CARTA Nº 79
Junio de 1917
EL SACRIFICIO COMO UN FACTOR DEL
PROGRESO ESPIRITUAL
De vez en cuando se reciben en el Cuartel General muchas cartas preguntando, bajo diferentes términos:
"¿De qué manera puedo lograr mayores progresos espirituales?" Creo conveniente, pues, dedicar esta carta a
considerar este asunto.
Es una ley de la naturaleza que "de la nada, nada viene". Pero son muchos los que trabajan bajo el engaño, de que la verdad espiritual y el progreso pueden lograrse sin dinero y sin pagar su valor. Esto es verdad en cierto sentido, porque es. absolutamente vil y miserable traficar con los poderes espirituales por el despreciable lucro, como mostró poderosamente Pedro en su conversación con Simón el Mago, que le pedía los poderes espirituales de que disponía, ofreciéndole dinero en cambio. Pero al propio tiempo existe un
precio determinado por el desarrollo espiritual que debe ser satisfecho por todo aquel que quiera lograrlo. En
primer lugar los intereses creados deben ser sacrificados. Todos recordamos la parábola sobre aquellos que habían sido invitados por el rey y que se abstuvieron de asistir por varias razones. Uno acababa de casarse y quería gozar la luna de miel; otro había comprado unos bueyes y quería inspeccionar sus nuevas propiedades; y así por el estilo, resultando que todos desperdiciaron aquella oportunidad y perdieron la
ocasión de su progreso.
La misma ocurrencia nos llega en nuestros días si bien de guisa diferente. Todos estamos dispuestos a sentarnos, al llegar a casa, en ratos perdidos, cuando nada de mayor interés nos aguarda y leer un libro que verse sobre asuntos espirituales, pero cuando el Gran Trabajo requiere algo de nuestro tiempo podemos presentar y presentarnos varias excusas. "Tengo una hija a la que quiero llevar al colegio", dice uno.
"Cuando haya terminado con ella y estén liquidadas sus obligaciones, me ocuparé de ello." Otro dice: "Mis
negocios requieren mi presencia día tras día y llego a la noche muy fatigado. No puedo trabajar para la Fraternidad por la tarde ni asistir a sus reuniones, porque al día siguiente no podría dedicar todas mis energías al trabajo. Pero me ocuparé de ello tan pronto abandone mis negocios." Un tercero dirá: "Tengo muchos hijos que reclaman mi atención y cuidado en distintas funciones sociales. No puedo asistir a las
reuniones de la Fraternidad sin descuidarlas. Pero así que les haya casado, trabajaré por la causa."
Es perfectamente cierto que al asumir obligaciones debemos cumplirlas de la mejor manera que podamos.
Al mismo tiempo hay también más de una probabilidad de que, reflexionando profundamente sobre el asunto, encontraríamos algunos ratos, aparte de nuestros deberes, que podrían dedicarse al Gran Trabajo. A este respecto será bueno recordar el incidente ocurrido cuando algunos se dirigieron a Cristo y le dijeron:
"Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y desean hablar Contigo." El contestó: "¿Quién es mi madre, y quienes son mis hermanos?... . Todo aquel que cumpla con la voluntad de mi Padre, que está en el Cielo, aquel es mi hermano, mi hermana y mi madre." Y añadió: "Si cualquier hombre se llega a Mí y no abomina de su padre, de su madre, de su esposa, de sus hijos, de sus hermanos, de sus hermanas y, ciertamente, hasta
de su propia vida también, no puede ser mi discípulo. Y todo aquel que haya abandonado su hogar, o hermanas, o hermanos, 0 padre, o madre, o esposa, o hijos, o tierras, por la gracia de Mi Nombre, lo recibirá centuplicado y herederá, una existencia imperecedera."
Hay y ha de haber involucrado un sacrificio en la vida de la regeneración. Tanto por mi experiencia personal
como por lo observado en los hogares ajenos, he comprendido que se cosechara el beneficio espiritual en la proporción directa en que se empleen los propios pensamientos, el tiempo de que se disponga y todo el dinero posible para la causa que se haya abrazado. Cuando uno se consagra totalmente a la vida de la
regeneración y sigue el dictado del espíritu, se echara pronto de ver que la misma intensidad de propósito en la nueva dirección arroja a un lado las cosas antiguas. Pronto se queda sin tiempo para ellas. Desaparecen de sus pensamientos y se desvanecen. De una o de otra manera la hija va a su colegio o encuentra un acomodo adecuado. Los negocios prosperan y marchan mejor que cuando el propietario dedicaba a ellos todo su
tiempo y todas sus energías, amargándose la vida en su anhelo por el vil metal. Los hijos encuentran otro acompañante tan capaz como su madre, cuantas veces trabaje para la causa espiritual. En todos los casos en que hagamos renuncia de algo en bien de la seguridad y prosperidad de la obra, el tiempo que empleemos en la causa de Cristo y el dinero que podamos esparcir en una bien entendida y razonada caridad, todo sera
resarcido y compensado bajo la ley que trabaja por el bien.
Como dice el salmista: "Yo he sido joven y ahora soy viejo y aun no he visto al justo abandonado ni a su simiente mendigando." La ley anunciada por Cristo, "buscad primero el reino de Dios y su rectitud, y todas estas cosas se os darán por añadidura”,es oportuna en estos tiempos como lo fue al enunciarla. Yo puedo asegurar esto por propia experiencia y todo aquel que "viva la vida" y cumpla con su trabajo, hallará que esta ley tiene aplicación a su caso propio.
Solamente hay progreso en el servicio.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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