humana compasión y amor

”el
propósito de la vida no es felicidad sino experiencia"…


Ningún hombre ama a Dios si aborrece a sus semejantes,
Quien pisotea el corazón o el alma de su hermano;
Quien busca encadenar, nublar o ensombrecer la mente
Con miedos del infierno, no ha percibido nuestra meta.
Dios nos envió todas las religiones benditas
Y Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida,
Para dar descanso al de pesada carga
Y paz para el dolor, el pecado y la lucha.
Contemplad al Espíritu Universal que ha llegado
A todas las iglesias, no a una solamente;
En la mañana de Pentecostés una lengua de fuego
Rodeando a cada apóstol como un halo brilló.
Desde entonces como buitres famélicos y voraces,
Hemos combatido a menudo por un nombre sin sentido,
Y buscado dogmas, edictos o credos,
Para enviarnos los unos a los otros a la hoguera.
¿Está Cristo dividido entonces? ¿Fue Pedro o Pablo,
Para salvar al mundo, clavado al madero?
Si no, ¿por qué, entonces, tales divisiones?
El amor de Cristo abarca tanto a vosotros como a mí.
Su puro dulcísimo amor no está confinado
Por credos que segregan y levantan una muralla.
Su amor envuelve y abraza a toda la humanidad,
No importa lo que nosotros nos llamemos de Él.
Entonces, ¿por qué no aceptar Su palabra?
¿Por qué sostenemos credos que nos separan?
Sólo una cosa importa ser oída;
Que el amor fraterno llene todos los corazones.
Sólo hay una cosa que el mundo necesita saber,
Sólo hay un bálsamo para todos los dolores humanos,
Sólo hay un camino que conduce hacia los ciclos,
Este camino es: humana compasión y amor.
--Max Heindel

ver vídeo: CREDO o CRISTO

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del libro Concepto Rosacruz del Cosmos de Max Heindel

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CONCEPTO ROSACRUZ DEL COSMOS

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Max Heindel

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Cristo Salvador

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viernes, 17 de septiembre de 2010

Análisis del hombre hipotético de Sagitario puro


I
Análisis del hombre hipotético de Sagitario puro.
(Con todos los planetas en dicho signo)

Sagitario es el signo mutable o neutralizador de la calidad de Fuego. Lo que debe ser
neutralizado en este caso es la fuerza de la voluntad, tendiente a lo infinito, de continuo tensa,
expansiva, correspondiente a Aries y la fuerza del vencedor, serena, concentrada en si
misma, la fuerza triunfal de la voluntad afirmativa de vivir que corresponde al signo de Leo.

Tal equilibrio solo podrá tener lugar, al igual que en las tres esferas restantes, por una
ley en virtud de la cual la voluntad se enfrene a sí misma, una ley que se dé a si misma la
propia voluntad. Claro que esta ley no podría ser más que de carácter ético.

La voluntad es aquella esfera de nuestra interioridad que a la sazón se reconoce poco
en la conciencia y que, por esto, es confundida a menudo con la vida de los instintos y los
deseos. De manera que para hallar este centro de gravedad, ante todo, habrá que limpiar la
voluntad de escorias de instintos y deseos. Y es así que, dentro de la naturaleza moral de
nuestro ser, se produce un desdoblamiento similar al que se da lugar dentro de la naturaleza
mental. La duda mental correspondiente al signo opuesto a Sagitario ( Géminis ), halla su
contrajuego en la duda moral, y la función propia de la radiación de Sagitario es la de
solucionar esta duda, la de llenar nuestra voluntad, falsificada por la vida instintiva e impulsiva,
con la voluntad pura, “limpia” de aquellas escorias, redimiendo a aquella “voluntariosidad”, de
si misma, para convertirla en parte de la voluntad «pura”.

En la figura simbólica de Sagitario, el centauro vemos representado un símbolo que,
de manera análoga al de Géminis, al de los «mellizos”, nos muestra dos figuras enlazadas
entre sí, que, en realidad, representan una sola figura, una sola imagen: la del hombre dual.

Pero mientras aquellas figuras de Géminis se disponían una al lado de la otra como
“hermanos”, en el símbolo de Sagitario las dos figuras se hallan sobrepuestas, para indicar
con esto que, en lugar de la coordinación de los opuestos, que en Géminis todavía se hallaba
en pugna, aquí en Sagitario uno de entrambos poderes ha triunfado ya sobre el otro.

En este curioso ser de carácter doble que visualiza el signo de Sagitario su parte
inferior es un animal y su parte superior es un dios. Y en la mano de este dios vemos el arco y
la flecha preparada para el disparo; por esta figura se dio al centauro el nombre de Sagitario
(“arquero”).

Las dos figuras señalan respectivamente la serie de antepasados terrestres y celestes
del ser humano, las etapas evolutivas animal y divina entre las cuales se halla, a la sazón, el
estadio evolutivo del embrión de Dios llamado “Hombre”, sobre la Tierra.

El arco tenso es un símbolo de aquello que, en el sentido de la investigación física,
posee la energía potencial en fuerza acumulada, en el momento en que está por descargarse:

la flecha disparada es, a su vez, el símbolo de la energía puesta en el mundo, vuelta “actual”
por la descarga. Lo que ocurre en este caso se parece al acto de nacer.

De modo que la flecha disparada se convierte en símbolo de la transformación de la
energía potencial en energía cinética.

Las flechas disparadas no salen “ciegamente” del arco, apuntan a una meta; no es la
ciega necesidad la que las dispara, sino el “arquero”, Sagitario, consciente de la meta.

La transformación que se produce de esta suerte es una metamorfosis alquimista, la
fuerza propulsora de toda evolución ascensional, la transformación de lo más bajo en lo más
alto, del animal en el dios. Pero, para que esto sea posible, tiene que haber una medida
directriz que determine con exactitud lo bajo y lo alto, o la dirección “hacia arriba”.

Lo que se expresa con esta exigencia es manifestado con toda claridad por el órgano
que, en el cuerpo humano, corresponde a la radiación de Sagitario: la cadera.

Las caderas son los órganos del cuerpo por los cuales se produce la elevación, es
decir, por los cuales el hombre “se pone derecho”, adopta la posición corporal erecta, que lo
diferencia del animal.

Pero esta posición exteriormente erguida del cuerpo humano es, en verdad, el símbolo
físico de la elevación interior del ser humano, su ascensión desde el grado de animal hasta el
grado de hombre. Esta elevación ha de ser conquistada; ha de vencer el hombre al animal
que lleva dentro, y de esto nace la etapa “superior”, correspondiente al grado de ser humano,
de esta forma el hombre domina al animal tomando en su voluntad su vida instintiva. El animal
se convierte así en instrumento incondicional del hombre.

Y de la misma forma el hombre se convierte en instrumento del ser que es superior a
él, tomando conscientemente la voluntad de tal ser superior que le confiere la fuerza directriz
ascensional que lo lleva, superando su propia condición humana, al encuentro de Dios.

Lo que gana en si por la superación del animal, se parece a un trofeo de victoria que
puede ostentar como “ley” que determina su centro de gravedad moral.

Aquí, en Sagitario, se trata de una ley que establece el ordenamiento de la voluntad
humana en un mundo superior, de modo que, de ley social, se convierte en ley religiosa. El
hombre sometido a la radiación de Sagitario no obra por un principio de economía social como
en el caso de Virgo, sino por la más íntima unión del “yo” con la voluntad divina.

El imperativo moral que resulta de esto puede ser calificado de intuición religiosa,
intuición que, a la vez, le confiere la dignidad peculiar de situarse en la voluntad humana
como miembro conscientemente responsable entre el impulso natural y su transformación en
tal voluntad y a su vez ser el custodio de todos aquellos seres humanos que todavía no han
llegado al plano de evolución al que él ha llegado.

Veneración a la altura y amor “hacia abajo” son los dos principios alquimistas
fundamentales de la evolución ascensional, donde se encierra el principio de la misión de
Sagitario

De la altura se origina, sin más, la característica, tanto del Hombre de Sagitario
superior, como del Hombre de Sagitario inferior, que es la de participar de la “intuición
religiosa”. Pero el uso que cada cual hace de este don es lo que crea las diferencias
fundamentales, que, sin duda, pueden remontarse al hecho de que no se reconozca las
fuerzas directrices de la veneración v del amor.

La característica predominante de la naturaleza inferior de Sagitario, a saber es al
arrogante desdén moral. El Hombre de Sagitario inferior está imbuido de la creencia de que él
siempre tiene razón en todo le referente a la ética. Esto lo convierte en un, indeseable juez de
todos los litigios imaginables. Se lo ve juzgar sin contemplaciones los defectos y errores
ajenos, con tal exceso de fanatismo que contrasta con la adoración que se complace en
profesar hacia aquel en quien él vea lo perfecto, confiando, en ambos casos, en su intuición
“infalible”, al par que lleno de intolerancia y dureza.

El Hombre de Sagitario poco evolucionado, no duda jamás de que tiene derecho a
imponer su ley moral o, al menos a predicarla a los demás.

Pero el mismo rigor aplica para con su propia persona, de modo que, en lugar de ir
madurando, por esta ley, hacia la libertad, se va convirtiendo cada ver más en esclavo de sus
propias máximas. Tales seres comienzan a vivir ellos mismos según los “principios” que
imparten a los demás, es decir que se convierten en “doctrinarios”, en sujetos que han perdido
la intuición ética inmediata. Acaso la característica principal de tales sujeto sea la de que
buscan un sustituto de la perdida fuerza de la intuición religiosa, y lo buscan en la adhesión a
aquello que, en la vida práctica, corresponde, por ejemplo, al ritual en el oficio divino, el
“ceremonial”, en el más amplio sentido de la palabra. Se convierten en seres formales, en
hombres que atienden primordialmente a la observancia del ceremonial de las “formas
convencionales”. El Hombre inferior de Sagitario es un adepto del ritual y de las ceremonias,
que han de servirle de sustitutos de la medida moral interior que ya no afina a sentir con
claridad.

En lo mental, este hecho se refleja en Ia superstición, y llena con ella todos los
quehaceres de la vida; pues ésta tiene que sustituirle lo que, en el Hombre superior de
Sagitario, es la Fe.

Pero lo que caracteriza a ambos tipos es la exigencia de una ley que mantenga
enhiesta la jerarquización que garantice la idea de la subordinación y de la superioridad moral.

Así el llamado cuidado del cuerpo se convertiría en ejercitación incansable, como antes fuera
conocido en calidad de “deporte” y valorado como tal, y seria tan importante como el
enfrentamiento de las pasiones y de los pensamientos, cuyo valor de verdad -como piedra de
toque- seria examinado ante el foro de la conciencia ética, es decir que sólo podría ser verdad
aquello que no contradijese los fundamentos éticos.

Es el Hombre superior de Sagitario aquel por cuya vida y obra, tanto en lo más grande
como en lo más pequeño, se mantiene de continuo aquel ceremonial en el mundo que no
reviste el carácter de mero formulismo, sino que, como fuerza viva, señala, a la erguida figura
del hombre, el camino a las alturas. La veneración de aquello que se reconoce como superior,
como más elevado, el “amor al instrumento”, forma el compendio de toda verdadera
religiosidad, y es esta verdadera religiosidad lo que él lleva a todas partes, a todos sus
semejantes. Esta religiosidad lo hace apto para el sacerdocio, y para el don de la profecía,
porque, mirando dentro de su fantasía fecundada por la fe y contemplando allí el ordenamiento
jerárquico que tal fe ha establecido, ve de antemano qué es lo que debe ocurrir a los demás
incluidos en ese ordenamiento. Y de esto se le hace evidente su misión, el don y el deber de
bendecir y comunicar a los demás su fuerza interior, esa fuerza que, como un fluido
fortalecedor, caerá dentro de las almas de sus semejantes.

El planeta que transmite la radiación de Sagitario es Júpiter, que también es señor del
signo de Piscis. Pero mientras en Piscis esta fuerza provenía de una especie de anulación del
pasado, aquí en Sagitario, proviene de la fe en el ideal de la futura etapa evolutiva, que, por
así decir, tiende desde lo alto su mano solícita, la tiende benévolamente, a todo aquel que
este dispuesto a tomarla con fe y con veneración.

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Curso de Astrología básico Página: 49 - Fraternidad Rosacruz Max Heindel del Uruguay

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