CARTA Nº 72
Noviembre de 1916
LA RAZÓN DE LAS PRUEBAS
Y CONTRARIEDADES QUE AFLIGEN
AL ESTUDIANTE OCULTISTA
A intervalos recibimos escritos de estudiantes quejándose de que, desde que han emprendido los estudios
superiores, procurando vivir en consonancia con ellos, todos sus asuntos parecen salirles mal. Algunos tropiezan
con una oposición fija en sus hogares, otros se perjudican en sus negocios y hasta hay algunos cuya
salud decae. Algunos de éstos hay que, según su temperamento, se disponen a renunciar y los hay que,
apretando fuertemente sus dientes, se determinan a seguir el método de Pablo de la persistencia paciente en
haber el bien, a pesar de las pruebas y contrariedades. Todos, sin embargo, se manifiestan unánimes
preguntando el por qué de este sensible cambio en sus asuntos. Cada uno recibe la mejor ayuda que
podemos ofrecerle para solventar sus problemas individuales, pero comprendiendo que existen muchos
estudiantes que han sido así probados, nos parece prudente explicar la razón de esta condición.
En primer lugar, el alma que aspira debe considerar que los acontecimientos adversos ocurren por su bien,
de conformidad con una ley de la naturaleza firmemente establecida y con la cual Dios trata de ayudar al
alma en su búsqueda. Las pruebas son un signo de progreso y una causa de inmenso regocijo. He aquí cómo
acciona la ley: Durante todas nuestras existencias anteriores hemos anudado lazos y contraído deudas bajo
la ley de Causación. Estas deudas aumentan a medida que continuamos viviendo las existencias egoístas
generalizadas a la ventura, pudiéndose comparar cada una de estas deudas a una gota de vinagre. Cuando el
punto turnante llega y cesamos de hacer vinagre, la ley de la justicia requiere que tomemos nuestra
medicina. Pero podemos optar por tomarla en grandes dosis y acabar pronto con ella o a pequeños sorbos,
prolongándola en numerosas existencias. Esta elección, sin embargo, no se hace por medio de palabras sino
de hechos. Si emprendemos el trabajo de nuestro propio progreso con entusiasmo si cortamos nuestros
vicios de raíz y vivimos la vida que profesamos, los grandes Seres que conocemos con el nombre de
Ángeles del Destino, nos dan una mayor dosis de vinagre de la que nos darían si únicamente charláramos,
con más o menos énfasis, de las excelsitudes de la vida superior. Y obran así para ayudarnos en el camino
de la liberación de los lazos anudados por nosotros y no con la idea de lastimarnos ni de obstaculizar nuestra
marcha.
Estos hechos han de hacernos comprender la exhortación de Cristo, de regocijarnos cuando seamos
escarnecidos y acusados falsamente por Él. Los chiquillos pasan ante un árbol estéril indiferentemente, pero
si el árbol está cargado de fruto inmediatamente le arrojan piedras para despojarlo. Lo mismo ocurre con los
hombres. Mientras seguimos a la muchedumbre y nos conducimos como los demás no somos molestados en
nada, pero así que hacemos lo que los demás en su interior saben que es bueno, nos transformamos en un
reproche viviente para ellos aunque nunca nos permitamos la menor censura, y con el objeto de justificarse
a sus propios ojos, comienzan a encontrar faltas y defectos en nosotros. Bajo este punto de vista, aquellos
que más de cerca están asociados a nosotros en el hogar o en el trabajo, son más agudos y mordaces que los
extraños con quienes no tenemos relación alguna. Pero sea lo que sea la causa de estos pesares, de ellos
debemos congratularnos, pues que nos muestran que algo, efectivamente progresivo, estamos haciendo, así
es que debemos proseguir sin desmayo y con persistente celo.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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