humana compasión y amor

”el
propósito de la vida no es felicidad sino experiencia"…


Ningún hombre ama a Dios si aborrece a sus semejantes,
Quien pisotea el corazón o el alma de su hermano;
Quien busca encadenar, nublar o ensombrecer la mente
Con miedos del infierno, no ha percibido nuestra meta.
Dios nos envió todas las religiones benditas
Y Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida,
Para dar descanso al de pesada carga
Y paz para el dolor, el pecado y la lucha.
Contemplad al Espíritu Universal que ha llegado
A todas las iglesias, no a una solamente;
En la mañana de Pentecostés una lengua de fuego
Rodeando a cada apóstol como un halo brilló.
Desde entonces como buitres famélicos y voraces,
Hemos combatido a menudo por un nombre sin sentido,
Y buscado dogmas, edictos o credos,
Para enviarnos los unos a los otros a la hoguera.
¿Está Cristo dividido entonces? ¿Fue Pedro o Pablo,
Para salvar al mundo, clavado al madero?
Si no, ¿por qué, entonces, tales divisiones?
El amor de Cristo abarca tanto a vosotros como a mí.
Su puro dulcísimo amor no está confinado
Por credos que segregan y levantan una muralla.
Su amor envuelve y abraza a toda la humanidad,
No importa lo que nosotros nos llamemos de Él.
Entonces, ¿por qué no aceptar Su palabra?
¿Por qué sostenemos credos que nos separan?
Sólo una cosa importa ser oída;
Que el amor fraterno llene todos los corazones.
Sólo hay una cosa que el mundo necesita saber,
Sólo hay un bálsamo para todos los dolores humanos,
Sólo hay un camino que conduce hacia los ciclos,
Este camino es: humana compasión y amor.
--Max Heindel

ver vídeo: CREDO o CRISTO

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del libro Concepto Rosacruz del Cosmos de Max Heindel

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CONCEPTO ROSACRUZ DEL COSMOS

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Max Heindel

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domingo, 5 de mayo de 2013

CONSTRUYENDO PARA LA VIDA FUTURA



CARTA Nº 70
Septiembre de 1916


CONSTRUYENDO PARA LA VIDA
FUTURA

Sabernos ya, naturalmente, que la Fraternidad enseña que el renacimiento es un hecho en la naturaleza y
creemos en esta doctrina porque explica tantos hechos en la vida que, de otra manera, carecerían de
explicación. Pero me pregunto cuántos serán los estudiantes que han hecho un uso práctico de esta verdad,
infiltrándola en su corazón y siguiéndola persistentemente por un acoplamiento consciente y sistemático de
sí mismos, elaborando así su ambiente para futuras vidas.
Es verdad que en el Segundo Cielo dedicamos todo el tiempo a elaborarnos el ambiente para la vida
siguiente, formándonos la tierra y el mar, procurando por las condiciones de la flora y de la fauna, y dando,
en general, una forma a las cosas de modo que alcancemos un terreno conveniente para el trabajo de la vida
venidera. Pero todo esto lo hacemos dé acuerdo con la manera en que hayamos vivido aquí en esta actual
existencia. Si hemos sido perezosos y hemos carecido de rumbo, viviendo a la buena de Dios, no es probable
que al entrar en el Segundo Cielo seamos cuidadosos para prepararnos un terreno fértil que podamos cultivar
después. Por consiguiente, nuestra próxima encarnación nos encontrará probablemente con los mínimos
medios de existencia a mano y bajo los latigazos de la necesidad habremos de aprender a valernos de
nosotros mismos.
Muy semejante es lo que ocurre con las cualidades morales. Al encontrarnos prontos a descender a una
nueva encarnación, solamente podemos disponer, para los nuevos vehículos, de aquello que hayamos
almacenado en éste. Es muy prudente para nosotros, por consiguiente, que comencemos ahora ya que
nuestra vida futura está ahora en un estado de yeso manejable y dúctil para formar nuestros ideales como
quisiéramos que fuesen y elaborar el ambiente en que más gustáremos de estar colocados.
Sin duda alguna estamos todos de acuerdo, en primer lugar, en que nuestros cuerpos presentes no son como
desearíamos. Enfermedades de todas suertes atormentan a casi todo el mundo; algunos están sujetos al dolor
durante toda su existencia y nadie puede gozar de la vida, desde la cuna al sepulcro, sin haber experimentado
algún sufrimiento. Cada uno de nosotros, pues, debe imaginarse a sí mismo, en una existencia futura,
provisto de un cuerpo pletórico de salud, libre de las enfermedades que constituyen nuestra plaga peor.
Con respecto a las facultades morales y mentales estamos lejos de ser perfectos y cada uno de nosotros
podemos, por lo tanto, procurar el mejoramiento de estas facultades. ¿ Nos hacemos cargo de que tenemos
un espíritu criticón, una lengua mordaz, un temperamento irritable o faltas muy parecidas, las cuales nos
indisponen con los demás y hacen la vida a nuestro alrededor poco agradable? Muy bien; pues fijando en la
mente y visualizando nuestro propio ideal para el futuro, esto es, conservando el equilibrio en todas las
circunstancias, siendo dulces y comedidos en el hablar, atentos y afectuosos, etc., grabaremos estos ideales
en la forma de pensamiento que habremos ya formado para nosotros mismos en aquel lejano día.
Y el resultado irá de acuerdo con la intensidad de concentración que apliquemos a ello. En la medida que
nos esforcemos ahora para cultivar y aspirar a las virtudes, las poseeremos entonces; y esto se aplica
igualmente a las facultades. Si somos descuidados ahora en la aspiración de mantener el orden, también
traeremos entonces esta dificultad de nuestra naturaleza. ¿Carecemos del sentido del ritmo? Pues podemos
obtenerlo en el futuro si lo pedimos ahora. E igualmente podemos alcanzar, por idéntico proceso, la
habilidad mecánica, por ejemplo, o cualquiera otra cosa que nos sea necesaria para procurarnos la
experiencia de la vida que buscamos.
Por consiguiente, debemos sistemáticamente fijar un memento determinado; a intervalos y con la máxima
frecuencia que nuestros otros deberes lo permitan para prever y planear para la futura vida, sobre qué clase
de cuerpo, qué facultades, virtudes y ambiente preferimos. Si podemos hacer inteligentemente nuestra
elección ganaremos considerablemente en eficacia mucho más que si no nos molestáramos en discurrir sobre
ello.
Fácil nos será comprender que, naturalmente, la forma superior de aspirar a la virtud es el constante esfuerzo
en practicarla en nuestra existencia diaria. Pero mientras nos estamos preparando para cultivar las virtudes
que deseemos tener prácticamente, bueno será y científico también, el que planeemos el uso que hemos de
dar a nuestra futura vida exactamente igual como ahora hacemos planes para el día siguiente, o mes o años
venideros. Yo confío que esta idea arraigue entre los estudiantes y que sea consistentemente llevada a su
legitimo término, pues de este modo cristalizará en realidad magnifica, en un efecto maravilloso sobre
nuestro propio futuro y el porvenir del mundo a nuestro alrededor.

del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel

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