JEHOVÁ Y SU MISIÓN
Ha habido muchas discusiones eruditas respecto a la discrepancia (y especialmente de sus autores) entre la historia de la creación del primer capítulo y lo que se dice en el cuarto versículo del segundo capítulo. Se afirma que los dos relatos han sido escritos por diferentes hombres, porque el Ser o Seres, cuyo nombre han traducido los traductores por "Dios" en el primer y segundo capítulos de la versión inglesa, se denominan, en el texto hebreo, Elohim en el primer capítulo y "Jehová" en el segundo. Se arguye al efecto que el mismo narrador no hubiera nombrado a Dios de dos maneras distintas.
Si hubiera querido significar a Dios en ambos casos, no lo habría hecho, pero el autor no era monoteísta. Sabía algo mucho mejor que pensar en Dios como un simple Superior del hombre, empleando el cielo como trono y la tierra como escabel. Cuando habla de Jehová quiere indicar al Guía a cuyo cargo estuvo la parte especial del trabajo de la Creación que entonces se describe. Jehová era y es, uno de los Elohim. El era y es el Guía de los Angeles que fueron la humanidad de la Luna y él es el Regente de nuestra Luna actual. Remitimos al lector al diagrama 14 para que comprenda fácilmente la posición y constitución de Jehová.
Como Regente de nuestra Luna, El tiene a su cargo a los Seres degenerados y malignos que hay allí, y también dirige a los Angeles. Con El están también algunos Arcángeles que fueron la humanidad del Período Solar. Estos son denominados los "Espíritus de las Razas".
El trabajo a cargo de Jehová es el de construir cuerpos o formas concretas, por medio de las fuerzas lunares cristalizantes y endurecidas. Por lo tanto, El es el dador de los niños, y los Angeles son sus mensajeros en esta obra. Los fisiólogos saben muy bien que la Luna está relacionada con la gestación; o por lo menos han observado que dirige y gobierna los períodos de vida intrauterina y otras funciones fisiológicas.
Los Arcángeles, como Espíritus y Guías de una Raza, se sabe que luchan por o contra algún pueblo, conforme las exigencias de la evolución de esa raza lo requieren. En el libro de Daniel, X: 20, un Arcángel, hablando con Daniel, dice: "Y ahora volveré a luchar con el príncipe de Persia; y cuando yo me haya ido, ved que el príncipe de Grecia vendrá".
El Arcángel Miguel es el Espíritu de la Raza Judía (Daniel XII: I), pero Jehová no es el Dios de los judíos solamente; El es el Autor de todas las religiones de las Razas que conducen al cristianismo. Sin embargo, es cierto que se tomó un interés especial por los progenitores de los actuales judíos degenerados: Los Semitas originales, la "simiente de raza" para las siete razas de la Época Aria. Jehová tiene especial cuidado, por supuesto, por cualquier "simiente de raza", en la que inculca las facultades embrionarias de la humanidad de una nueva época. Por esa razón estuvo muy relacionado con los semitas originales. Estos eran su "pueblo elegido", elegido para ser la simiente de una nueva raza que debía heredar la "Tierra Prometida"; no la simple e insignificante Palestina, sino toda la Tierra, tal como es actualmente.
El no los guió fuera de Egipto. Esa historia la originaron sus descendientes y es un relato confuso de su jornada hacia el Este, a través de las inundaciones y desastres que acabaron con la sumergida Atlántida, hasta el Desierto (el de Gobi del Asia Central), para esperar allí los cabalísticos cuarenta años antes de entrar en la Tierra Prometida. Hay un doble y peculiar significado en esa palabra "Prometida" con relación a esto. Se llamó la "Tierra Prometida" porque, como no existía en aquel entonces tierra apropiada para ser ocupada por los hombres, el pueblo elegido fue llevado al Desierto. Parte de la Tierra había sido sumergida por las inundaciones y otras partes cambiadas por las erupciones volcánicas de manera que fue necesario esperar durante un período de tiempo hasta que la nueva Tierra estuviera en condiciones de convertirse en posesión de la raza aria.
Los semitas originales fueron aislados y se les prohibió casarse con otras tribus o pueblos; pero era un pueblo testarudo y terco, que se dejaba guiar casi exclusivamente por el deseo y la astucia, y, por lo tanto, desobedecieron la orden. Su Biblia habla de que los hijos de Dios se casaron con las hijas de los hombres: Los compatriotas de grado inferior de la Atlántida. Frustraron, pues, así los designios de Jehová y fueron expulsados, siendo el fruto de tales cruzamientos completamente inútil como simiente de la nueva raza.
Los nacidos de esos cruzamientos fueron los primogénitores de los judíos del presente, que ahora hablan de "tribus perdidas". Saben que algunos de los componentes del número original, les abandonaron y se fueron a otra parte, pero no saben que éstos fueron precisamente los que quedaron fieles. La historia de las diez tribus perdidas es una fábula. La mayoría de ellos perecieron, pero los fieles sobrevivieron y de ese remanente fiel descienden las actuales razas arias.La ciencia oculta conviene, con los que dicen que eso es una mera mutilación de las escrituras originales de la Biblia. Muchas partes de ella se asegura que son completamente invenciones y no se hace la menor tentativa para probar su autenticidad como conjunto, en la forma en que actualmente la poseemos. Nuestro esfuerzo actual es una simple tentativa para exhumar algunos pedazos de verdad oculta de esa masa de malentendidos e interpretaciones incorrectas bajo las cuales han sido enterradas, por los diversos traductores y revisores.
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del libro Concepto Rosacruz del Cosmos de Max Heindel
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