INSTRUCCIÓN XVI
LA ESTRELLA DE BELÉN UN HECHO MÍSTICO
Hace más de 1900 años que nació en la Palestina un niño. Los niños nacen todos los
días, todos los meses, de un año a otro, en toda la superficie del mundo, pero ese
nacimiento era algo tuvo muy diferente de todos los demás. Fue un nacimiento que tuvo
lugar entre una gran manifestación espiritual. Los coros angélicos fueron los heraldos del
Pacificador, que hizo al hombre el más inestimable de todos los dones: Paz en la Tierra y
buena voluntad entre los hombres. ¡Y cuan necesitados estaban de ella! Los Reyes
Magos vinieron y lo adoraron, depositando sus presentes ante la cuna del niño, y el
tiempo fue pasando. El niño creció, se hizo hombre, y dijo. "Yo no vengo a traer la Paz,
sino una espada", cosa muy diferente de lo que dijeron los heraldos angélicos que lo
proclamaban el pacificador; muy distinta carrera fue la que él mismo se trazó de la que
cantaron los ángeles en la noche santa. Y la historia demuestra que su profecía se
cumplió. El cristianismo ha sido sin excepción el azote más sangriento que el mundo
conoció jamás. El mahometanismo que tiene bastante parecido con la religión Cristiana
ha sido también similar a ella en haberse convertido en una religión de sangre, de
guerras, de asesinatos. El dulce Nazareno habló también de un tiempo posterior de amor,
pero los que vinieron después de él lucharon como los indios, y sobrepasaron a éstos en
astucia y crueldad, inventando torturas para sus víctimas, y se denominaron a si mismos
con el nombre de Jesuitas. Las naciones cristianas han mantenido siempre ejércitos y
armadas. Han pagado a los inventores sumas enormes por inventar cañones o explosivos
poderosos para destruir a su prójimo. Por todo el mundo occidental ha aleteado el grito de
guerra y nada ha igualado
a esa religión en ferocidad y en destructividad; la religión de Buddha ha ganado sus
muchos centenares de millones de adherentes sin que hayan costado una sola vida, pero
esa religión del mundo occidental ha costado mares de sangre; ha producido sufrimiento
y miserias indecibles. Y la vemos ir trazando su huella sangrienta conforme esas
naciones se extienden por el mundo, llevando con ellas la espada de Cristo, subyugando
y dominando a todos los pueblos.
Aún hasta cuando hay paz entre algunas naciones tenemos siempre la guerra de la
competencia. Toda mano humana está levantada contra cualquier otra; no hay la menor
cooperación en esa lucha cruel. A todo momento podemos tener la evidencia de esto en
el crecimiento y desarrollo de los trusts. Por todas partes hay una gran rivalidad y lucha.
Uno debe contemplar de frente este hecho si es cristiano de corazón, y sentirá en él que
hay algo erróneo al ver todas esas cosas y se verá obligado a preguntarse a si mismo si
lo que cantaron los ángeles en aquella noche santa no fue una mentira, si la estrella de
esperanza que guió a los sabios Reyes no fue una burla. ¿Será todo eso una ilusión que
nos han contado y sólo tendremos en este mundo occidental una religión cruel?
Trataremos de mostrar que hay buenas razones para todo ello; que hay razones buenas
y sanas para todo acto de crueldad del cristianismo o de la cristiandad mejor dicho, y que
las perturbaciones actuales son necesarias únicamente como precursoras de algo mejor,
de un estado de paz, alegría y amor; que la estrella de esperanza fue realmente una
estrella de esperanza y lo es aún para todos los que la busquen, y que los ángeles al
decir lo que dijeron en sus coros, hablaban del futuro; que nuestras malas condiciones
actuales son semejantes a aquellas, en que una persona pone su casa relativamente en
desorden, colocando las sillas unas sobre otras, sacando alfombras, levantando polvo,
etc., haciendo todo eso con el fin de limpiar, adornar y poner mejor que antes todo su
hogar. Estos hechos de la historia pasada de la religión cristiana son del mismo orden;
del caos actual saldrán la fraternidad de amor y buena voluntad.
Para mejor comprenderlo nos es preciso echar una mirada retrospectiva. Hemos visto en
las Instrucciones anteriores que el hombre no ha sido siempre como es ahora; que ha
vivido en diferentes estados. Consideremos todas las cosas del cosmos no como son
ahora sino como se han desarrollado hasta el estado actual.
Sobre todo es necesario dejar de juzgar las cosas de una manera materialista. Debernos
dejar de considerarnos a nosotros mismos y a la Tierra, como simples formas. Debemos
cesar de considerar el universo como una gran máquina en movimiento perpetuo, y
comprender que los astros son los órganos de un Gran Ser a quien damos el santo
nombre de Dios; que esos astros son también los cuerpos de grandes Espíritus y que su
movimiento en el universo significa algo. Cuando vemos gesticular a un hombre
atribuimos a sus acciones un significado; ;cuando lo vemos levantar las manos con la
palma vuelta hacia nosotros, sabemos lo que expresa: que no sigamos, que nos
marchemos. Sabemos que el significado es diferente cuando las palmas están dirigidas
hacia nosotros que cuando las dirige hacia sí mismo. Y así sucede con las estrellas.
Conforme siguen su ruta por el Zodiaco, año tras año, cada una conserva una posición
diferente respecto a las demás, hasta que después de años innumerables vuelven a su
posición primitiva. Cada astro es un organismo viviente, sensible y pensante. Los
solsticios tienen diferentes significados. El solsticio, de verano produce ciertos cambios
en la Tierra; cuando el Sol pasa por el solsticio de invierno en diciembre se produce otra
influencia sobre la Tierra. Todos ellos expresan algo, tienen un alto significado en el
cosmos. La Tierra misma es un organismo sensible y viviente. Cuando salimos al campo
en el verano, y vemos a los segadores recogiendo al grano no creamos que no hay
sentimiento alguno; la Tierra lo siente. Una vaca que da su fuerza vital a su cría siente
gusto y placer por haberla producido; y se siente aliviada cuando el ternero mama su
leche. Sucede lo mismo con la Tierra, cuando el segador recoge la cosecha, y lo mismo
cuando se cortan flores. Por otra parte, cuando arrancamos las plantas de raíz esto le
produce un dolor a la Tierra como cuando se nos arranca un cabello. Cuando rompemos
una piedra procuramos un placer a la Tierra, porque esta Tierra es el cuerpo de un
Espíritu, que se ha encarnado aquí en nuestro mundo denso para que pudiéramos
obtener los materiales necesarios para construir el cuerpo en que estamos funcionando
ahora. El Espíritu terrestre está anhelando el día de la redención, cuando el hombre se
haya desarrollado tanto que no tenga más necesidad de cuerpo denso y pueda funcionar
en un vehículo más etérico. Entonces este instrumento se habrá espiritualizado y
podremos extraer la esencia del mismo y abandonar el cuerpo físico. Esto se obtiene en
cierta forma por la iniciación, de que hablaremos más adelante.
En El "Misterio del Gólgota" hablamos del Gran Espíritu de Cristo al entrar en la Tierra.
Pero esto es solamente el principio del sacrificio. No se efectuó mediante la sola muerte
del cuerpo de Jesús, sino que fue la continuada excarcelación de ese, Cristo, emanado
del principio Crístico cósmico y ahora se ha convertido en el Espíritu Interno de la Tierra,
confinado hasta que haya realizado la redención del hombre.
Recordaremos que en cierto tiempo estábamos en el Sol; es decir, que aun en este
Período Terrestre, cuando venimos a vivir aquí la última vez, nos encontrábamos en la
materia en fusión central, y estuvimos allí hasta lo que se llama la Época Hiperbórea. En
ella nos fuimos cristalizando hasta que no pudimos responder a las elevadas vibraciones
de los otros seres solares, los Arcángeles actuales. Éstos pueden progresar en las
vibraciones solares, pero nosotros no; por lo tanto cristalizamos una parte de la materia
en fusión para nosotros, y fuimos arrojados del Sol. Entonces, cuando nos distanciamos
lo necesario del Sol nos cristalizamos de nuevo y por último la Tierra arrojó esa parte que
ahora conocemos como la Luna. Esos seres que están actualmente en la Luna se habían
cristalizado demasiado; estaban tras nosotros, y por lo tanto hubo que arrojarlos. De esas
dos fuentes vienen dos clases de vibraciones: las espirituales, del Sol y las tendencias
endurecientes de la Luna. El equilibrio entre ambas vibraciones nos permite mantener
unidos nuestros cuerpos.
En ese tiempo el hombre era perfectamente inconsciente. Sus ojos no se habían abierto
todavía. Y empleaba su fuerza para formar órganos internos. Entonces la Tierra se
cristalizó más y más, hasta que a mediados de la Época Atlante, el Ego se hizo humano y
el hombre poseyó todos los vehículos que ahora tiene. Entonces hízose consciente del
mundo, si bien estaba muy distante del estado en que ahora se encuentra. Cuando la
conciencia se despertó comenzó a trabajar como la levadura en la masa. Desde que
estuvimos en la Atlántida y se abrieron completamente nuestros ojos, desde que la
atmósfera se aclaró y vimos por vez primera las cosas en torno nuestro con claridad,
desde entonces hemos estado obrando en la Tierra, en los materiales de nuestros
cuerpos como obra la levadura en el pan. Y así hemos iluminado muchas condiciones y
estamos continuamente iluminándolas.
En la Lemuria el hombre tenía los tres cuerpos inferiores; el de deseos, el vital y el denso.
Fuera de ellos flotaba el Espíritu. En ese tiempo la Tierra se encontraba en un estado
ígneo. Había algunas masas sólidas o costras y en torno de ellas estaban las aguas
hirvientes y las erupciones volcánicas eran sumamente frecuentes. El hombre disponía
entonces de pulmones semejantes a tubos. Tenía una vejiga como la que hoy tiene los
peces, con la que podía levantarse y saltar por encima de grandes hendiduras. Conforme
la Tierra se fue condensando, la neblina ardiente de la Lemuria condensóse en una
neblina muy densa en la primera parte de la Época Atlante. Entonces aquellos tubos se
transfomaron en una especie de agallas, y el hombre respiraba análogamente a los
peces. Esto puede verse hoy en el desarrollo embriológico, en el que el hombre pasa por
los mismos estados que atravesó en aquel tiempo. El embrión flota en el fluido amniótico
y tiene esas agallas, como las que el hombre tuvo en la primera parte de la Época
Atlante. De esta manera respiraba en la acuosa y densa atmósfera de la Atlántida pero
gradualmente aquella atmósfera se fue clarificando más y más y el hombre comenzó a
respirar en la misma forma que ahora. En el primer tercio de la Atlántida había una gran
hermandad; la separación en naciones no había comenzado todavía. La humanidad era
una fraternidad universal, y cuando se efectúa el rito del bautismo, que nos convierte en
miembros de una congregación santa, ¿como debiera ser la de la iglesia, una comunidad
que debería ser el núcleo de una gran fraternidad universal, ese rito de consagración por
el agua es un recuerdo de aquel tiempo, cuando el hombre era inocente y amable en
verdad, pues no había mal alguno en él, de aquel tiempo en el que vivía en la atmósfera
acuosa y densa de la primitiva Atlántida. En el segundo tercio de la Atlántida todo eso
cambió. El hombre comenzó a separarse en comunidades, porque la atmósfera se iba
aclarando un tanto y comenzaba a respirar por los pulmones. El Ego humano era muy
débil y necesitaba que alguien lo ayudara. Por lo tanto, Jehová, el más elevado iniciado
del Período Lunar, el regente de los ángeles y arcángeles que trabajaron con el hombre,
sopló en las fosas nasales del hombre su aliento y le dio pulmones, y además el Espíritu
de Raza que está en el aire para dominar las tendencias endurecedoras del cuerpo de
deseos, ayudándolo así ponerlo bajo su dominio. El cuerpo de deseos tiene control sobre
los músculos voluntarios; todo movimiento que hacemos es producido por el deseo,
destruyendo cada esfuerzo tejidos orgánicos, y endureciendo más y más cada partícula
de los mismos. Por otra parte, Jehová trató de ayudar a la humanidad fuera de su cuerpo
denso por medio de la ley. Las religiones de raza están todas basadas en la ley. "Yo soy
un Dios celoso y si cumplís mis mandamientos yo os bendeciré y os multiplicaré como las
arenas del mar" decía el Dios de Raza, "pero si no me obedecéis haré que vengan
vuestros enemigos y ellos ganarán la victoria sobre vosotros". Jehová es el regente de
todas las razas y religiones. Dio a cada una de las razas un Arcángel para que fuera su
regente, su príncipe especial. En Daniel 12-1 se dice que Miguel es el príncipe de los
judíos y en el capítulo décimo otro Espíritu de Raza dice: "Voy a luchar contra el Príncipe
de Persia y el Príncipe de Grecia subirá".
En esa forma trabajaron los Espíritus de Raza con el hombre, castigándolo por medio de
otros pueblos, y dándoles premios o castigos según sus obras. El temor de Dios y el
deseo de recompensa material se contrapuso a los deseas de la carne y por consiguiente
esas religiones de raza de Jehová son conducentes a la formación del espíritu nacional.
Subyugaron o más bien descuidaron al individuo para la salvación de la nación. Los
intereses del individuo tenían que supeditarse a los de la nación. El judío no pensaba de
sí mismo que era Salomón Leví, sino que su primera idea era que él era la simiente de
Abraham. Si sus pensamientos llegaban más allá de eso, se identificaba con su tribu, y
por último pensaba de sí mismo que era un individuo.
El Espíritu de Raza cuidaba particularmente de ciertas clases de personas, por ejemplo
de los Levitas, entre los judíos, quienes estaban destinados especialmente al sacerdocio
y a los que se reunía en torno de los templos donde se les apareaba o cruzaba
especialmente para que fueran los precursores o instructores de sus hermanos. Su
método de generación y regulación de la fuerza sexual producía una desconexión entre
los cuerpos vital y denso, necesaria para que la iniciación pudiera tener lugar, ayudando
así al hombre a progresar. Mientras el Espíritu de Raza trabaje con nosotros estamos
bajo la ley, estamos sólo sobreponiéndonos a las influencias del cuerpo de deseos, y bien
dice San Pablo que la ley fue hasta la venida de Cristo. No hasta que Cristo vino hace
2000 años, sino "hasta que Cristo se forme en vosotros", cuando nos liberemos de las
cadenas de nuestro cuerpo de deseos y vivamos las vibraciones de nuestro cuerpo vital
al quedar imbuidos por el espíritu de Cristo. Entonces, únicamente entonces, nos
elevaremos sobre el principio nacional separatista. Entonces seremos también capaces
de ser hermanos unos de otros.
Ahora vemos por qué Cristo decía tan enfáticamente Antes que Abraham fuera, Yo soy.
El Ego era antes que la nación y debe exaltarse por encima de ella. Con ese fin vino
Cristo, pues mientras existan las naciones no puede haber fraternidad. Si tenemos cierto
número de casas hechas de ladrillos no podremos hacer un solo gran edificio hasta
deshacer aquellas.
Cuando todos los ladrillos han sido separados entonces podemos empezar a edificar.
Cuando todas las naciones háyanse dividido en individuos, podemos comenzar a formar
la gran Fraternidad Universal humana.
Esa es la razón por que fracasaron las religiones de raza, porque separaron al hombre en
grupos antagónicos. Así que las religiones de raza han de quedar derogadas. Nada
podemos hacer con las naciones sino con el individuo separado. De ahí las guerras y las
revoluciones, en las que el hombre se ha rebelado contra los reyes y señores instituyendo
las repúblicas. Pero esto no es suficiente. Es necesario que seamos individualmente
libres; es necesario que cada hombre sea una ley en sí mismo, y ahí es donde está el
gran peligro. No podemos ser leyes en nosotros mismos, no podemos ser libres, hasta
que hayamos aprendido a respetar los derechos do todos los demás.
De modo que bajo las religiones de raza el hombre desenvolvióse por la obediencia a la
ley. Bajo el régimen de Cristo que debe venir, el hombre sobrepasará a la ley,
convirtiéndose en una ley él mismo. Como dice Goethe:
"De todos los poderes que encadenan al mundo Se libertará el
hombre cuando se domine a sí mismo."
Eso es la meta, el dominio propio, que todos tienen que adquirir, antes de que estén
preparados para ser leyes en sí mismos -para sobrepasar a la ley- porque nadie a no ser
el hombre indisciplinado, que se denomina a sí mismo anarquista, imaginaría mejorar las
cosas por el sólo hecho de tener el poder de matar a los demás. Por esos medios solo
conseguiríamos poner las cosas muchísimo peor que antes. El verdadero anarquista, el
que busca en verdad la abolición de la ley, es el que vive la verdadera vida, la vida de
pureza. Obedeciendo a todas las leyes se levanta por encima de ellas. Nosotros, por
ejemplo, hemos sobrepasado a la ley contra el roba. Para nosotros, no es necesaria esa
ley, pero para otros que no se han elevado aún tanto, es aún indispensable. No
deseamos hurtar, y de ahí que no necesitemos la ley que dice "no robarás". De esta
suerte se eleva el hombre sobre todas las leyes. Entonces, únicamente entonces, puede
convertirse en una ley en sí mismo. En el reino de Cristo el hombre obrará bajo la
dirección del amor, y el "amor perfecto desterrará al miedo". Las religiones de raza
obligaron al hombre a hacer el bien por temor, pero la religión de Cristo obligará al
hombre por amor. Entonces no podrá hacer más que el bien.
Todas las religiones de raza sin excepción mencionan al que debe venir. La religión
egipcia indica a Osiris, el brillante Sol Espiritual; la persa indica a Mithra; y la babilónica a
Tammuz. Todas esperaban al que debía venir a liberar la Tierra. Eso mismo se encuentra
hasta en la mitología escandinava. Vemos que los antiguos escandinavos indicaban el
"Crepúsculo de los Dioses", para cuando pereciera, el régimen actual, y entonces vendría
del Sur, Muspelheim, de la región del calor, el brillante Espíritu Solar, que haría un nuevo
cielo y una nueva tierra. Y así en todas las religiones, hasta la religión cristiana está
mirando a ese Sol Espiritual. En cierto tiempo se empleaba en el ritual de la Iglesia
Católica la frase "Nuestro Señor el Sol". Del Sol visible vienen todas las energías físicas.
Y del Sol invisible, espirituales, vienen todas las energías espirituales.
Actualmente no podemos mirar directamente al Sol. Nos cegaría. Pero podemos
contemplar la luz solar reflejada en la Luna. De la misma manera el hombre no puede
soportar las influencias o impulsos espirituales directos del Sol y por lo tanto tiene que
recibirlas por medio de la Luna, a través de las manos y de la mediumnidad de Jehová, el
Regente de la Luna. Ese es el origen de las religiones de raza. Posteriormente llegó el
momento en el que el hombre podía recibir los impulsos espirituales más directamente, y
Cristo, el actual Espíritu Terrestre, vino para preparar el camino. La diferencia entre el
Cristo Terrestre y el Cristo Cósmico se verá mejor por medio de una ilustración.
Imaginémonos una lámpara colocada en el centro de una esfera hueca de metal pulido.
La lámpara exteriorizará rayos en todas direcciones y reflejará otras lámparas en todos
los puntos de la esfera. Así sucede con el Cristo Cósmico --el iniciado más alto del
Período Solar, envía sus radiaciones. El está en el Sol Espiritual, El Sol es triple.
Nosotros vemos el exterior, el sol físico. Detrás de ese u oculto en él está el Sol Espiritual
de donde vienen los impulsos del Espíritu Cristo Cósmico. Fuera de esos dos está lo que
llamamos Vulcano, que sólo puede verse como medio globo. En ocultismo decimos que
ese es el cuerpo del Padre. Allí está el Padre, esto es, el Espíritu de Vulcano. Cristo es el
Espíritu del Sol y Jehová el Espíritu de la Luna, quien nos envía la luz física y espiritual
reflejadas.
Antes del advenimiento de Cristo todos los impulsos espirituales llegaban al hombre por
intermedio de la Luna, como religiones de las razas. Únicamente mediante la iniciación
era posible ponerse en contacto directo con los impulsos espirituales. El velo estaba ante
el templo.
Cuando llegó el momento en que el Cristo podía entrar en la Tierra, cuando nos
habíamos elevado suficientemente, entonces un rayo del Cristo Cósmico vino aquí, y se
encarnó aquí también en el cuerpo de nuestro Hermano Mayor Jesús. Después que el
sacrificio del Gólgota se completó, después de la muerte de ese cuerpo que Él había
ocupado, entró en la Tierra. Tomemos sus propias palabras. De ninguna otra manera
podemos explicarnos su dicho "Este es mi cuerpo". Y mostró el pan, pues el Espíritu de la
Tierra es quien produce ese pan. "Esta es mi sangre".
En San Juan 13-18 del Nuevo Testamento se dice: "El que come mi pan me desprecia".
Lutero, que lo tradujo al alemán, y que no se encontraba embarazado por ninguna de las
restricciones que tenían los traductores de la Biblia de la versión denominada King James
(Rey Jaime), puso: "Aquél que come mi pan marcha sobre mí". Nosotros marchamos, a
cada paso tomamos el Espíritu de la Tierra y consumimos su cuerpo y su sangre y El está
esperando el día de la redención, cuando nos hayamos liberado tanto de nuestras
condiciones materiales que sea posible para el Espíritu de la Tierra el liberarse de su
actual existencia densa y abrumadora.
Así que el Espíritu Cristo fue el primer impulso espiritual directo. Hemos hablado de los
diferentes movimientos de los planetas y de sus diversas influencias en cada momento
del año. Sabemos que cuando el Espíritu Solar está en las regiones boreales, cuando el
Sol está en el solsticio de verano. Entonces todos los influjos físicos caen sobre la Tierra.
Obtenemos entonces todo lo bueno que hay en el Sol físicamente; entonces es cuando
los granos y la uva maduran, y cuando todo se produce en el Mundo Físico. Durante ese
intervalo los impulsos espirituales se amortiguan; pero cuando el Sol pasa al solsticio de
invierno, en diciembre, el impulso espiritual es intensísimo, siendo mucho más fuerte de
noche que de día. Hubo un tiempo en el que las iglesias permanecían abiertas toda la
noche y se cerraban a mediodía, porque se sabía que entonces era la hora de mayor
oscuridad, por lo menos en lo que concierne a las influencias espirituales. Sin embargo, al
recordar estas cosas, podemos ver que cuando los días son más cortos y las noches más
largas, en la Noche Santa por ejemplo, cuando nació Cristo, como Sol que ilumina
nuestras tinieblas, esas influencias espirituales son intensísimas y son más fácilmente
asequibles. Fue esta gran verdad la de la Estrella que lució en la noche sagrada,
iluminando la noche más oscura y larga del año.
Cuando Parsifal partió con Gurnemanz al Castillo del Grial, preguntó el primero al
segundo: "¿quién es el Grial?"
"No te lo diré, pero si por él has sido conducido "
verdad no quedará velada ante ti. El que lo busca solo
conseguirá apartarse del camino, Salvo que el mismo sea su
Guía."
Eso significa que los tiempos antiguos anteriores a la venida de Cristo, sólo los elegidos
podían seguir el sendero de la iniciación. Nadie podía buscar ese sendero - nadie podía ir
más allá del punto en el que se encontraba el resto de la humanidad-, salvo los pocos
elegidos, como los sacerdotes y los Levitas. A éstos se los llevaba a los templos,
juntándolos allí. Se casaban unos con otros de cierta manera, y la procreación se llevaba
a cabo con un propósito de desconexión entre los cuerpos vital y denso, cosa que es
necesaria para la iniciación. Y tenía lugar una separación que permitía la salida de dos
éteres, y la permanencia de los otros dos. Eso no se podía hacer con la humanidad
ordinaria. Estaba todavía demasiado limitada por el cuerpo de deseos, y tenían que
esperar otros tiempos futuros.
Hasta con los agrupados en los templos era muy peligroso trabajar con ellos para
liberarnos. Esto podía efectuarse con más facilidad en determinados momentos, y la
noche más larga del año era uno de ellos. Cuando el mayor impulso espiritual llegaba
aquí se presentaba la mejor oportunidad para ponerse en contacto con él, oportunidad
que no volvía a presentarse tan buena en todo el resto del año. Así que en la Noche
Santa, que llamamos Navidad, era corriente que los sabios que estaban muy por encima
de la humanidad- llevaran a los que estaban convirtiéndose también en sabios a los
templos para iniciarlos. Se realizaban entonces ciertas ceremonias y los candidatos
quedaban sumidos en un trance. No se podía iniciarlos entonces en plena conciencia de
vigilia, y por eso se los ponía en trance. Cuando la percepción espiritual se despertaba en
ellos podían mirar a través de la Tierra - no para ver los detalles, sino que la Tierra
tornábase transparente por decirlo así -, y entonces -veían la Estrella de la Media Noche,
el Sol Espiritual.
Antes de la venida de Cristo, la Tierra era trabajada desde afuera, en la misma forma en
que el Espíritu-Grupo obra sobre los animales. Cristo vino para trabajar desde adentro.
Anteriormente cuando se ponía a los neófitos en contacto con él, lo podían ver en esa
Sagrada Noche, como la Estrella del Cristo, justamente cuando la Virgen Inmaculada
estaba sobre el horizonte oriental, y el pequeño Sol infante del año venidero estaba
dirigiéndose hacia el hemisferio Norte para salvarnos de la oscuridad, del hambre y de las
necesidades que se producirían si no viniera. Entonces esos sabios podían ver la Estrella
de la Noche Santa, que es la esperanza espiritual del hombre así como el Sol físico que
nacía entonces era el salvador material.
No vaya a creerse que sólo brilló entonces pues es más fácil ahora que entonces el verla,
porque cuando vino Cristo alteró las vibraciones de la Tierra, y las ha seguido cambiando
desde ese momento. Él "rompió" el velo del Templo y puso el Sanctorum - el sitio de
iniciación- al alcance de "todo el que quiera". Desde aquel momento ya no es más
necesario el trance ni los estados subjetivos para pasar la iniciación. Se va
conscientemente al Templo, y puede ir todo el que quiera.
A su debido tiempo esa religión que Él nos trajo acabará con todas las tristezas, y
enjugará las lágrimas de todos los ojos. Donde haya habido guerra habrá paz, y con la
misma seguridad y certeza como que cuando vino trajo la espada que libertaría al hombre
del espíritu nacional y lo convertiría en un individuo capaz de ser hermano de todos los
hombres, así también se efectuará esa otra obra, y se realizará su gloriosa profecía de
que el hombre transformará sus espadas en arados y sus lanzas en podaderas.
Nos queda algo más que considerar: los presentes que trajeron los Reyes Magos sabios,
dejándolos a los pies del Salvador, según nos cuenta la antigua leyenda, que dice que
uno trajo oro, otro mirra y el tercero incienso. El oro se ha dicho siempre que simboliza el
Espíritu. El Espíritu se encuentra simbolizado así por ejemplo en el Anillo de los
Nibelungos. En la primer escena vemos a Rheingold. El río Rin (Rhein), se toma como
emblema del agua, y allí se ve el oro brillando en las rocas, simbolizando el Espíritu
universal en su perfecta pureza. Más tarde es robado y convertido en un anillo por
Alberich, quien representa a la humanidad del medioevo Atlante, cuando el Espíritu había
entrado en ella. Entonces el oro se perdió y fue la causa de todas las tristezas de la
Tierra. Más tarde oímos hablar de los alquimistas que trataban de convertir los metales
inferiores en oro; o sea una forma espiritual de decir que trataban de purificar su cuerpo
denso, refinarlo y extraer de él la esencia ,espiritual.
Por lo tanto el don de uno de los sabios es el Espíritu. El otro trae mirra. La mirra es el
extracto de una planta aromática que crece en la Arabia, una planta rarísima. Por
consiguiente simboliza lo que el hombre extrae cuando se purifica. Cuando ha limpiado
su sangre de toda pasión se hace análogo a la planta, casto y puro. Se convirtió en una
planta invertida antes de hacerse puro como ella, lo que está simbolizado por la Rosa
Cruz, por el Alma Diamantina, cte., y entonces su cuerpo es una esencia aromática. Esto
es un hecho, no estamos hablando alegóricamente cuando decimos que hay hombres
santos, que son tan santos que emiten un aroma de sí. Así se cuenta de algunos santos
católicos, y es la verdad. Por lo tanto, la mirra es una alegoría de la esencia anímica que
se extrae de las experiencias del cuerpo. Es el alma.
El tercer presente fue incienso. El incienso es una substancia física muy ligera que se usa
a menudo en los servicios religiosos, y sirve de vehículo a las influencias invisibles. Se
encuentra una ilustración de las propiedades del incienso en la historia de los regicidas
servios. El ministro del interior ha publicado sus memorias y menciona una circunstancia
curiosa, la de que cada vez que empleaba cierta clase de incienso para inducir a ,otros a
entrar en la conspiración, siempre lo conseguía; pero cuando no empleaba el incienso,
fracasaba. Esto demuestra que en determinadas ocasiones había suministrado -
inconscientemente por supuesto-- un vehículo a ciertos espíritus que querían ayudar a los
conspiradores.
Hay pues una clave para los tres dones que ofrecieron los Reyes Magos: el Espíritu, el
alma y el cuerpo. Como dijo Cristo, "Si queréis seguirme debéis vender todo cuanto
tengáis. No debeis guardar nada para vosotros mismos". Debéis dar cuerpo, alma y
espíritu, todo, a la vida superior; todo por el Cristo. No a un Cristo exterior, sino al Cristo
interno. Se dice en la leyenda que los tres Reyes Magos eran amarillo, negro y blanco
respectivamente, y son los representantes de las tres razas que tenemos en la Tierra: la
mongol, la negra y la blanca. Por consiguiente se ve muy bien en dicha leyenda que en el
futuro todos se acogerán a la beneficiente religión de Cristo. "Ante él todas las rodillas se
doblarán". Todos serán guiados a su debido tiempo por la estrella al Cristo. Pero
compréndase muy bien esto , que no es a un Cristo exterior, sino al Cristo interno. Como
decía Angelus Silesius:
Aunque Cristo renazca mil veces en Belén,
Si en ti mismo no nace tu alma sigue extraviada;
No importa que en el Gólgota contemples levantada
La Cruz, si no es un Gólgota tu corazón también.
***
del libro "Cristianismo Rosacruz", de Max Heindel
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