XIII. Los alimentos con carne
La carne contiene niveles altos de colesterol y otras grasas. Si una persona tiene demasiado colesterol y otras grasas en su sangre, tienden a formarse depósitos de grasa en las arterias, lo cual las estrecha y dificulta la circulación sanguínea. Si un coágulo de sangre se aloja en una arteria estrechada que riegue el corazón o el cerebro, la circulación en una porción del músculo cardíaco o el cerebro puede interrumpirse y resultar un ataque al corazón o una apoplejía.
La carne contiene poca fibra. La fibra, cuando alcanza el intestino grueso, atrae agua al tracto intestinal de forma que el contenido intestinal no se vuelva demasiado duro. La fibra ayuda a estimular el peristaltismo intestinal, lo cual ayuda a movilizar su contenido. Cuando el contenido del intestino se mueve con facilidad, existe un peligro menor de enfermedad diverticular (en la cual se forman dilataciones en la pared intestinal y se acumulan heces y bacterias en dichas dilataciones) y menos peligro de apendicitis. Cuando el contenido del intestino no permanece mucho tiempo en él, existen menos oportunidades para que las bacterias produzcan carcinógenos y, por consiguiente, menor riesgo de cáncer de colon.
La sangre venosa de todos los animales está cargada de dióxido de carbono y otros productos nocivos, en su camino hacia el riñón o los poros de la piel para ser expulsados como orina o transpiración. Estas sustancias repulsivas se encuentran en todas las partes de la carne y cuando tomamos tal alimento, llenamos nuestros cuerpos de venenos tóxicos. La carne contiene urea y ácido úrico, los cuales tienden a producir gota o artritis gotosa. En nuestros días, muchos ganaderos alimentan su ganado con hormonas, tranquilizantes y antibióticos. El dietiletilbestrol, la hormona estrogénica sintética empleada para engordar el ganado, ha sido identificada como carcinógeno. Muchos pescados que llegan al mercado han crecido en aguas contaminadas por residuos industriales, plomo y mercurio.
Los científicos materialistas han observado, además, que las personas que toman principalmente proteína animal (carne, huevos, leche) no pueden mantener un ejercicio físico vigoroso tanto tiempo como las que reciben una dieta de carbohidratos complejos (pan, patatas, maíz).
Los clarividentes observan que las células de los cuerpos vegetales y animales llevan con ellas unos componentes invisibles que no son detectados por los científicos materialistas. Las células vegetales están impregnadas de éter que, al ser comido el vegetal, ayuda a vitalizar el cuerpo etérico humano. Las células animales contienen poco éter porque el cuerpo etérico del animal abandonó al cuerpo denso cuando éste fue sacrificado. En vida del animal, su cuerpo de deseos individual interpenetraba las células de su cuerpo físico y trabajaba sobre ellas, impregnándolas con las pasiones y deseos del animal. Cuando la carne del animal es ingerida tiende a estimular las pasiones animales (ferocidad, malas artimañas y depravación) en el hombre. Las células del cuerpo animal están más individualizadas que las de las plantas y, por consiguiente, se requiere más energía para dominar las células animales y sujetarlas a la voluntad de quien las emplea como alimento.
Los clarividentes observan, además, que los animales son seres evolucionantes que encarnan para ganar experiencia. Cuando los humanos acortamos la vida de un animal, obstaculizamos la evolución del animal. Aunque las plantas también son seres evolucionantes, cuando la fruta está madura ha alcanzado su finalidad, que es actuar como matriz de la semilla en maduración. Si no es comida, decae y se desperdicia. Cualquier huevo o semilla está desprovisto de vida en sí misma. Si se le proporcionan las condiciones adecuadas de incubación o suelo, la vida entra en ella, aprovechando así la oportunidad proporcionada para producir un cuerpo físico. Si el huevo o semilla es cocinado, triturado o no se le dan las condiciones necesarias para la vida, la oportunidad se ha perdido y eso es todo.
Cuando las personas deciden dejar de comer carne deben reorganizar su dieta de forma que obtengan suficientes proteínas de otras fuentes. Leche desnatada y lácteos, guisantes, nueces, semillas y cereales enteros son buenas fuentes de proteína. La mayoría de las frutas y vegetales contienen algunas proteínas.
Las proteínas se componen de aminoácidos. Durante la digestión las proteínas se descomponen en sus aminoácidos constitutivos, con los cuales se construyen nuevas proteínas que el cuerpo puede emplear. Existen ocho aminoácidos esenciales para los adultos (diez para los niños). Son esenciales porque el cuerpo humano no puede sintetizarlos en cantidades suficientemente grandes como para satisfacer sus necesidades.
Los ocho esenciales deben llegar al estómago con una separación de menos de cuatro horas entre ellos y en ciertas proporciones para ser empleados eficientemente por el cuerpo. Si un aminoácido está presente en cantidad menor que la ideal, la utilización de todos los demás será menor. Todos los alimentos de la tabla siguiente contienen los ocho aminoácidos esenciales en un porcentaje de al menos el 40 por ciento del ideal y así cualquiera puede satisfacer las necesidades proteicas del cuerpo con al menos un 40 por ciento de eficiencia. Los aminoácidos recogidos como deficitarios son entre un 40 y un 60 por ciento del ideal.
Si los alimentos de la tabla que son deficientes en algunos aminoácidos se toman con otros alimentos que no son deficitarios en dichos aminoácidos, la eficiencia de dichos alimentos para suministrar al cuerpo las proteínas necesarias se verá aumentada.
El vegetariano debe hacer un esfuerzo especial para obtener suficiente vitamina B12 ya que no está presente en cantidades detectables en las plantas. Los huevos, leche y levadura de cerveza contienen vitamina B12.
REFERENCIA
-Lappe, Frances M. Diet for a Small Planet, Rev. ed. New York: Ballantine, 1975.
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del libro Ciencia y Religión de Elsa M. Glover
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