CARTA Nº1
Navidad de 1910
LA AMISTAD COMO UN IDEAL
En los movimientos religiosos es costumbre darse el tratamiento de "hermana" y "hermano", como
reconocimiento de que todos somos hijos de Dios, nuestro Padre común. Ello no obstante, no siempre
está en armonía los hermanos y hermanas. Algunas veces hasta llegan al extravío de odiarse uno a otro, pero
entre amigos no puede caber más sentimiento que el del amor.
El reconocimiento de esta verdad fue lo que impulsó a Cristo, nuestro glorioso y gran Ideal, a
decirles a Sus discípulos: "De ahora en adelante no os llamaré siervos... sino amigos." (Juan 15:15.) Nada
mejor podemos hacer que seguir a nuestro gran Guía en esto como en todas las demás cosas. Así es que no
hemos de contentarnos con las frías relaciones fraternales, sino esforzarnos en ser amigos en el verdadero y
más santo sentido de la palabra. Los Hermanos Mayores, cuyas enseñanzas bellas nos han unido en la Senda
del Progreso, hacen honor a sus discípulos del mismo modo que Cristo honraba a Sus apóstoles, verbigracia,
otorgándoles el nombre de "Amigo". Si se sigue el camino emprendido, algún día nos hallaremos en
presencia de ellos, y oiremos el nombre de "amigo" pronunciado en voz tan suave, tan cariñosa y tan
apacible, que sobrepasará a toda ponderación de la imaginación humana. Desde ese día no habrá trabajo
alguno que no se lleve a cabo para merecer tal amistad. Será su único deseo y su única aspiración el servirles
y no habrá distinción humana que pueda compararse a tal galardón como el llamarnos sus amigos.
Sobre mis indignos hombros ha caído el gran privilegio de transmitir las enseñanzas de los Hermanos
Mayores, al público en general, y a los estudiantes, probacionistas y discípulos de la Fraternidad Rosacruz
en particular. Ha solicitado usted que su nombre figure en mi lista de corresponsales, y yo alegremente le
tiendo mi mano derecha fraternal, saludándole con el nombre de amigo. Aprecio la confianza que deposita
en mí y le aseguro que me esforzare en prestarle mi ayuda en todo lo que esté a mi alcance y en mi poder,
para hacerme merecedor de su confianza. Confío y espero que usted, a su vez me ayudará en mi trabajo que
para usted y los demás llevo a cabo, sirviéndose formar un juicio caritativo al descubrir en mis escritos algún
defecto o falta. Nadie está más necesitado de las oraciones de sus semejantes como el que está obligado a
servir de guía.
Sírvase tenerme presente en sus preces, y tenga por seguro que le tendré a usted en las mías. Le
incluyo la primera lección con la esperanza de que por todo lo expuesto, se establezcan entre nosotros
relaciones cimentadas sobre la base de una amistad sincera.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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