CARTA Nº 60
Noviembre de 1915
LA GUERRA COMO UNA OPERACIÓN
PARA EXTIRPAR LA CATARATA
ESPIRITUAL
Sabemos, por haberlo así aprendido en nuestro libro el Cosmos, que hubo una raza al final de la época
Lemúrica, siete en la Época atlántica, siete en la Aria y que habrá una en la futura Época Galilea, o sea, un
total de dieciséis razas. También se recordará que estas dieciséis razas son llamadas por los Hermanos
Mayores "los dieciséis senderos de la destrucción", porque existe el peligro enorme de que un espíritu pueda
llegar a aferrarse de tal manera en los cuerpos de una raza cualquiera, que no pueda después seguir a las
otras a lo largo del sendero de la evolución. Durante los Periodos y las Épocas hay siempre tiempo suficiente
para que los guías o caudillos puedan mantener a sus multitudes en línea. Pero los judíos son un ejemplo de
lo, que puede ocurrir a un pueblo que se imbuye tan plenamente de su espíritu racial que rehuse
absolutamente seguir a cualquier otro. Sigue, siendo una anomalía entre el resto, de la humanidad, un pueblo
sin patria, rey ni ningún otro factor distintivo de los que actúan o impulsan la evolución racial.
Esta fue la tendencia entre las naciones de Europa hasta la guerra actual. El patriotismo y el ideal de raza
alimentado por tal sentimiento las iba separando lejos de Dios. Los innumerables descubrimientos
científicos habían introducido una era de duda y de escepticismo, y los precursores o razas más avanzadas
del mundo Occidental estuvieron muy cercanos al borde de la destrucción. Fue por consiguiente necesario
que los Hermanos Mayores dispusieran ciertas medidas por las cuales se pudiera llevar a la humanidad del
sendero del placer al de la devoción y esto podía ser factible únicamente extirpando la catarata espiritual de
un número determinado y bien importante de gente, para que redujese el escepticismo y la duda del resto.
Cuando habitábamos bajo el agua en la primitiva Época Atlántica, no podíamos, como usted sabe, ver el
cuerpo ni tan solo sentirlo, porque nuestra consciencia se concentraba en el reino espiritual. Nos veíamos los
unos a los otros de alma a alma. Nosotros estábamos inconscientes tanto del nacimiento como de la muerte,
y no experimentábamos separación alguna de aquellos que amábamos. Pero al adquirir gradualmente
conocimiento de nuestro cuerpo y concentrarse nuestra consciencia en el mundo físico desde. el nacimiento
a la muerte, y en el mundo espiritual, desde la muerte al nacimiento, entonces empezó la separación y el
consiguiente pesar a causa de la manifestación de la muerte. En épocas posteriores, no obstante, existieron
muchos aún que podían ver ambos mundos; representando un número considerable de entre el populacho.
Sus testimonios respecto a la continuidad de la vida fueron un gran consuelo para. aquellos que habían sido
despojados de tal facultad, pues ellos creyeron plenamente que aquellos a quienes creían perdidos vivían
todavía y eran felices, aunque fuesen incapaces de hacerse ver de ellos. Pero el mundo se volvió' mas y más
materialista; la fe en la realidad del más allá se desvaneció gradualmente, haciéndose más intenso el dolor
por la pérdida de los seres queridos, hasta creer muchos en nuestros días que la separación es definitiva. Para
éstos la palabra “renacimiento" es una palabra vacía de sentido y por lo tanto el sufrimiento es mayor cada
día.
Pero este mismo sufrimiento es el remedio de la. naturaleza. para la catarata espiritual. Tan seguro como que
el deseo del desarrollo construyó por si mismo el complicado canal alimenticio desde el simple comienzo
para. que el ansia del desarrollo pudiera recibir satisfacción; tan seguro como que el deseo del movimiento
desenvolvió las maravillosas articulaciones, nervios, tendones, fibras y ligamentos con los que se puede
cumplimentar, así, con la misma. seguridad, la intensa añoranza de continuar las relaciones cortadas por la
muerte construirá el órgano con el cual poder dar la satisfacción, esto es, el ojo del espíritu. Por
consiguiente, esta horrísona matanza de millones de hombres ha ayudado y está ayudando a tender un
puente sobre el canal que separa lo invisible del mundo visible, mucho más que miles de años de plegarias lo
hubieran hecho. A través de toda la historia se ha registrado que los guerreros han tenido revelaciones
sobrenaturales y existe acopio de testimonios de que tales visiones se han tenido en la guerra actual. El
choque de la herida, los sufrimientos en el hospital, las lágrimas de las viudas y de los huérfanos, todo esto
está abriendo los ojos espirituales de Europa y la edad de la duda y del escepticismo desaparecerá. En lugar
de abochornar a nadie por tener fe en Dios, el mundo honrará al hombre por su piedad más que por sus
proezas, a no tardar mucho. Y elevemos una oración para que Llegue este día.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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