que habitamos actualmente los cuerpos de las razas
Occidentales) abandonamos los cuerpos hindúes y formamos en cambio los cuerpos de
las siguientes razas. alcanzando gradualmente niveles cada vez más elevados de
desarrollo material, durante la vida terrestre, y como que la vida terrestre, y la vida en el
cielo, entre encarnaciones, es la cosecha de la vida anterior y una preparación para la
próxima, en cuyo intervalo construimos nuestros cuerpos futuros y nuestro futuro país,
bajo la dirección de las grandes jerarquías creadoras descritas en la Instrucción VI,
hemos ido construyendo gradualmente nuestros cuerpos actuales altamente organizados;
nuestro rico y hermoso país con todos sus magníficos recursos materiales, clima propicio,
etc., y de esta suerte nos encontramos gozando de los frutos de nuestro trabajos en las
existencias anteriores en el cielo o en la tierra.
La raza hindú fue la primera de la Época Aria; ha ido degenerando desde que nosotros la
abandonamos, y está ahora habitada por los espíritus más rezagados que nacen en
cuerpos arios, y como nosotros implantamos esas fortísimas tendencias espirituales en
ellos, la herencia conserva aún ese rasgo en los cuerpos hindúes, de manera que son
más sensibles a los impactos espirituales que los cuerpos más materiales de las razas
posteriores, si bien no es una clase de espiritualidad de tan elevado orden como el que
expresamos nosotros cuando estábamos en cuerpos hindúes; los cuerpos han
degenerado y los Espíritus son menos evolucionados que nosotros, así que la raza se
distingue más por su mente analítica que por su verdadera espiritualidad.
Habiendo retenido una comprensión plena y una fe implícita en la doctrina del
renacimiento, cosa que el Occidental ha perdido temporalmente, y estando rezagados,
los hindúes son naturalmente indolentes y no se esfuerzan por mejorar las condiciones
físicas ni en su vida terrestre ni entre encarnaciones. Como consecuencia de esa
indolencia el país ha degenerado también junto con los cuerpos, y el sufrimiento
consiguiente tiene por objeto despertarlos a la necesidad de concentrarse en las cosas
materiales para que puedan aprender a conquistar la Tierra como nosotros lo hemos y
estamos haciendo; Pondrán que seguir nuestros pasos y olvidar por un tiempo su ser
espiritual con objeto de dominar las importantes lecciones de este mundo material. La
falta de bienes materiales los hará abandonar el lado espiritual de su desarrollo y
emprender la fase material. Nuestra plenitud y prosperidad material tiene el fin opuesto:
está destinada a causarnos la náusea de la sociedad para encaminarnos hacia el
reconocimiento de la inestabilidad de las cosas materiales y obligarnos a que volvamos
de nuevo hacia lo espiritual, y a medida que las nuevas invenciones y mejores medios de
distribución hagan la vida más fácil, vendrá el deseo de la vida superior, deseo que
sobrepasará y dominará al deseo de éxitos mundanos. Nuestra concentración sobre las
cosas materiales, y nuestros consiguientes éxitos materiales, nos han dado tal ímpetu en
la dirección material que estamos olvidando nuestra naturaleza espiritual como una
supersticiosa falacia desvanecida por los hechos científicos. Nuestra actitud "científica",
ultramaterialista, es completamente opuesta a la actitud de los hindúes, y como los
extremos se tocan, el ultramaterialismo del pensamiento occidental obra destructivamente
sobre los países Occidentales, así como la indolencia oriental ha devastado las Indias
Orientales. Hay una relación estrecha entre el materialismo y las perturbaciones sísmicas
u otras.
En el Concepto Rosacruz del Cosmos, se dedicó un capítulo a la descripción tan amplia
como puede darse sin iniciación. Baste decir aquí, que hay nueve estratos de diferente
grosor y que el corazón central forma la parte décima. Ésta es el asiento de la conciencia
del Espíritu Terrestre.
Es un hecho patente para todo investigador ocultista que este Espíritu Terrestre siente
todo cuanto hacemos. Cuando en el otoño el segador recoge los granos, aquél siente una
sensación de placer de alegría por haber producido, un sentimiento semejante al que
siente la vaca cuando su cría libra sus ubres de la leche. Cuando se cortan las flores
sucede lo mismo, pero cuando los árboles o plantas se arrancan de raíz el Espíritu
Terrestre sufre un dolor, porque el reino vegetal es para él lo que para nosotros el
cabello.
El Espíritu Terrestre no queda afectado solamente por nuestros actos, sin embargo,
siente también nuestra actitud mental. Hay un estrato especial en la Tierra que refleja
nuestras pasiones, sentimientos y emociones en la forma más maravillosa y las hace
reaccionar sobre nosotros como tormentas, inundaciones o temblores de tierra.
El materialismo produce las erupciones volcánicas, y cuanto más predominen las cosas
espirituales, tanto menos se harán sentir esos cataclismos en el mundo.
Ésta es una afirmación difícil de verificar por el hombre ordinario, y no la habríamos
hecho si no fuera posible por lo me- nos dar una evidencia circunstancial de su
verosimilitud. Esta prueba deriva del estudio de las tendencias del pensamiento cuando
se produjeron las erupciones del Vesuvio. La lista de los cataclismos que han tenido lugar
en nuestra era comienza con la erupción que destruyó a Herculano y Pompeya, donde
pereció Plinio el mayor 79 A. C.; siguiendo en los 203, 472, 512, 652, 982, 1036,
1158,1500, 1631, 1737, 1794, 1822, 1855, 1872, 1885, 1891, 1906, D. C.
Ha habido 18 erupciones en 1900 años. Las primeras nueve ocurrieron en 1600 años,
durante la llamada "edad negra", cuando el hombre era ignorante y supersticioso lo
bastante para creer en Dios, y hasta en brujas, hechiceros y otras tonterías.
Desde el advenimiento de la ciencia moderna, que iluminó al mundo occidental
demostrando la superfluidad de Dios, enseñándonos que nosotros somos la inteligencia
más elevada del cosmos, "que el cerebro es una glándula que secreta pensamientos, así
como el hígado secreta bilis" "que caminamos con la misma fuerza con que pensamos" y
muchas otras cosas parecidas, esos cataclismos han aumentado correspondientemente.
Ha habido nueve erupciones durante los 300 años que la ciencia moderna ha trabajado
para iluminarnos contra las otras nueve catástrofes que ocurrieron en la "edad negra" en
1600 años. Las primeras seis tuvieron lugar en los primeros mil años de nuestra era,
habiendo ocurrido las cinco últimas en un período de 51 años. Si consideramos los
progresos hechos por la ciencia en la última centuria, y especialmente en los últimos
sesenta años, la deducción es obvia de que conforme el materialismo aumenta las
erupciones volcánicas se hacen más y más numerosas, y terribles, afectando a la Tierra
más frecuentemente.
Por lo antedicho no debe entenderse que queremos indicar que ante los ojos del ocultista
la ciencia es perjudicial; tiene su propio lugar que ocupar como educadora de la raza
humana, pero cuando se divorcia de la religión y se torna materialista, cual ha sucedido
en nuestros tiempos, es una amenaza para la humanidad. Hubo un tiempo en que la
religión, el arte y la ciencia se enseñaban juntas en los templos de Misterios, aún en
Grecia, pero como éste es el plano de la separatividad y de la especialización, fueron
separadas a propósito durante un tiempo, para que pudieran alcanzar un mayor grado de
perfección que el que hubiera sido posible obtener estando juntas. A su debido tiempo
volverán a unirse de nuevo las tres, y entonces, únicamente entonces, obtendremos
plena satisfacción por medio, del corazón, del intelecto y de los sentidos. El corazón
gozará con el aspecto ceremonial de la religión, el intelecto se satisfará con el lado
científico y el lado estético de la humana naturaleza gozará de las diversas artes que se
emplearán en los servicios del templo del futuro.
Cuando el hombre haya espiritualizado su ser bajo la influencia de esa religión científicoartística
del futuro habrá adquirido el dominio de sí mismo y se habrá convertido en un
auxiliar desinteresado de sus semejantes; entonces será un guardián seguro del Poder
Mental, con el que podrá formar ideas exactas y correctas que inmediatamente se
cristalizarán en cosas útiles. Esto se realizará por medio de la laringe la que entonces
emitirá la Palabra creadora.
Todas las cosas de la Naturaleza vinieron a la existencia por medio del Verbo que se hizo
carne (San Juan l). El sonido o el pensamiento hablado será nuestra próxima fuerza de
manifestación, una fuerza que nos convertirá en Hombres-Dioses, creadores cuando
mediante nuestro actual aprendizaje nos hayamos preparado para usar ese formidable
poder en Beneficio de todos, sin tener en cuenta nuestro propio interés.
***
del libro "Cristianismo Rosacruz", de Max Heindel
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