CARTA Nº 61
Diciembre de 1915
MOVIMIENTOS CÍCLICOS DEL SOL
Las noticias que con grandes titulares publican en nuestros días los periódicos en sus primeras páginas,
noticias que parecen de importancia vital y de interés absorbente para todos, se olvidan rápidamente y los
diarios que las publican son arrojados al fuego. De igual modo las canciones que están en labios de todos un
día quedan prontamente relegadas al panteón del olvido. Hasta los hombres que cual meteoro fulgen con su
popularidad un día, son olvidados sin tardar en unión de los hechos que motivaron su raudo brillo; pues,
diremos citando a Salomón: "Todo es vanidad."
Pero entre los cambios caleidoscópicos que alteran constantemente el estado del mundo en sus aspectos
moral, mental y físico ocurren ciertos acontecimientos cíclicos que, aunque sean periódicos en su naturaleza,
guardan entre sí una permanencia y estabilidad que distinguen los métodos macrocósmico de arreglar y
llevar a cabo sus intereses.
Durante la primavera, por la Pascua, al cruzar el sol el equinoccio oriental, despierta la Tierra de su letargo
invernal, sacudiéndose la blanca sábana de nieve que la ha recubierto como si fuera un manto de pureza
inmaculada. La voz de la naturaleza comienza a oírse cuando los pequeños arroyos empiezan a descender de
las montañas pausadamente en su camino hacia el océano. Esta voz se oye también al murmurar el viento
entre las hojas recién brotadas en los Arboles del bosque, la canción del amor que llama al capullo y a la flor
y que finalmente trae el polen en sus alas invisibles a los brazos del compañero que aguarda. La misma voz
se oye en las llamadas amorosas de los pájaros y en los gritos de las bestias a las bestias, sus parejas. Esta
voz resuena en todas las manifestaciones de la naturaleza hasta que el nacimiento de nuevas vidas ha
compensado de lo destruido por la muerte.
Durante el verano, el Amor y la Vida se afanan con exceso, con todos sus anhelos gozosos, pues ellos son
dueños del terreno durante la batalla por la existencia mientras el Sol está en exaltación, en los ciclos
septentrionales, en el máximum de su poderío en la época del solsticio de verano. EI tiempo prosigue su
ruta, no obstante, y llega otro punto turnante con el equinoccio de otoño. Se ha apaciguado el cántico del
coro selvático; cesa el llamamiento amoroso de las bestias y de los pájaros, y la naturaleza vuelve a caer en
el silencio. La luz mengua al par que crecen las sombras de la noche hasta, que en el solsticio de invierno,
que en la actualidad cruzamos, de nuevo se prepara la Tierra para su, profundo sueño, puesto que necesita la
consiguiente noche de reposo, después de la actividad extenuante del precedente día.
Pero de la misma manera que la actividad espiritual del hombre es mayor mientras su cuerpo duerme, así
también por la ley de analogía, hemos de comprender que los fuegos espirituales de la tierra son más
brillantes en este tiempo del año; de que ahora es la mejor oportunidad para el desarrollo del alma, para la
investigación y estudio de los más profundos misterios de la vida. Por consiguiente, a nosotros nos toca
coger a la ocasión por los cabellos a fin de utilizar el tiempo de la mejor manera posible; pero sin prisa, sin
inquietud, sino paciente y devotamente, sin olvidar que entre todas las otras cosas que varían esta ola
grandiosa de luz espiritual estará con nosotros en los inviernos de años y años sin cuento. Y aun será más y
más brillante a medida que la Tierra y nosotros mismos evolucionemos a más altos grados de espiritualidad.
Estamos haciendo la tarea de precursores para extender las enseñanzas Rosacruces que ayudarán a iluminar
al mundo durante los siglos que seguirán inmediatamente a los nuestros. Existe una ley que dice: "Recibirás
solamente en la medida que des." Ahora, en esta estación del año, es la mas propicia para dar y recibir; así,
pues, procuremos que nuestra luz brille en el árbol cósmico de Navidad como para que sea visto por los
hombres y atraerles a las verdades que sabemos que son de tanta importancia vital para el desarrollo de
nuestros semejantes.
No quiero concluir esta carta sin agradecer a cada uno de los estudiantes su cooperación en la labor del ano
pasado. Y ojalá podamos hacer labor todavía más provechosa en el año entrante.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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