CARTA Nº 82
Septiembre de 1917
LA DOMA DE UN MIEMBRO
INSUBORDINADO
Como indudablemente saben nuestros estudiantes, tenemos en Mount Ecclesia un pequeño servicio por la
mañana y por la tarde, en el que se incluye algo de lectura de la Biblia. Mi esposa y yo mismo gustamos de
leer, de vez en cuando, el tercer capitulo de Santiago, porque se encuentra en el una lección muy importante.
He pensado que no estaría mal someterlo a la atención de ustedes, en particular, a causa de un incidente que
ocurrió aquí hace poco y que tuvo la virtud de grabar con fuerza en mi conciencia aquella lección. Creo que
podemos sacar todos provecho de infiltrarla en nuestros corazones. Permítaseme primeramente que cite unos
pocos versículos del capítulo mencionado y narraré después el incidente a que me he referido.
"Si un hombre no ofende de palabra, este es un hombre perfecto y capaz también de refrenar todo su cuerpo.
Fijaos, nosotros colocamos bocados en las bocas de los caballos para hacernos obedecer; y así conseguimos
la sumisión de su cuerpo todo. Fijaos en los buques igualmente, que, con ser tan grandes y ser juguete de los
fieros vientos, son guiados y conducidos con un pequeño timón a donde quiera el piloto. Igualmente también
la lengua es un miembro insignificante y se precia de grandes cosas. Fijaos en un pavoroso incendio
producido por una chispa insignificante, y la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad; así es la lengua
entre nuestros miembros, profanadora de todo nuestro cuerpo, que cambia en un horroroso incendio el curso
de la naturaleza, y está condenada al fuego del infierno . . . Pues todas las clases de bestias, de aves, de
reptiles y todas las cocas del mar se doman y han sido domadas por la humanidad; pero la lengua no puede
ser domada; es un diablo díscolo, insubordinado, rebosante de mortal ponzoña. Con ella bendecimos y
enaltecemos a Dios, hasta el Padre y con ella también maldecimos y llenamos de oprobio a los hombres, los
cuales han sido hechos a imagen y semejanza de Dios. Hermanos míos, estas cosas no debieran ser. Pues
donde hay envidia y disputas, hay confusión y producen toda suerte de maldades. Pero la sabiduria que
viene de lo alto es primeramente pura, luego apacible, gentil y fácil de ser tratada, llena de misericordia y de
buenos frutos. Y el fruto de la rectitud que se siembra en medio de la paz es el que hace la paz."
Tenemos en Mount Ecclesia varios enjambres de abejas. Hace algún tiempo que los jardineros trataron de
cambiar de sitio uno de ellos. Las abejas se irritaron fieramente por aquella intromisión en su vida y en su
trabajo, y picaron a sus agresores dolorosa y severamente en innumerables sitios. Al serme contado el
incidente y reflexionando acerca de el me asaltó el pensamiento de que había allí una lección de
importancia. La abeja pierde el aguijón al picar y muere seguidamente.
¡Reflexionad bien en esto !
¡Qué estrictamente se conduce así la ley de la justicia! Se mata a si misma al lastimar a otros. No es un Dios
vengativo, sino su propia acción la que le da el castigo. ¡Reflexionémoslo bien !
Si muriésemos inmediatamente después de picar a un semejante con palabras agudas, mordaces, ¿ cuantos
de nosotros existiriamos? Y también, si supiésemos que la muerte debía llegarnos después de aguijonear a
otros, ¿ no sujetariamos nuestras lenguas en provecho propio y de los que fuésemos a lastimar? He aquí
seguramente un ejemplo que deberíamos tener siempre bien presente y considerarlo repetidamente hasta
lograr aprender a apretar fuertemente los dientes y mantener cerrada la boca cada vez que nos veamos
tentados a emplear palabras desagradables. Si podemos hacer solamente esto, el día llegará, paso a paso, en
que cesaremos de sentirnos dispuestos a ofender al prójimo, sin importarnos lo que puedan habernos hecho.
Puedo aseguraros, en el caso de mi esposa y en el mío propio, en particular desde nuestra llegada al Cuartel
General, que, más que otro cualquiera, este capítulo nos ha sido de un provecho espiritual extraordinario.
Nos ha ayudado mucho mas que todos los otros juntos, aunque, naturalmente, estamos lejos, muy lejos
todavía de la perfección. Pero lo que nosotros hemos hecho y lo que otros nos han hecho a nosotros aquí, es
garantía plena de recomendación para este capítulo a vuestra atención especial, acoplado, quizá, con la
pequeña narración de las abejas, para que les sea de considerable utilidad si lo leen y lo graban en sus
corazones una o dos veces a la semana.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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