CARTA Nº 69
Agosto de 1916
LAS LUCHAS DEL ALMA ASPIRANTE
Llegan algunas veces a este Cuartel General cartas de descorazonamiento procedentes de individuos que se
ven afligidos por su conciencia, a causa de no sentirse capaces de vivir conforme a sus altos ideales y se
figuran que seria más decente abandonar la doctrina y vivir como los que no han hecho profesión de fe
alguna. Afirman que mientras leen, estudian o escuchan en el templo pasajes que les exhortan a amar a sus
enemigos, a bendecirles por sus maldiciones de sí mismos, están de acuerdo, en alma y corazón, con estos
sentimientos y dispuestos a seguir y cumplir alegremente estos preceptos; pero al hallarse frente a tales
condiciones en el mundo no pueden amoldarse al mandamiento bíblico y se consideran, por consiguiente,
como hipócritas.
Si el hombre fuera un todo homogéneo, si el espíritu, el alma y el cuerpo fuesen uno e indivisible, cierto que
tales individuos serian hipócritas. Pero el espíritu, el alma y el cuerpo no forman un todo única y esto lo
descubrimos el mismo primer día en que pretendemos pisar el camino de la vida superior. En este hecho
radica la solución del problema. Existen en cada uno de nosotros dos naturalezas distintas. En los días de
nuestra existencia sin aspiraciones la naturaleza espiritual superior permanece dormida y él yo personal
mundano es señor indiscutido de nuestras acciones. La paz y la serenidad están entonces con nosotros. Pero
así que despierta la naturaleza espiritual comienza la guerra. A medida que ganamos en espiritualidad, la
batalla se intensifica hasta que con el tiempo la personalidad sucumbe y entonces se obtiene una paz que
sobrepasa todo lo imaginable.
Pero entre tanto sufrimos la condición de que se quejan algunos estudiantes (igual que Pablo, Fausto y todas
las demás almas aspirantes) de ser fácil querer, pero que no se hace el bien que quisiéramos y hacemos el
mal que no debiéramos hacer EI que esto escribe ha experimentado, y la siente más agudamente cada día de
su vida, esta discrepancia entre sus enseñanzas y sus propias acciones. Una parte de su ser aspira, con un
ardor casi doloroso en su intensidad, a todas las cosas más nobles y más elevadas, al par que, de otra parte,
una fuerte personalidad, excesivamente difícil de domeñar, le es un manantial de constante pesar. Pero cree
que no pretendiendo pasar por "santo", admitiendo con toda honestidad sus defectos y sufriendo un sincero
dolor por ellos, y usando en todas sus exhortaciones la palabras "nosotros", no defrauda a nadie y no es un
hipócrita. Todo cuanto yo digo me lo aplico a mí mismo primeramente y de modo particular, y, aun sin
éxito, me esfuerzo en seguir las enseñanzas Rosacruces. Creemos, pues, que esta aclaración satisfará a cada
uno de nuestros estudiantes que se sienta turbado a semejanza de los amigos que han inspirado esta carta.
Además, ¿qué otra cosa podemos hacer sino seguir adelante? Una vez que hemos despertado a la naturaleza
superior, no se la puede silenciar permanentemente a riesgo de sufrir el dolor del remordimiento si el
esfuerzo es abandonado. Más de una vez hemos observado y llamado la atención sobre la manera de cómo
un marino conduce su navío a través de la inmensidad del mar guiándose por una estrella. Nunca llegará a
alcanzarla, pero, no obstante, le conduce con seguridad y a través de los bajos rocosos hasta el puerto
deseado. Parecidamente, si es cierto que nuestros ideales son tan elevados que nos parece imposible
alcanzarlos en esta vida, recordemos que disponemos de tiempo sin limite alguno y que lo que no podamos
realizar en este día de la vida lo lograremos mañana o pasado. Sigamos el ejemplo de Pablo y, por una
paciente persistencia en hacer el bien, continuemos persiguiendo la gloria espiritual, el honor y la
inmortalidad.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
*
*
* * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario