LA LEY DE ASIMILACIÓN
La ley de asimilación no permite que ninguna partícula entre a formar parte de nuestro cuerpo si nosotros, como espíritus, no la hemos dominado y sujetado a nosotros mismos. Las fuerzas activa en ello, son, como recordaremos, principalmente nuestros "muertos", que ya han entrado en el "cielo" y que están allí aprendiendo a construir cuerpos para usarlos aquí; pero trabajan de acuerdo con ciertas leyes que no está en su poder tergiversar. En toda partícula de alimento que ingerimos hay vida, y antes de que podamos agrupar esa vida en nuestro cuerpo por el proceso de asimilación, es necesario que la dominemos y sujetemos a nosotros mismos. En caso contrario no podría haber armonía en el cuerpo. Cada parte obraría independientemente, como lo hace cuando la vida coordinadora se retira del cuerpo.
Eso es lo que llamamos desintegración, que es, precisamente, lo opuesto de asimilación. Cuanto más individualizada está la partícula que hay que asimilar, tanta mayor energía se requiere para dirigirla y tanto menos tiempo permanecerá sin buscarle alguna salida para libertarse.Los seres humanos no están organizados de tal manera que puedan vivir de minerales sólidos. Cuando una substancia puramente mineral, como la sal, por ejemplo, es ingerida, pasa a través del cuerpo dejando muy poca cosa tras sí. Pero lo poco que de ella queda dentro es de naturaleza peligrosa. Si fuera posible para el hombre el emplear los minerales como alimento, serían ideales debido a su estabilidad y a la poca energía que se necesita para dominarlos y subyugarlos a la vida del cuerpo. Nos veríamos obligados a comer mucho menos en cantidad, y también menos a menudo que lo que ahora lo hacemos. Nuestros laboratorios nos suministrarán alguna vez alimentos químicos de calidad tal que sobrepasarán a cualquier otro, con la ventaja de que siempre estarán frescos. El alimento obtenido de las plantas superiores y todavía más de los animales superiores de su reino, es positivamente nauseabundo, debido a la rapidez de su desintegración. Este proceso es producido por los esfuerzos hechos por las partículas individuales para liberarse del compuesto en conjunto.
El reino vegetal es el próximo superior al mineral. Tiene una organización capaz de asimilar los compuestos minerales de la Tierra. El hombre y el animal pueden asimilarse las plantas y obtener así los compuestos químicos necesarios para sustentar sus cuerpos, y como la consciencia del reino vegetal es la de un sueño sin ensueños, no ofrece resistencia alguna. Se requiere poquísima energía para asimilar esas partículas; y como tienen muy poca individualidad propia, la vida que anima a esas partículas no trata de escaparse de nuestro cuerpo tan pronto como las de los alimentos derivados de formas más desarrolladas, así que la fuerza que se obtiene de una dieta vegetal o frutal dura mucho más que la derivada de una dieta de carne, y el alimento vegetal ingerido no hay que reponerlo con tanta frecuencia, dando más energía proporcionalmente, puesto que se necesita menos energía para asimilárselo.
El alimento obtenido de cuerpos animales se compone de partículas que han sido trabajadas e interpenetradas por un cuerpo de deseos individual, y se han individualizado así en tal extensión, que es mucho mayor que la de las partículas vegetales. Hay un alma individual en cada célula, la que es compenetrada por las pasiones y los deseos del animal, y se necesita una energía considerable para dominarla en primer lugar para que pueda ser asimilada, pero, sin embargo, nunca queda completamente incorporada al cuerpo como los constituyentes de la planta, que no tienen tendencias individuales tan fuertes. El resultado es que el carnívoro necesita comer una cantidad mayor de alimento que el frugívoro, y además debe comer con más frecuencia. Aun más, esa lucha interna de las partículas de la carne causa un desgaste y destrucción mayor del cuerpo en general, haciendo al carnívoro menos activo y menos paciente que el vegetariano, como lo han demostrado las pruebas aducidas por los partidarios de uno y otro método.
Por lo tanto, si la carne obtenida de los hervíboros es una dieta tan inestable, es evidente que si tratáramos de emplear la carne de los animales carnívoros, en los que las células están más individualizadas aún, nos veríamos obligados a consumir cantidades enormes de alimento. El comer ocuparía la mayor parte de nuestro tiempo; y a pesar de ello, estaríamos siempre extenuados y hambrientos. Ese efecto puede verse en el lobo y en el buitre; su flacura y hambre son proverbiales. Los caníbales comen carne humana, pero sólo a largos intervalos y como una golosina. Como que el hombre no se limita exclusivamente a la carne, su carne no es completamente igual a la de una bestia carnívora; pero, sin embargo, el hambre de los caníbales es también proverbial.
Si la carne de un herbívoro fuera la esencia de lo bueno que tienen las plantas, entonces, lógicamente, la carne de los carnívoros sería la quintaesencia. La carne de los lobos y de los buitres sería pues, la crema de la crema, y mucho más deseable. Pero sabemos que no es ése el caso, sino al revés completamente. Cuanto más nos aproximamos al reino vegetal, tanta más energía derivamos de nuestro alimento. Si el reverso fuera el caso, la carne de los animales carnívoros sería muy buscada por otros animales de presa; pero ejemplos tales como de que "el perro que se coma al perro" son rarísimos en la Naturaleza.
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del libro Concepto Rosacruz del Cosmos de Max Heindel
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