CARTA Nº 8
Agosto de 1911
CÓMO DOMINAR NUESTRAS ESTRELLAS
Espero que sacó buen provecho de la lección del mes pasado sobre "El Misterio de la Luz, del Color
y de la Consciencia", y que ahora se habrá hecho bien el cargo del significado de la sentencia bíblica: "En Él
vivimos, nos movemos, y tenemos nuestro ser", por cuanto en todas partes del universo en donde penetra la
luz, allá está Dios también. Aun en los sitios que "nosotros" llamamos obscuros, porque la constitución de
nuestros ojos nos priva la percepción de los objetos en ellos, otros órganos de visión de constitución
diferente, pueden ver, como es el caso con los gatos y las lechuzas.
Cristo dijo: "Dejad que brille vuestra Luz". A la visión espiritual, cada ser humano aparece como un
haz de luz, de variado colorido, según el temperamento, y de mayor o menor resplandor en proporción a la
pureza de carácter. La ciencia ha descubierto que toda la materia está en un estado de fluidez, que las
partículas de que está compuesto nuestro cuerpo, decaen continuamente y son eliminadas del sistema para
ser reemplazadas por otras que permanecen un corto espacio de tiempo hasta que también se descomponen.
Igualmente ocurre con nuestro humor o talante, nuestras emociones y deseos, que cambian a cada momento,
dejando su lugar las antiguas a las nuevas en interminable sucesión.
Por lo tanto, también tienen que estar compuestos de materia y sujetos a leyes iguales a las que rigen
las substancias físicas visibles.
Incluso podemos, y así lo hacemos constantemente, cambiar nuestras mentes; podemos cultivarla
hacia una u otra dirección, a nuestro libre albedrío, del mismo modo que podemos desarrollar los músculos
de los brazos o de las piernas, o podemos dejar que se atrofien los miembros. Por cuyo motivo también la
mente tiene que estar compuesta de una substancia maleable. Pero el ego, el pensador, nunca pierde la
identidad del "Yo". En los dos casos, lo mismo en la infancia que, en la vejez, este "Yo" permanece igual,
indiferente a los, cambios de pensamientos, sensaciones, emociones y deseos. Aunque, el cuerpo que
usamos como vestido, cambie a medida que pasan los años, "nosotros" somos eternamente los mismos.
La virtud o el poder de mutación de la materia y la disipación de la forma, es la base de todo
progreso espiritual, no obstante; pues si la materia fuese inmutable como el espíritu lo es, no existiría
posibilidad alguna de adelanto. Hasta que no cesemos en dejarnos arrastrar por la corriente de la vida, y no
gobernemos conscientemente el flujo y reflujo de la materia dentro y fuera de nuestro ser, seremos juguete
de las circunstancias. Por consiguiente, cuando un rayo de Marte se proyecta en cierto ángulo sobre los
átomos de nuestro cuerpo, sentimos toda la agresividad que lleva en sí. Por otra parte, un rayo de Saturno
nos produce depresión de ánimo, nos llena de tinieblas y de espantosos presentimientos. Pero a medida que
evolucionamos, y llegamos a la comprensión del "misterio, de la luz, del color y de la, conciencia", vamos
aprendiendo, gradualmente a gobernar nuestras, estrellas. Luego, por medio de la conformidad a las leyes,
de la naturaleza, nos convertimos en dueños de nuestro propio destino; y es de importancia vital el que, sean
cuales fueren los aspectos que rijan en cualquier época, afirmemos siempre nuestra individualidad y
digamos:
"No importa cuan estrecho sea el camino
Ni con cuantos castigos esté mi vida abrumada.
"Yo" soy el dueño de mi sino;
"Yo" soy el capitán de mi alma."
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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