humana compasión y amor

”el
propósito de la vida no es felicidad sino experiencia"…


Ningún hombre ama a Dios si aborrece a sus semejantes,
Quien pisotea el corazón o el alma de su hermano;
Quien busca encadenar, nublar o ensombrecer la mente
Con miedos del infierno, no ha percibido nuestra meta.
Dios nos envió todas las religiones benditas
Y Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida,
Para dar descanso al de pesada carga
Y paz para el dolor, el pecado y la lucha.
Contemplad al Espíritu Universal que ha llegado
A todas las iglesias, no a una solamente;
En la mañana de Pentecostés una lengua de fuego
Rodeando a cada apóstol como un halo brilló.
Desde entonces como buitres famélicos y voraces,
Hemos combatido a menudo por un nombre sin sentido,
Y buscado dogmas, edictos o credos,
Para enviarnos los unos a los otros a la hoguera.
¿Está Cristo dividido entonces? ¿Fue Pedro o Pablo,
Para salvar al mundo, clavado al madero?
Si no, ¿por qué, entonces, tales divisiones?
El amor de Cristo abarca tanto a vosotros como a mí.
Su puro dulcísimo amor no está confinado
Por credos que segregan y levantan una muralla.
Su amor envuelve y abraza a toda la humanidad,
No importa lo que nosotros nos llamemos de Él.
Entonces, ¿por qué no aceptar Su palabra?
¿Por qué sostenemos credos que nos separan?
Sólo una cosa importa ser oída;
Que el amor fraterno llene todos los corazones.
Sólo hay una cosa que el mundo necesita saber,
Sólo hay un bálsamo para todos los dolores humanos,
Sólo hay un camino que conduce hacia los ciclos,
Este camino es: humana compasión y amor.
--Max Heindel

ver vídeo: CREDO o CRISTO

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del libro Concepto Rosacruz del Cosmos de Max Heindel

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CONCEPTO ROSACRUZ DEL COSMOS

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Max Heindel

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lunes, 15 de abril de 2013

LOS REALES HÉROES DEL MUNDO



CARTA Nº 67
Junio de 1916



LOS REALES HÉROES DEL MUNDO

Aunque esta carta va fechada en primero de este mes, fue escrita un poco antes, es decir, la víspera del
"Decoration Day", el 30 de mayo, día en que todos los americanos patriotas decoran las tumbas de los
soldados muertos por la integridad de la Unión, honorificándoles de esta manera.
Reflexionando sobre este asunto se me ocurrió que parece necesitarse siempre una calamidad o una
catástrofe para que el hombre se olvide de sí mismo y se levante al llamamiento de una causa o ante la
necesidad de la ocasión sin fijarse o sin temer las consecuencias. El hombre responde siempre en guerras,
terremotos, incendios o naufragios.
¿ Pero por qué debe requerir tales cataclismos para despertar en si la virtud del sacrificio y desprendimiento,
cuando esta abnegación es necesaria todos los días y a todas las horas, en todos los hogares, aldeas y
ciudades? ¡Cuánto mejor estaríamos en el mundo si practicásemos nuestros actos de caridad y de largueza
diariamente en vez de aguardar a circunstancias excepcionales! Puede ser que sea noble el morir por una
causa grande, pero es seguramente más noble vivir una existencia de desprendimiento durante luengos años,
consolando a los demás, y ayudándoles a ser mejores y más nobles, que morir esforzándose en matar a un
semejante.
Son muchos los padres que luchan años y años para ofrecer a sus hijos lo que ellos llaman "un medio de
ganarse la vida". Son miles y miles las madres que se afanan toda una vida en "labores duras" para ayudar a
este trabajo por sus hijos. ¡A millones ascienden estos héroes que permanecen siempre ignorados porque
ayudaron a sus semejantes a vivir, en lugar de causar su muerte!
¿ Y no es una anomalía que glorifiquemos a un ejército, después de medio siglo, porque mataron, mataron y
mataron mientras que este ejército infinitamente mayor que ha alimentado y fomentado lo que hay de mejor
en la tierra permanece olvidado en sus tumbas?
Como seguidores de Cristo, paguemos nuestro tributo a los héroes y heroínas que lucharon por los otros,
durante años y años de sufrimiento, prodigando sus tiernos cuidados requeridos por la desvalida infancia,
sirviendo sin vacilación en épocas de enfermedades, participando pacientemente de la pobreza y de todos y
cada uno de los pesares y dolores que sobrevinieron a sus hogares.
No aguardemos a que hayan desaparecido en el más allá; ¡glorifiquémosles ahora y siempre! Tampoco
debemos señalar un día cualquiera del año para el pago de tal tributo, sino honrarles todos los días de
nuestras vidas, buscando la manera de aligerarles de su carga, en digna emulación de sus nobles actos.
¿Y cómo daremos con ellos? Carecen de uniformes y tampoco exhiben sus corazones en las mangas. Están
en todas partes y les encontraremos si les buscamos. Cuanto más rápidamente formemos en sus filas más
pronto nos honraremos a nosotros mismos, aliviando sus cargas y haciéndonos verdaderos sirvientes del
Maestro. "Todo aquello que hayáis hecho por el último de éstos mis hermanos, lo habéis hecho por Mi."

del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel

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