EL MISTERIO DEL GÓLGOTA
Durante los últimos 2000 años mucho se ha escrito sobre la "sangre purificadora". La sangre de Cristo ha sido ensalzada desde el púlpito como el remedio soberano del pecado; el único medio de salvación y redención.
Pero si las leyes del Renacimiento y de Consecuencia obran de tal manera que los seres evolucionados recogen lo que han sembrado, y si el impulso evolutivo está constantemente elevando a la humanidad cada vez más alto hasta alcanzar por último la perfección ¿ dónde está, pues, la necesidad de redención o de salvación? Y si aun la necesidad existiere, ¿cómo puede la muerte de un individuo ayudar al resto?¿ No será más noble que sufra las consecuencias de sus propios actos que ocultarse tras otro? Estas son algunas de las objeciones que se hacen a la doctrina de la reparación de los pecados por la substitución y redención por la sangre de Cristo Jesús. Trataremos de contestarlas antes de demostrar la armonía lógica que existe entre la operación de la ley de Consecuencia y la expiación de Cristo.
En primer lugar, es absolutamente cierto que el impulso evolutivo trabaja para realizar la suprema perfección en todos; sin embargo, hay algunos que están constantemente quedándose atrás. Actualmente, estamos acabando de pasar al punto extremo de materialidad y estamos pasando a través de las dieciseis razas. Estamos recorriendo los "dieciséis senderos de destrucción", y estamos por consiguiente, en grave peligro de rezagarnos, mucho más que en cualquier otra parte de la jornada evolutiva.
En abstracto, el tiempo no es nada. Cierto número puede quedar tan rezagado que haya que dejarlos abandonados para que prosigan su evolución en otro plan evolutivo, en el cual puedan continuar su larga jornada hacia la perfección. Sin embargo, no fue esa la evolución originalmente proyectada para ellos, y es razonable suponer que las exaltadas Inteligencias que tienen a su cargo nuestra evolución emplean todos los medios posibles para conducir a través de ella, victoriosamente, tantas entidades a su cargo como puedan.
En la evolución ordinaria, las leyes del Renacimiento y de Consecuencia son perfectamente adecuadas para conducir a la mayor parte de la oleada de vida hasta la perfección; pero no bastan en el caso de los rezagados que han quedado atrás de las varias razas. Durante el estado de individualismo, que es el pináculo de la ilusión de la separatividad, toda humanidad necesita ayuda extra; pero los rezagados necesitan una ayuda especial.
Con objeto de darles esa ayuda especial, para redimirlos, fue la misión de Cristo. Él dijo que había venido a buscar y a salvar a los que estaban perdidos. Y abrió el camino de la Iniciación para todos los que quieran buscarlo.
Los objetadores de la doctrina de la expiación dicen : es cobarde esconderse tras de otro; cada hombre debe afrontar las consecuencias de sus propios actos.
Consideremos un castigo análogo. Las aguas de los Grandes Lagos afluyen al río Niágara. Este enorme volumen de agua corre rápidamente hacia las cataratas durante veinte millas. El lecho del río está cubierto de rocas, y si una persona va más allá de cierto punto y no pierde su vida en los remolinos vertiginosos, la perderá indudablemente al caer a la catarata.
Supongamos a un hombre que lleno de piedad por las víctimas de la corriente, colocara una cuerda sobre la catarata, aunque supiera que las condiciones eran tales que si hacía eso no podría escapar con vida después. Aún así, gustosa y libremente, sacrifica su vida y coloca la cuerda, modificando el estado de cosas primitivo, de manera que las víctimas abandonadas puedan sujetarse a la cuerda y salvarse.
¿Que pensaríamos de un hombre que hubiera caído al agua debido a su falta de cuidado y que estuviera luchando furiosamente con la corriente, si exclamara?: "¡Qué!, ¿salvarme y tratar de eludir el castigo que mi falta de cuidado merece, amparándome tras la fuerza de otro, que sufrió sin culpa alguna que expiar de su parte y dio su vida para que otros pudieran salvarse? ¡No, nunca! ¡Eso no sería de 'hombres'! ¡Afrontaré las consecuencias de mis actos!" ¿ No convendríamos todos en que ese hombre estaría loco?
No todos necesitan salvación. Cristo sabía que había un gran número que no requería salvarse de esa manera, pero con tanta seguridad como que hay el noventa y nueve por ciento que se deja llevar por las Leyes de Renacimiento y Consecuencia, alcanzando la perfección en esa forma, así también hay los "pecadores" que se han sumergido tanto en la corriente de la materia que no podrían escapar de ella sin aquella cuerda. Cristo vino para salvar a esos pecadores y para traer paz y buena voluntad a todos, elevándoles al punto necesario de espiritualidad, produciendo un cambio en sus cuerpos de deseos que hará más fuertes las influencias del espíritu de vida en su corazón.
Sus hermanos menores (de Cristo), Los Espíritus Solares, los Arcángeles, habían trabajado como Espíritus de Raza en el cuerpo de deseos del hombre, pero su obra había sido efectuada desde afuera. eran simplemente una fuerza solar reflejada proveniente de la Luna, pues la luz lunar es el reflejo de la luz solar. Cristo, el Jefe de los Iniciados de los espíritus solares, entró directamente en el cuerpo denso de la Tierra llevando consigo la fuerza solar directa, lo que le permitió influir en nuestros cuerpos de deseos desde adentro.
El hombre no puede mirar al Sol mucho tiempo sin quedarse ciego, pues sus vibraciones son tan fuertes que destruyen la retina del ojo. Pero puede mirar sin temor a la Luna pues sus vibraciones son muy inferiores; sin embargo, son también luz solar, pero las vibraciones más fuertes han sido absorbidas por la Luna, la cual refleja entonces el residuo sobre nosotros.
Así sucede también con los impulsos espirituales que ayudan al hombre en su evolución. La Tierra fue arrojada del Sol porque nuestra humanidad no podía soportar los tremendos impulsos físicos y espirituales del Sol. Aun después de estar a tan gran distancia de aquél, el impulso espiritual sería todavía demasiado fuerte si no se enviara primero a la Luna, para beneficio del hombre. Cierto número de Arcángeles (espíritus solares ordinarios) fueron con Jehová como ayudantes para reflejar esos impulsos del Sol sobre la humanidad de la Tierra, en forma de religiones de Jehová o de raza.
El vehículo inferior de los Arcángeles es el cuerpo de deseos. Nuestro cuerpo de deseos se obtuvo en el Período Lunar, en el que Jehová era el Iniciado más elevado. Por lo tanto Jehová puede manipular el cuerpo de deseos humanos. El vehículo inferior de Jehová es el espíritu humano (véase el diagrama 14), y su contraparte es el cuerpo de deseos. Los Arcángeles son sus ayudantes, pues tienen el poder de administrar las fuerzas espirituales del Sol, siendo el cuerpo de deseos su vehículo inferior. Así que pueden trabajar y preparar a la humanidad para cuando llegue el tiempo en el que reciba los impulsos espirituales directamente del Sol, sin intervención de la Luna.
Cristo, el Iniciado más elevado del Período Solar, es quien tiene a su cargo la tarea de enviar ese impulso. El impulso que refleja Jehová fue emitido por Cristo, quien preparó así a la Tierra y a la humanidad para su admisión directa.
La expresión "preparó la Tierra" significa que toda la evolución de un planeta es acompañada por la evolución del planeta mismo. Si algún observador dotado de visión espiritual hubiera contemplado la evolución de la Tierra desde alguna estrella distante, hubiera notado un cambio gradual en el cuerpo de deseos de la Tierra.
Bajo la antigua dispensación, el cuerpo de deseos humanos era mejorado mediante la ley. Y este trabajo se sigue efectuando así aun en la mayoría, la que está preparándose de ese manera para la vida superior.
La vida superior (iniciación) no comienza hasta que empieza el trabajo en el cuerpo vital. El medio empleado para ponerle en actividad es el Amor. o mejor dicho, el Altruismo. Se ha abusado tanto de la primera palabra, que ésta ya no sugiere el significado requerido aquí.
Durante la antigua dispensación, el Sendero de la Iniciación no estaba abierto para todos, sino para unos pocos. Los Hierofantes de los Misterios elegían cierto número de familias, las llevaban al Templo y las ponían aparte de todas las demás. Esas familias elegidas guardaban rigurosamente ciertos ritos y ceremonias. Sus casamientos y comercio sexual eran regulados por los Hierofantes.
El resultado de esto fue la producción de una raza que tenía el grado apropiado de laxitud entre los cuerpos vital y denso; y también el poder de despertar al cuerpo de deseos de su estado de letargia durante el sueño. En esta forma se pusieron a unos pocos en condiciones para la Iniciación y se les daban oportunidades que no podían concederse a todos. Encontramos ejemplos de esto entre los Judíos, cuya tribu de Leví fue la elegida como Templarios; y también en la casta de los Brahmanes, que son la única clase sacerdotal entre los hindúes.
La misión de Cristo, además de la de salvar a los perdidos, fue la de hacer posible la Iniciación para todos; por lo tanto, Jesús no fue un levita, clase para quien era una herencia el sacerdocio.
El surgió del pueblo común, y aunque no de una clase de instructores, sus enseñanzas fueron superiores a las de Moisés.
Cristo Jesús no negó a Moisés, la ley, ni a los profetas. Por el contrario, confirmó a todos ellos, demostrando al pueblo que ésos eran sus predecesores, pues indicaban a Aquel que debía venir. Dijo al pueblo que esas cosas habían servido sus propósitos ya, y que en adelante el Amor debía suceder a la Ley.
Cristo Jesús fue matado. En relación con este hecho, llegamos a la diferencia fundamental y suprema entre Él y los instructores anteriores, en los que encarnaban los Espíritus de Raza. Todos ellos murieron y debieron renacer una y otra vez para ayudar a sus pueblos a cumplir sus destinos. El Arcángel Miguel (El Espíritu de Raza de los judíos) arrebató a Moisés, siendo este conducido al Monte Nebo, donde debía morir. Renació como Elias. Elias volvió como Juan el Bautista; Buda murió y renació como Shankaracharla: Shri Krishna dijo: "Donde quiera que decae el Dharma... y ... una exaltación de Adharma, entonces Yo Mismo vengo para proteger el bien, para destruir a los que hacen mal, para salvaguardia y firme establecimiento del Dharma. Yo nazco edad tras edad".
Cuando llegó la muerte, el rostro de Moisés brilló y el cuerpo de Buda se iluminó. Todos ellos habían llegado al estado en el que el espíritu empieza a brillar desde dentro; pero entonces murieron.
Cristo Jesús llegó a ese estado en el Monte de la Transfiguración. Es sumamente significativo el que Su obra real tuvo lugar después de ese acontecimiento. El sufrió; fue matado y resucitó.Ser matado es muy diferente de morir. La sangre que había sido el vehículo del Espíritu de Raza debía fluir y ser purificada de toda influencia contaminadora. El amor al padre y a la madre con exclusión de todos los demás padres y madres debía abandonarse, pues de otra manera la Fraternidad Universal y el Amor altruista que todo lo abarca no podrían nunca convertirse en hechos reales.
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del libro Concepto Rosacruz del Cosmos de Max Heindel
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