EN EL PRINCIPIO
La primera sentencia del Génesis es un buen ejemplo de lo que ya se ha indicado acerca de la interpretación del texto hebreo, interpretación que no puede cambiarse colocando diferentemente las vocales y dividiendo las palabras de otra manera.
Hay dos métodos bien conocidos para leer esa sentencia. El uno es: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra"; el otro es: "Tomando de la siempre-existente esencia (del espacio) la doble energía formó el doble cielo".
Mucho se ha dicho y escrito acerca de cuál de estas dos interpretaciones es correcta. La dificultad está en que el pueblo necesita algo firme y definido. Y afirman que si cierta explicación es verdadera, todas las demás tienen que ser falsas. Pero, evidentemente, no es éste el camino para llegar a la verdad, la cual tiene muchos aspectos y es múltiple. Cada verdad oculta requiere que se la examine de muy diferentes puntos de vista; cada uno de ellos presenta cierta fase de la verdad, y todos ellos son necesarios para arribar a una concepción completa y definida de lo que se esté considerando.
El mismo hecho de que esta sentencia, así como muchas otras del Thorah, puedan tener muchos significados, si bien es confundible para el no iniciado, es por el contrario iluminadora para aquel que tiene la clave, y mediante ella se ve la sabiduría trascendental y la maravillosa inteligencia de los que inspiraron el Thorah. Si se hubieran insertado las vocales y se hubieran dividido las palabras, hubiera habido únicamente una sola manera de leerlo, y estos grandes y sublimes misterios no hubieran podido ser ocultados en ellas. Esa hubiera sido la forma más natural de escribir, si los autores se hubieran propuesto escribir un libro "abierto" sobre Dios, pero no fue ése su propósito. Fue escrito únicamente para los iniciados, y únicamente puede ser bien comprendido por ellos. Se hubiera necesitado mucha menos destreza para escribir un libro claramente, que para encubrir su significado. Pero ningún trabajo es mal empleado, sin embargo, para dar informaciones, a su debido tiempo, a aquellos que están capacitados para ellas, al mismo tiempo que se ocultan a aquellos que aún no han ganado el derecho de poseerlas.
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del libro Concepto Rosacruz del Cosmos de Max Heindel
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