CARTA Nº 68
Julio de 1916
LA LABOR DE LOS ESPÍRITUS
DE RAZA
Dentro de pocos días celebraremos en América La Fiesta de la Independencia, el glorioso 4 de julio y con el
único fin de mostrar nuestro "patriotismo" malgastaremos en salvas una cantidad respetable de pólvora
susceptible de ser mucho mejor utilizada. Si hemos de juzgar por el precedente sentado, un número
considerable de accidentes e incendios ocurrirá
No podemos comprender a qué propósito se obedece, considerando el desalentador espectáculo de la guerra
que desde hace dos años ha hecho de las lágrimas un sainete, pues ningún símbolo de condolencia parece
adecuado para esta ocasión. Consideremos que, de no haber existido el "patriotismo” la guerra no hubiera
podido existir; y analizando su funesta influencia digamos con Tomás Paine: "EI mundo es mi patria y hacer
bien es mi religión." Este es, según mi parecer, el evangelio que deberíamos predicar a nuestros semejantes
en cualquier país que habitemos, puesto que esta actitud de nuestra mente será uno de los factores que nos
emancipará del Espíritu de Raza, que fomenta el sentimiento del "patriotismo", a fin de mantener su poder
sobre un país particular por el más largo tiempo posible. Hasta cierto punto el Espíritu racial se alimenta de
la guerra, pues hace desaparecer en su propio país las diferencias internas del momento y hace agrupar a
todos sus individuos, muy cerca unos de otros, para la defensa o para la agresión contra el enemigo común.
De este modo vibran en armonía hasta cierto punto fuera de lo corriente, fortaleciendo de este modo al
Espíritu racial y aplazando el advenimiento de Cristo en tal medida. Mientras el patriotismo enlace
férreamente a las naciones con sus Espíritus raciales, el Reinado Universal será un mito.
Por consiguiente, yo suplico a los estudiantes de la Fraternidad Rosacruz que se abstengan de participar en
cualquiera manifestación patriótica que tenga un carácter marcial o guerrero. Debemos practicar la
Fraternidad Universal absteniéndonos de mencionar 0 reconocer diferencias de nacionalidad, ya que todos
somos unos en Cristo.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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