humana compasión y amor

”el
propósito de la vida no es felicidad sino experiencia"…


Ningún hombre ama a Dios si aborrece a sus semejantes,
Quien pisotea el corazón o el alma de su hermano;
Quien busca encadenar, nublar o ensombrecer la mente
Con miedos del infierno, no ha percibido nuestra meta.
Dios nos envió todas las religiones benditas
Y Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida,
Para dar descanso al de pesada carga
Y paz para el dolor, el pecado y la lucha.
Contemplad al Espíritu Universal que ha llegado
A todas las iglesias, no a una solamente;
En la mañana de Pentecostés una lengua de fuego
Rodeando a cada apóstol como un halo brilló.
Desde entonces como buitres famélicos y voraces,
Hemos combatido a menudo por un nombre sin sentido,
Y buscado dogmas, edictos o credos,
Para enviarnos los unos a los otros a la hoguera.
¿Está Cristo dividido entonces? ¿Fue Pedro o Pablo,
Para salvar al mundo, clavado al madero?
Si no, ¿por qué, entonces, tales divisiones?
El amor de Cristo abarca tanto a vosotros como a mí.
Su puro dulcísimo amor no está confinado
Por credos que segregan y levantan una muralla.
Su amor envuelve y abraza a toda la humanidad,
No importa lo que nosotros nos llamemos de Él.
Entonces, ¿por qué no aceptar Su palabra?
¿Por qué sostenemos credos que nos separan?
Sólo una cosa importa ser oída;
Que el amor fraterno llene todos los corazones.
Sólo hay una cosa que el mundo necesita saber,
Sólo hay un bálsamo para todos los dolores humanos,
Sólo hay un camino que conduce hacia los ciclos,
Este camino es: humana compasión y amor.
--Max Heindel

ver vídeo: CREDO o CRISTO

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del libro Concepto Rosacruz del Cosmos de Max Heindel

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CONCEPTO ROSACRUZ DEL COSMOS

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Max Heindel

Departamento de Curacion de The Rosicrucian Fellowship

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Cristo Salvador

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jueves, 16 de septiembre de 2010

Análisis del hombre hipotético de Leo puro


E
Análisis del hombre hipotético de Leo puro.
(Con todos los planetas en dicho signo)


Leo indica la modalidad fija de la calidad de Fuego.

En este signo, se acumula la fuerza de la voluntad, y madura hasta alcanzar el grado
máximo de concentración, crece hasta la máxima potencia de la conciencia del “yo”, llegando
a revestir el carácter de voluntad consciente de vivir que, en esa misma voluntad, se afirma en
la vida.

Este “autoafirmarse” no es un proceso corporal ni psíquico ni mental, sino que debe
entenderse como experiencia inmediata de vida intemporal que arraiga en el yo, referida al
“ser” siempre presente. “Soy quien soy”, tal podría ser la expresión de esta experiencia de
vida auto afirmativa. Para entender esto, partiremos del planeta (en sentido astrológico, ya
que éste es una estrella) que es el transmisor de la radiación de Leo: el Sol, y se constituye
como mediador entre el zodiaco primario de las estrellas fijas y el zodíaco secundario del Sol
mismo. El Sol es el centro de nuestro sistema solar, la fuente de toda la vida planetaria,
dispensador de la luz y del calor.

Lo que nos llega del Sol se convierte en símbolo inmediato de la revelación del yo. La
“luz”, el “aura” de la Biblia, que, creada el Primer Día, está en el principio de la revelación del
mundo, es la condición fundamental de toda revelación.

. Los tres fonemas que configuran esta palabra arcaica: “a”, “u’, “r”, aur(a), señalan una
tríada. “A”, primera letra del abecedario, aleph, señala el punto de partida de la revelación:
ser arquetípico. “R’, último fonema, letra de la mencionada palabra, señala a la palabra resh,
la “cabeza”, es decir, el “ser” captado en la Conciencia. “U”, o lo que antiguamente era lo
mismo: “V”, señala la palabra vaf que significa aguja. Aguja capotera, señala la reunión de la
conciencia y el ser en el acto de auto captación del ser. Este acto triple del destello de la auto
revelación es el que separa la luz original de las tinieblas, y esta “luz;’ brilla a la vez “adentro”
y “afuera”; sólo en esta luz se reconoce lo “exterior” a la vez como “interior”. En el aur o aura,
está toda posibilidad de percepción sensorial, o sea, toda posibilidad de interiorización de algo
exterior a nosotros y que, con todo, puede a la vez hallarse en nosotros, a saber: el misterio
de la revelación del mundo.

Y de esta manera, también el “calor” cobra, un significado especial. Si en la luz
captábamos lo extensivo de la revelación del mundo, en el calor vivimos la intensidad de la
participación de nuestro yo en el hecho de la vida universal.

Si pudiésemos ver el proceso de ustión de las sustancias orgánicas con una especie
de “acelerador”, como los que se usan en la técnica cinematográfica, contemplaríamos, una
llamita en la que, en pequeño, se repite el milagro bíblico de la zarza ardiendo, vale decir, el
milagro de que la forma viviente, por este fuego es que revela en su verdadera naturaleza
cuyo transmisor es para nosotros el Sol, manifestándose en todas las formas de vida de
nuestro alrededor.

El «tú” y el “yo” no son en esta sinfonía universal más que pequeñas llamitas de sol
con luz propia, calor propio, sonido propio, iluminadas por la “luz” universal y sumergidas en
ella como participe del aura.

Esto es lo que vibra en la experiencia inmediata, autoafirmativa, de vida, y configura el
carácter de todos les seres humanos que corporiza la radiación de Leo al estado puro.
Es propia del Hombre de Leo una vitalidad extraordinariamente fuerte, enteramente
optimista, que en el sentido de su naturaleza de signo fijo, acumulador, alcanza un grado tan
alto que refleja sus radiaciones sobre el mundo circundante como la fuerza mágica de la
naturaleza del Hombre de Escorpión. También el Hombre de Leo se rodea de seres humanos
sobre quienes pueda reflejar su alegría de vivir y de amar. Pero sus relaciones con respecto al
mundo circundante son distintas de las relaciones, por ejemplo, de los Hombres de Agua, que
se encuentran en una relación de marcada dependencia con los otros. Para el Hombre de
Cáncer, por ejemplo, el mundo que lo rodea significa una especie de protección psíquica; para
el Hombre de Escorpión, un imprescindible alimento psíquico; para el Hombre de Piscis, el
sustituto de su falta de orientación interior. A diferencia de esto Leo nos muestra una gran
independencia interior con respecto al mundo circundante. En realidad él no necesita del
medio ambiente, pero lo ama porque puede comunicarle parte de su alegría de vivir, la cual
alegría se refleja luego y retorna a él, de modo que se solaza en el reflejo de su propia fuerza
vital. Y de esto resulta un fuerte sentimiento del propio valer, lo que, a su vez, trae consigo un
alto grado de auto-conciencia y de sentimiento de la importancia de la propia personalidad, a
lo que se agrega aquello que llamamos lisa y llanamente “orgullo”. Pero este orgullo no
proviene, de la idea de ser algo singular, extraordinario; en realidad, el tal orgullo casi no es
cualidad del Hombre de Leo, sino que se origina en el juicio del mundo circundante; es, por
así decir, la reacción mental con que el mundo circundante acusa recibo de la independencia
interior del Hombre de Leo.

Tempranamente, éste encuentra una táctica de vida que tiende a mantener alejado
todo lo que signifique un estorbo para tal alegría de vivir, y a evitar en lo posible los dolores
psíquicos propios, o el compartir los ajenos. El Hombre de Leo elude la compañía de los
tristes de temperamento o de los psíquicamente deprimidos, o bien trata de paliar de algún
modo el desagrado que tales personas le causan y causan en los demás. Pero esto no ocurre
del mismo modo en que ocurre, por ejemplo, en el Hombre de Piscis, vale decir, por
participación psíquica con el sufriente, sino por conservación de la propia alegría. El Hombre
de Leo no puede soportar el sufrimiento ajeno, del mismo modo en que no puede soportar el
sufrimiento propio.

De esto se desprende que el Hombre de Leo no es en general un psicólogo
demasiado profundo. Es por eso que tampoco se destaca por sus condiciones de “conocedor
del hombre”, en el sentido de aquellos que consideran los conflictos psíquicos que, en parte
inconsciente y en parte conscientemente, se desarrollan en el interior del ser humano, como el
sustrato fundamental del juicio acerca de los hombres, antes de que tales conflictos lleguen a
las vías del hecho. De acuerdo con su naturaleza de Fuego, el Hombre de Leo lo único que
considera importante para juzgar a los demás es el resultado final; futuro, de tales
desdoblamientos interiores, y en este sentido, acierta a predecir con asombrosa seguridad
cuáles pueden llegar a ser tales resultados; ello, porque ve en los demás el sujeto volitivo, y
porque siente que, en todas las decisiones, lo que importa al final es la fuerza ética de la
voluntad. Tampoco es, en lo atinente a su propia persona, un ser de “buenos y malos
humores”, de barómetro psíquico inestable. Comparado con la casi infaltable arbitrariedad del
Hombre de Agua, o con la prudencia crítica del Hombre de Aire, el Hombre de Leo aparece
ante los demás como dotado de una bienhechora serenidad. Y esta serenidad, en
combinación con la independencia que le es propia con respecto al medio, le comunica una
marcada supremacía en lo moral una indiferencia frente a la crítica ajena que. lo hace
aparecer valeroso y lleno de grandeza.

Al Hombre de Leo no le gusta quedar en ridículo; pero esto no significa para éI una
catástrofe como, por ejemplo, para el Hombre de Cáncer, el Hombre de Leo pasa por alto el
ridículo con su inagotable buen humor, tanto el ridículo propio como el ajeno.

Ahora estableceremos la diferencia entre el Hombre de Leo superior y el Hombre de
Leo inferior.

El hombre de Leo poco evolucionado aparece exteriormente como si fuese una
especie de diminutivo moral del Hombre de Leo superiormente evolucionado, un leoncito que
se ha quedado rezagado en su crecimiento moral interior, estando, pues, sus grandes
cualidades morales potenciales condenados a la mutilación.

Rebosando alegría de vivir, autoafirmación, tendencia a eludir lo sombrío y
desagradable, afán de goce, caza de diversiones, unida a la tendencia a rehuir toda
consecuencia grave que pudiere surgir de los actos propios; en suma, frivolidad en todos los
aspectos de la vida.

En lo atinente a sus relaciones con el prójimo, podemos compararlo con un gato,
pues , al igual que éste el Hombre de Leo poco evolucionado; le encanta que se le
demuestre cariño, y tomará de este cariño la parte “sonriente” halagadora para su
autovaloración. Luego, una vez terminado esto, se mandará mudar sin sentir comprometida
ninguna clase de gratitud. Este hecho se manifiesta de manera muy especial en el terreno de
lo erótico. En este terreno, el Hombre de Leo poco evolucionado muestra la tendencia, una
vez satisfecha su necesidad de goce, no solo a olvidar a su pareja, sino hasta a despreciarla.
Placer de burlarse, de denigrar aquello que escapa a la órbita de su comprensión;
características que a menudo no hacen más que ocultar el miedo inconfesado de aparecer
ante si mismo como inferior de lo que se cree.

La aversión a penetrar en las profundidades de los conflictos psíquicos y mentales,
aparece en el Hombre de Leo poco evolucionado como caricatura, en un estilo de vida que
calificaríamos de “frivolidad” e “irresponsabilidad”; y faltando, pues el ímpetu vital a lo grande,
tal frivolidad, unida a las ya mencionadas características mezquinas de la naturaleza inferior
de Leo, configurará el poco favorable cuadro de un filisteo del placer de vivir. De modo que el
tipo de Leo inferior estará dotado también de las características de satisfacción consigo mismo
y de autoindulgencia, amén de la tendencia a degradar las naturalezas más profundas que
vivan toda clase de conflictos, burlándose de ellas con irónica piedad.

Muy distinto es el cuadro del Hombre de Leo superior. Todo lo que conocimos al
estudiar la naturaleza del signo fijo de Fuego, cobra aquí un significado bien distinto del que
acabamos de ver. El orgullo se convierte en sentimiento de la dignidad humana. La mirada de
“superioridad” que se echa sobre los conflictos psíquicos ajenos, y que el propio Hombre de
Leo no acierta a reproducir en su propia interioridad, se convierte en una especie de
contemplación humorística, solicita al sujeto a quien algo le falta para ser feliz, algo que el
Hombre de Leo superiormente evolucionado le daría de muy buena gana. Éste quisiera hacer
felices a todos los seres desdichados, quisiera comunicarles parte de su propia naturaleza
solar. Y la “frivolidad” del Hombre de Leo inferior se convierte, en el Hombre de Leo superior,
en una actitud que le enseña a reconocer que el hombre cuya vida psíquica aún no se ha
podido liberar de las pasiones y los apetitos, tiene que ser redimido, ayudándoselo para ello a
salir de la cárcel en que se ve sumida su voluntad por la exagerada supremacía de la vida
instintiva; y para liberarlo de esto, tratará de infundirle el ideal de la alegría autoafirmativa de
existir. Y, de este modo, se convierte en consuelo de sus semejantes y, emana de él una
influencia que hace que en su presencia se olviden los sufrimientos y se logre, en cambio, un
desbordante valor de vivir, como se le siente al exponerse a los cálidos, luminosos rayos del
sol.

El Hombre de Leo superior tiene una gran confianza en dios que lo vuelve optimista y
está lleno del sentimiento de que, al fin, todo se orientará hacia el bien, puesto que, a su
entender, el triunfo del bien sobre el mal es ley inmutable en el mundo.

El Hombre de Leo; superior e inferior, se solaza en la conciencia de fuerza que el
triunfo infunde a todo vencedor. El Hombre de Leo estima altamente la fuerza, en la vida; la
fuerza lo impresiona, no le gusta la blandura. Es por eso que se conseguirá muy poco de él si
se apela a sus sentimientos, y en cambio se obtendrá de él mucho si se atina a captado en la
conciencia de su fuerza y se lo halaga en este sentido.

La misión peculiar del Hombre de Leo superior es la de cuidar de esta dignidad, la de
captar con conciencia responsable que depende de la conservación de la dignidad la
posibilidad de evolución superior de la propia humanidad.

El mandamiento interior del Hombre regio es el de no descender jamás del peldaño a
que ha llegado, y el de sustentar moralmente, con el propio ejemplo, con la fuerza mágica que
le fuera dada en la conciencia de su propia nobleza, de modo que a los otros llegase incluso a
parecerles una traición el no sentirse dignos de él.

El órgano que corresponde en el cuerpo humano a la radiación de Leo, es, el corazón,
que es el centro vital orgánico de nuestro cuerpo, el asiento de la voluntad de vivir.

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Curso de Astrología básico Página: 47 -- Fraternidad Rosacruz Max Heindel del Uruguay

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