INSTRUCCIÓN XII
PARSIFAL
El Famoso Drama Místico Musical de Wagner
Conforme miramos en torno nuestro en el universo material vemos miriadas de formas y
todas estas formas tienen cierto color y muchas de ellas emiten un tono definido; en
realidad lo emiten todas, porque el sonido se encuentra hasta en la llamada Naturaleza
inanimada. El viento en la fronda de los árboles, el murmullo del arroyuelo y el canto del
océano, son todas contribuciones definidas a la armonía de la Naturaleza.
De estos tres atributos de la Naturaleza: la Forma, el Color y el Tono o sonido, la Forma
es la mas estable, tendiendo a permanecer en "statu quo" durante un tiempo
considerable, y cambiando muy lentamente. El Color por otra parte cambia con más
rapidez se esfuma y borra, y hay algunos colores que cambian de matiz según el ángulo
en el que se los exponga a la luz. Pero el Tono es el más fugaz de todos; viene y va, sin
que nada pueda agarrarlo y detenerlo.
Tenemos también tres Artes que tratan de expresar la Bondad, la Verdad y la Belleza de
esos tres atributos del Mundo Anímico: la Escultura, la Pintura y la Música.
El escultor que obra con la forma trata de aprisionar la belleza en una estatua de mármol
que desafiará los estragos del tiempo durante millares de años; pero una estatua de
mármol es fría y sólo habla a los pocos muy evolucionados que puedan infundir en la
estatua su propia vida.
El arte de la pintura se basa preminentemente sobre el color; no da forma tangible a sus
creaciones; en la pintura toda forma es una ilusión desde el punto de vista material, y sin
embargo, es mucho más real que la sólida y tangible estatua, porque las formas del pintor
son vivas; hay una belleza viviente en el cuadro de un gran artista, una belleza que
muchos pueden apreciar, y gozar.
Pero en el caso de un cuadro nos vemos afectados por la mutabilidad del color; el tiempo
enmohece su frescura, y ningún cuadro puede durar nunca tanto como una estatua.
Aún así, en esas artes que se basan sobre la forma y el color se crea algo de una vez
para siempre; tienen esa característica en común y en ella difieren radicalmente del Arte
Musical, porque la música es tan fugaz y evanescente que es necesario crearla de nuevo
cada vez que queremos gozar de ella, pero en cambio tiene el poder de hablar a todos
los seres humanos de tal manera que está más allá de las otras dos artes. Añadirá algo a
nuestra mayor alegría y borrará las tristezas más profundas; puede calmar las pasiones
del salvaje y excitar hasta la temeridad al mayor cobarde; es la influencia más poderosa
para dominar a la humanidad entre las que conoce el hombre, pero sin embargo, mirada
solamente desde el punto de vista material es superflua, según lo demuestran Darwin y
Spencer.
Únicamente cuando vamos más allá de las escenas de lo visible y apreciamos que el
hombre es un ser compuesto: Espíritu, alma y cuerpo, entonces podemos comprender
por qué nos afecta tan distinta y diferentemente los productos de esas tres artes.
Mientras el hombre vive una vida externa en el mundo de la Forma, donde obra en una
forma viviente entre otras formas, vive también una vida interna, que es para él de
muchísima mayor importancia; una vida cuyos sentimientos, pensamientos y emociones
crean ante "su visión interna" imagenes y escenas que cambian continuamente, y cuanto
más completa es su vida interna, tanto menos necesita buscar compañía fuera de si
mismo, porque él es su mejor compañía, independientemente de toda diversión externa,
de que tan sedientos están todos aquellos cuya vida interna es escasa, que conocen a
muchísimas personas, pero que son extraños para sí mismos y temen su propia
compañía.
Si analizamos esta vida interna encontraremos que es doble: (1) la vida anímica, basada
sobre los sentimientos y emociones; y (2) la actividad del Ego que dirige todas las
acciones por medio del pensamiento.
Así como el mundo material es la base de la que el cuerpo denso saca los materiales que
necesita y es eminentemente el mundo de la forma; así también hay un mundo del alma,
llamado Mundo del Deseo entre los Rosacruces, que es la base de sutiles ropajes del
Ego, que llamamos el alma, y ese mundo es particularmente el mundo del Color. Pero el
Mundo del Pensamiento, aún más sutil, es el hogar del Espíritu humano, el Ego, y
además el reino del sonido. Por consiguientes, de las tres artes, la que tiene más poder
sobre el hombre es la música, porque mientras nos encontramos en la vida terrestre
estamos desterrados de nuestro hogar celeste y hasta olvidamos éste en nuestras
empresas materiales; pero entonces la música viene como aroma fragante que le aporta
añoranzas inenarrables. Como eco de nuestro hogar nos recuerda nuestra tierra donde
todo es dicha y paz, y aunque nosotros no podamos prestar atención a ello debido a
nuestras ocupaciones materiales, el Ego reconoce cada nota bendita como un mensaje
de su patria y se regocija en ella.
Esta apreciación de la naturaleza de la música es necesaria para apreciar debidamente la
gran obra maestra de Ricardo Wagner, Parsifal, en la que la música y los personajes
están ligados unos a otros de tal manera como no se encuentran en ninguna otra
producción musical.
El drama de Wagner está fundado sobre la leyenda de Parsifal, leyenda cuyo origen se
pierde en el misterio que sombrea la infancia de la raza humana. Es un error creer que un
mito es una creación de la fantasía humana, sin base alguna de verdad. Al contrario, el
mito es un estuche que contiene a veces las joyas más escondidas y preciosas de verdad
espiritual, perlas de belleza tan rara y etérea que no pueden permanecer expuestas al
intelecto material. Con objeto de ocultarlas y al mismo tiempo para permitirles trabajar
sobre la humanidad para su desarrollo y mejoramiento espiritual, los Grandes Instructores
que guían nuestra evolución, invisibles pero poderosos, dieron esas verdades espirituales
a la humanidad encerradas dentro de lo pintoresco simbolismo de los mitos, para que
éstos obraran sobre sus sentimientos hasta que llegara el tiempo en que el intelecto
naciente se hubiera desarrollado suficientemente en sentido espiritual y pudiera a la vez
sentir y conocer.
Siguiendo el mismo principio damos a nuestros niños enseñanzas morales por medio de
cuentos y fábulas, reservando las enseñanzas más directas para más adelante.
Wagner hizo algo más que copiar simplemente la leyenda. Las leyendas, como todo lo
demás, se cristalizan por la trasmisión y pierden su belleza; y es evidente que la
grandeza de Wagner no estuvo limitada en su expresión por la fantasía o el credo. Él
afirmó siempre la prerrogativa del arte para exponer las alegorías libremente, sin trabas.
Según dice en Arte y Religión, "Uno puede decir que cuando la religión se artificializa,
queda reservada al arte la misión de salvar el espíritu de la religión, reconociendo el valor
figurativo del mito simbólico, que la religión pide se crea en su sentido literal, revelando su
oculta y profunda verdad por medio de una presentación ideal... Mientras que el
sacerdote pide que toda alegoría religiosa se acepte como un hecho, el artista no se
sujeta a ello absolutamente, y de ahí que libre y francamente produzca su trabajo tal
como él mismo lo invente. Pero la religión se ha metido en una vida artificial en la que se
ve obligada a aumentar el edificio de sus símbolos dogmáticos, y de esta manera va
relegando la bondad divina..., al fondo de su siempre creciente montón de cosas
increíbles que ella recomienda creer. Sintiendo esto ha estado tratando siempre de
buscar la ayuda del arte, que por su parte ha sido incapaz de evolucionar más
elevadamente mientras se ha visto obligada a presentar esa titulada realidad a los fieles
bajo la forma de fetiches e ídolos, cuando ella hubiera podido llevar a cabo su verdadera
misión con una presentación ideal de las figuras alegóricas, conducentes a una
apreciación de su sentido interno, la verdad inefablemente divina".
Volviendo a nuestra consideración del drama Parsifal encontramos que su primer escena
tiene lugar en el castillo de Montsalvat. Este es un lugar de paz, donde toda vista es
sagrada; los animales y aves no tienen temor alguno, porque, como cualesquiera otros
hombres santos, los caballeros son inocentes, no matan ni para comer ni por deporte, y
aplican la máxima "vivid y dejad vivir" a todos los seres vivientes.
Amanece y Gurnemanz, el más viejo de los caballeros del Grial, con dos escuderos se
encuentra bajo un árbol.
Acaban recién de despertarse de su reposo nocturno y ven en la distancia a Kundry, que
viene galopando, montada en un caballo salvaje. En Kundry vemos una criatura de do!
existencias, una como servidora del Grial, deseosa de ayudar a los caballeros del. Grial,
por todos los medios que están a su alcance; ésta parece ser su naturaleza real. La otra
existencia la pasa como esclava involuntario del mago Klingsor quien la obliga a tentar y
mortificar a los caballeros del Grial a quienes ella desea servir. La puerta que conduce de
una a otra existencia es el sueño y ella se ve obligada a servir al que encuentra y la
despierta. Cuando Gurnemanz la encuentra es la fiel servidora del Grial, pero cuando
Klingsor la evoca por media de sus malditos conjuros se aprovecha de sus servicios
quiera ella o no.
En el primer acto del drama aparece vestida con una túnica hecha de pieles de
serpientes, que simboliza la doctrina del renacimiento, porque así como la serpiente
renueva su piel, capa tras capa, que exuda de sí misma, así también el Ego en su
progreso evolutivo, emana de sí mismo cuerpo tras cuerpo, abandonando cada vehículo,
lo mismo que la serpiente, cuando se han perdido su eficiencia. Esta idea se asocia
también con las enseñanzas de la Ley de Consecuencia, que nos da los frutos de
cualquier cosa que sembremos, lo que se ve en la respuesta que Gurnemanz da al joven
escudero, al expresar éste su desconfianza en Kundry:
Muy bien puede estar bajo una maldición
Producto de, alguna vida pasada que nos vemos,
Buscando libertarse del pecado
Por medio de las obras suyas que juzgamos buenas.
Seguramente es beneficioso que siga así,
Ayudándose a sí misma mientras nos ayuda a nosotros
Cuando Kundry viene a escena saca de su pecho una redoma que dice haber traído de la
Arabia, y que espera será un bálsamo para la herida que tiene en el costado Amfortas, el
rey de Grial, la cual le causa sufrimientos indecibles y no puede curarse. El doliente rey
es entonces traído reclinado en una camilla. Va a bañarse, como lo hace diariamente, a
un lago cercano, donde dos cisnes nadan y convierten las aguas en una loción sanitaria
que alivia los horrendos sufrimientos del rey. Amfortas expresa agradecimiento a Kundry,
pero desconfía que haya alivio para él hasta que venga el libertador, de quien la profecía
del Grial decía que sería "un tonto virgen, iluminado por la piedad". Pero Amfortas cree
que la muerte vendrá antes que la liberación.
Llévanse a Amfortas y cuatro de los jóvenes escuderos se agrupan en torno de
Gurnemanz, rogándole les cuente la historia del Grial y de la herida de Amfortas. Todos
se reclinan bajo el árbol y Gurnemanz comienza:
"En la noche cuando nuestro Señor y Salvador Cristo Jesús tomó su última cena con sus
discípulos bebió el vino en cierto cáliz, y éste fue empleado más tarde por José de
Arimatea para recoger la sangre vital que fluyó de la herida hecha en el costado del
Redentor. También guardó la lanza ensangrentada con la que se le hirió, y llevó esas
reliquias consigo a través de muchos peligros y persecuciones. Por último se hicieron
cargo de esas reliquias los ángeles, los que las guardaron hasta que una noche un
mensajero místico enviado de Dios pidió a Titurel, el padre de Amfortas, que construyera
un castillo para recibir y guardar con seguridad esas reliquias. Así se construyó el castillo
de Montsalvat, en una elevada montaña, y las reliquias fueron alojadas allí bajo la
custodia de Titurel y de un grupo de santos y castos caballeros que se le habían
agregado, convirtiéndose en un centro de poderosas influencias espirituales que fluían
hacia el mundo externo.
Pero allá lejos vivía en un valle pagano un caballero negro, que no era casto, pero que
deseaba convertirse en caballero del Grial, y con ese fin se mutiló. Se privó a sí mismo de
la capacidad de gratificar sus pasiones, pero la pasión subsistía. El rey Titurel vio el
corazón de este hombre lleno de negros deseos, y rehusó admitirlo. Klingsor juró
entonces que si él no podía servir al Grial el Grial lo serviría a él. Y construyó un castillo
cm un jardín mágico el cual llenó de doncellas de extraordinaria belleza, que emitían un
perfume como las flores, y de esta manera los caballeros del Grial (que tenían que pasar
por el castillo al salir o al volver a Montsalvat) las veían, sentían deseos de violar su voto
de castidad y la fe jurada, convirtiéndose en prisioneros de Klingsor, y quedando así muy
pocos fieles como defensores del Grial.
Mientras tanto Titurel había confiado la custodia del Grial a su hijo Amfortas y éste,
viendo los serios inconvenientes producidos por Klingsor, determina ir y presentarle
batalla. Con ese fin se lleva consigo la santa lanza.
El infame Klingsor no va al encuentro de Amfortas en persona, sino que evoca a Kundry y
la transforma de hedionda criatura, como aparece cuando es servidora del Grial, en una
mujer de belleza inmensa, y bajo el dominio de Klingsor va al encuentro del rey Amfortas,
lo tienta y él se entrega en sus brazos dejando caer la sagrada lanza. Klingsor aparece
entonces, toma la lanza e hiere al indefenso Amfortas; y a no ser por los heroicos
esfuerzos de Gurnemanz se lo habría llevado prisionero a su castillo. Pero Klingsor no
obstante retiene la lanza sagrada y el rey se retuerce de dolor, porque la herida no
sanará."
Los jóvenes escuderos se levantan, llenos de ardor, diciendo que vencerán a Klingsor y
recuperarán la lanza. Gurnermanz, mueve la cabeza tristemente, diciendo que esa tarea
está más allá de sus fuerzas, pero reitera la profecía de que la redención la efectuará un
"tonto puro iluminado por la compasión".
Y se oyen gritos: "¡el cisne! oh, el cisne!", efectivamente un cisne revolotea un instante y
cae muerto a los pies de Gurnemanz con lo que los escuderos quedan muy agitados al
ver eso. Otros escuderos traen a un joven vigoroso que lleva un arco y flechas, y
Gurnemanz le pregunta con tristeza: ¿por qué mataste a esa inocente criatura?, y él le
contesta inocentemente "¿estuvo mal hecho?" Gurnemanz le habla entonces del doliente
rey y de la parte que llenaba el cisne para hacer el baño sanador. Parsifal queda muy
conmovido oyéndolo decir y rompe su arco.
En todas las religiones el espíritu animador ha sido representado simbólicamente como
un ave. En el bautismo, cuando el cuerpo de Jesús estaba en el agua, el Espíritu de
Cristo descendió a él como una paloma. El Espíritu se mueve sobre las aguas", un medio
fluido, así como los cisnes se mueven en el agua del lago que está bajo el Yggdrasil, el
árbol de la vida de la mitología noruega o sobre las aguas del lago en la leyenda del
Santo Grial. El ave es pues una representación directa de la influencia espiritual más
elevada y bien podían los caballeros lamentar su pérdida. La verdad es múltiple. Hay por
lo menos siete interpretaciones exactas de cada mito, una para cada mundo, y mirado
desde el punto de vista materias la compasión engendrada en Parsifal al romper su arco
marca un paso definido en la vida superior. Nadie es verdaderamente compasivo ni
puede ser auxiliar en la evolución mientras mate para comer, bien sea personalmente o
por medios indirectos. La existencia inofensiva, que no daña, es absolutamente esencial
como pre-requisito para el servidor.
Gurnemanz entonces comienza a preguntar a Parsifal sobre sí mismo; quién es, cómo
vino a Montsalvat. Parsifal demuestra la ignorancia más sorprendente. A todas las
preguntas contesta: "yo no sé". Al fin habla Kundry y dice: "yo puedo deciros quién es. Su
padre era el noble Gamuret, un príncipe de los hombres, que murió luchando en Arabia,
mientras su hijo estaba aún en el seno de la madre, la señora Herzleide. Al expirar, dio a
su hijo el nombre de Parsifal, el tonto casto. Temiendo que aprendiera el arte de la guerra
y se lo llevaran, su madre lo condujo a un denso bosque donde lo mantuvo en la
ignorancia de las armas y de los combates".
Entonces dice Parsifal: "sí, un día vi a algunos hombres cabalgando en bestias informes;
quise ser como ellos, y los seguí durante muchos días hasta que por último vine aquí y
tuve que luchar con muchos hombres monstruosos".
En esa historia tenemos una pintura excelente de la investigación del alma por las
realidades de la vida. Gamuret y Parsifal son diferentes fases de la vida del Espíritu.
Gamuret es el hombre del mundo, pero que a su tiempo se ligó a Herzleide, la aflicción
del corazón en otras palabras. Encuentra al dolor y muere para el mundo, como lo
hacemos todos los que nos dirigimos a la vida superior. Mientras que la barca de nuestra
vida navega en aguas tranquilas y nuestra existencia parece ser espléndida, no existe
canto suficientemente dulce para incitaros a volver nuestros pasos a la vida superior;
todas las fibras de nuestro cuerpo gritan "esto es suficientemente bueno para mí", pero
cuando las garras de la adversidad nos hieren y cuando cada ola trata de hundirnos,
entonces sabemos del dolor y del corazón, nos convertimos en hombres tristes y estamos
prontos para nacer como Parsifal, el tonto puro y casto o el alma que ha olvidado la
sabiduría del mundo y está buscando la vida superior. Mientras el hombre trata de
acumular dinero, o pasar bien el tiempo, es un sabio que posee la sabiduría del mundo;
pero cuando dirige su rostro hacia las cosas del espíritu, entonces se convierte en un
tonto a los ojos del mundo. Olvida todo lo de su vida pasada y deja sus tristezas tras él
como Parsifal dejó a Herzleide la cual se nos dice que murió, porque Parsifal no volvió a
ella. Así muere la tristeza cuando da nacimiento al aspirante que huye del mundo, aunque
permanezca en él para cumplir con sus deberes, no pertenece al mismo.
Gurnemanz intuye que Parsifal es el libertador de Amfortas y lo lleva por el sendero que
conduce al castillo del Grial. Y al preguntar Parsifal quién es el Grial él contesta:
No te lo diré; pero si por Él has sido conducido,
" verdad no quedará oculta ante ti.
Me parece haber ya conocido tu rostro,
Pues ningún sendero conduce hacia Él,
Y al buscarle solo se consigue distanciarse más
Salvo que Él mismo sea el que lo guía.
Aquí encontramos que Wagner nos lleva a los tiempos precristianos, porque antes del
advenimiento de Cristo, la iniciación no estaba abierta "a todo el que quisiera sino que
estaba reservada para ciertos elegidos a quienes se concedían en cambio ciertos
privilegios especiales por dedicarse al servicio del templo, como los Levitas y los
Brahmanes. La venida de Cristo produjo cambios definidos en la humanidad, y ahora
todos son capaces de entrar en el sendero de la iniciación. Ciertamente, tenía que ocurrir
así desde el momento que los matrimonios internacionales acabaron con las castas.
En el castillo del Grial, Amfortas se ve importunado de todas maneras para que realice el
sagrado rito del servicio del Grial, descubriendo el cáliz santo para que su vista renueve
el ardor de los caballeros y los anime a continuar prestando su servicio espiritual; pero él
se estremece de terror y pena, pues el verlo le causaría sufrimientos inmensos. La herida
de su pecho continuaría arrojando sangre en su presencia, así como la herida del
remordimiento nos atenaza cuando hemos pecado contra nuestro ideal. Por último, sin
embargo, accede a los ruegos combinados de su padre y de sus caballeros. Realiza el
santo rito, sufriendo durante él espantosas angustias y Parsifal, que está en un rincón,
siente simpáticamente los mismos dolores, sin saber por qué, y cuando Gurnemanz le
pregunta ansiosamente después de la ceremonia lo que ha visto, permanece atontado y
silencioso. Entonces aquél defraudado en sus esperanzas lo arroja enojado del castillo.
Las emociones y los sentimientos no dominados por el conocimiento son manantiales de
tentación. La misma inocencia del alma la hace fácil presa del pecado. Es necesario para
el crecimiento anímico que existan las tentaciones, para fortalecer los puntos débiles. Si
caemos sufriremos como Amfortas, pero el dolor desarrolla conciencia y nos produce
aborrecimiento por el pecado. Nos hace fuertes contra la tentación. Todos los niños son
inocentes porque aun no han sido tentados, pues únicamente cuando hemos sido
tentados y permanecemos puros, o cuando caemos y nos arrepentirnos o reformamos,
somos virtuosos. Por consiguiente, Parsifal debía ser tentado.
En el segundo acto vemos a Klingsor en el momento de evocar a Kundry, porque él ha
estado espiando a Parsifal mientras iba hacia su castillo, y lo teme más que a nadie,
porque es un tonto. Un hombre sabiamente mundano se atraparía con facilidad mediante
las celadas de las jóvenes-flores, pero Parsifal ingenuo, se protege a sí mismo, y cuando
las jóvenes-flores se agrupan en torno suyo les pregunta inocentemente: "¿sois flores?,
oléis tan dulcemente". De nuevo se hacen necesarias las astucias superiores de Kundry,
y aunque ella protesta y se rebela, se ve obligada a tentar a Parsifal; con ese objeto se le
aparece como mujer de soberbia belleza, llamando a Parsifal por su nombre. Ese nombre
excita las añoranzas de su juventud, el amor de su madre, y Kundry lo atrae hacia sí y
empieza a obrar sobre sus sentimientos evocando ante su memoria las visiones del amor
materno y las tristezas que sintió su madre cuando se fue de su lado, dolor que acabó
con su vida. Entonces ella le habla de otro amor que puede compensarlo; del amor del
hombre por la mujer y por último imprime en sus labios un beso ardiente, largo,
apasionado.
A ese instante se produce un silencio profundo y terrible, como si el destino de todo el
mundo pendiera de la balanza de aquel ardiente beso, y mientras ella lo retiene aún entre
sus brazos su rostro sufre un cambio gradual, donde se retrata el dolor. Súbitamente se
yergue como si ese beso hubiera despertado en su ser un nuevo dolor, las líneas de su
pálido rostro se hacen más intensas y sus manos se juntan sobre el corazón cual si
sufriera una agonía espantosa: el cáliz, el Grial. aparecen ante su visión, y ve a Amfortas
sufriendo la horrenda agonía y por último grita: "¡Amfortas, oh Amfortas! Ahora sé de la
lanzada en tu costado, y ésta quema mi corazón y desgarra mi alma misma... ¡Oh dolor!
¡Oh miseria! ¡Qué agonía indecible, ¡la herida esta sangrando en mi propio pecho!"
Entonces nuevamente, con la misma conmoción dice: "No, no es la lanzada lo que hay en
mi pecho, porque es fuego y llama lo que dentro de mi corazón lleva mis sentidos al
delirio, a la espantosa locura del amor atormentador... Ahora sé cómo se excita, se
convulsiona y se pierde en vergüenza al mundo por las terribles pasiones del corazón". . .
Kundry lo tienta de nuevo. "Si este solo beso te ha aportado tantos conocimientos,
¿cuántos más no atesoraría si te entregaras a mi amor, aunque sólo fuera una hora?"
Pero ya no hay vacilación. Parsifal ha despertado; conoce el bien y el mal y replica:
"Entrambos perderíamos la eternidad si me entregara a ti aunque sólo fuera una hora;
pero también quiero salvarte y librarte de la maldición de la pasión, porque el amor que
arde dentro de tí es sólo sensual y entre ese y el verdadero amor de los corazones puros
hay un abismo tan grande, como el que separa los cielos del infierno".
Cuando Kundry se ve al fin obligada a confesarse vencida, se llena de odio. Llama a
Klíngsor para que la ayude, y éste aparece empujando la lanza sagrada que dirige
contra Parsifal. Pero éste es puro e inofensivo, así que nada puede afectarlo. La lanza
flota sobre su cabeza sin herirlo. Y Parsifal toma la lanza, hace el signo de la cruz con ella
y el castillo y los jardines mágicos de Klingsor se derrumban estruendosamente.
El tercer acto tiene lugar un Viernes Santo, muchos años después. Un guerrero
viandante, vestido con una cota de malla negra, entra en los terrenos de Montsalvat,
donde vive Gurnemanz. Se quita el yelmo y coloca una lanza contra la roca desnuda y
arrodillándose comienza a orar. Gurnemanz que viene con Kundry, a quien recién
acababa de encontrar dormida en un matorral, reconoce a Parsifal con la lanza sagrada y
regocijado le da la bienvenida preguntándole de dónde viene.
Anteriormente la había hecho la misma pregunta al visitarlo Parsifal por primera vez y le
había contestado. "yo no sé". Pero ahora es diferente, porque Parsifal contesta. "Vengo
del sufrimiento y de la investigación". La primera ocasión describe las tentativas del alma
para obtener las realidades de la vida superior, pero la segunda es la adquisición
consciente al alto nivel espiritual de la actividad humana, que se ha desarrollado por el
dolor y el sufrimiento.
Y Parsifal cuenta cómo ha sido tentado tristemente por sus enemigos y cómo pudo
salvarse usando la lanza, pero restringiéndose porque era un instrumento para sanar y no
para herir. La lanza es el poder espiritual que tienen los puros de vida y corazón, pero
debe emplearse solamente con propósitos desinteresados; la impureza y la pasión
ocasionan su pérdida, como en escaso de Amfortas. Aunque el hombre que la posea
pueda emplearla oportunamente para alimentar a cinco mil personas hambrientas, no
puede convertir una sola piedra en pan para calmar su propia hambre, y aunque pueda
usarla para restañar la sangre que corre de la oreja cortada de un aprehensor, no tiene el
derecho de restañar la sangre que fluye de su propio pecho. Siempre se ha dicho: "Puede
salvar a otros, pero no puede (o no quiere) salvarse a sí mismo".
Parsifal y Gurnemanz van al castillo del Grial, donde se está importunando a Amfortas
para que celebre el rito sacro, pero aquél rehusa para librarse de los dolores que le
produciría ver al Santo Grial y apretándose el pecho ruega a sus seguidores que lo
maten. En ese momento Parsifal se para ante él, toca la herida con la lanza y lo cura.
Destrona a Amfortas, sin embargo, y toma para sí la custodia del Santo Grial y de la
Sagrada Lanza. Sólo aquellos que tienen el más perfecto desinterés asociado con la más
sutil discreción y discernimiento, pueden ser custodios del poder espiritual que simboliza
la lanza. Amfortas la habría usado para atacar y herir a su enemigo. Parsifal no la
emplearía ni siquiera para defender su propia persona. Por lo tanto él puede curar,
mientras que Amfortas cayó en el foso que cavó para Klingsor.
En el último acto, Kundry, que representa la naturaleza inferior, dice sólo una palabra:
Servicio. Ella ayuda a Parsifal el Espíritu, a obtener mediante ella el servicio perfecto. En
el primer acto ella se puso a dormir cuando Parsifal visitó al Grial En ese estado el
Espíritu no puede ir hacia los cielos salvo cuando el cuerpo muere o duerme. Pero en el
último acto Kundry, el cuerpo, va al castillo del Grial también, porque está dedicada al Yo
superior, y cuando se ha obtenido el Espíritu como Parsifal, se ha alcanzado la liberación
que se habla en la Revelación: "A los que triunfen los convertiré en un pilar de la casa de
mi Dios, y de allí no volverán". Esos trabajarán por la humanidad desde los mundos
internos; no necesitan ya el cuerpo físico; están más allá de la ley del renacimiento y por
lo tanto Kundry muere.
Oliver Wendell Holmes, en su hermoso poema, "The Chambered Nautilus", ha expuesto
la idea de progreso constante en vehículos de creciente perfección y liberación final. El
nautilus construye su concha espiral por secciones, y va abandonando continuamente las
pequeñas, conforme va creciendo, por la última que acaba de hacer.
Year after year beheld the silent toil ( *)
That spread his lustrous coil;
(*) Año tras aiío contempló su labor silenciosa / que desplegó su lus
espiral; / más al crecer la espiral / abandonó la que fue su morada
Still, as the spiral grew,
He left the past year's dwelling for the new,
Stole with soft step its shining archway through
Built up its idle door,
Stretched in his last-found home, and knew the old no more.
Thanks for the heavenly message brought by thee,
Child of the wandering sea,
Zast from her lap forilorn!
From thy dead lips a cleare note is born
Than ever Triton blew fron wreathed horn!
While on mine ear it rings,
Through the deep caves of thought I hear a voice that sings:
"Build thee more stately mansions, O my soul!
As the swift seasons roll
Leave thy low-vaulted past!
Let each new temple, nobler than the last,
Shut thee from heaven with a dome more vast,
Till thou at length art free,
Leaving thine ouwown shell by life's unresting sea!"
En los años pasados, por la nueva / deslizándose bajo el brillante arco con suave paso / y construye una puerta innecesaria / y se amolda a su nuevo hogar, sin conocer más el antiguo. / Gracias por el celestial mensaje que me traes / hijo del inquieto mar, / expulsado de tus orígenes los olvidas. / De tus mudos labios sale una nota más elocuente / que las emitidas por el cuerno enroscado de Tritán: / mientras suena en mis
oídos a través de las profundas grutas del pensamiento, yo oigo una voz que canta.
"Construye
Mansiones más duraderas, ¡alma mía! / según las veloces estaciones ruedan. Abandona tus criptas ya surcadas. / Haz que cada templo nuevo sea más noble que el pasado/ abarca un espacio celeste más ancho / hasta que por fin te libertes / arrojando tu concha subterránea, por el océano movedizo de la vida."
***
del libro "Cristianismo Rosacruz", de Max Heindel
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